Encerró a su hija por 24 años como esclava sexual y lo dejarían en libertad

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VIENA

Un tribunal de Austria tomará en las próximas semanas una decisión que puede derivar en la excarcelación de Josef Fritzl, conocido como el “monstruo de Amstetten”, condenado a cadena perpetua por encerrar y violar a su hija Elisabeth durante 24 años.

De hecho, tres magistrados examinarán opiniones de expertos con vistas a modificar la actual situación de Fritzl, que puede ser internado en el sistema penitenciario normal -ahora está en un centro especializado- o, más probablemente, quedar en libertad provisional, ya que no reviste peligro para terceros “sólo por razones de salud”, declaró el portavoz Ferdinand Schuster, de la crote regional de Krems, al oeste de Viena.

Lo que analizará el tribunal es si Fritzl puede optar a la libertad condicional este año, ya que un reciente informe psiquiátrico sobre su estado mental indica que “ya no es peligroso”. El informe indica que Fritzl necesita un andador después de varias caídas mientras estaba tras las rejas y asegura que no podría representar una amenaza seria ni para sus víctimas potenciales antiguas ni para las nuevas. Fritzl tiene ahora 88 años y ha cumplido ya 15 años de condena, lo que facilita una revisión de su caso.

En 1984, Fritzl encerró a su hija Elisabeth, que entonces tenía 18 años, en un sótano insonorizado en los bajos de la vivienda familiar. Durante más de dos décadas, hasta que Elisabeth cumplió 42 años, la violó de manera incesante y la joven dio a luz a siete niños, uno de los cuales falleció, mientras el resto de la familia no tenía constancia de los abusos.

El caso salió a la luz en 2008, cuando Fritzl acudió con una niña nacida en cautiverio a un hospital y los médicos solicitaron la presencia de su madre, que terminó narrando todo lo que había pasado. De los siete hijos nacidos de los repetidos abusos a su hija, tres permanecieron en cautiverio con su madre.

Sin embargo, uno murió poco después de nacer. Los demás fueron criados por Fritzl y su esposa Rosemarie después de que él afirmara que habían aparecido en su puerta.

 

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