El cine documental resiste en el FIDBA

Comienza hoy una nueva edición, la duodécima, del Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires: se proyectarán 80 largometrajes sin estreno en el país

“En esta coyuntura, creo que es un milagro hacer un festival de la magnitud y de la calidad que planteamos, es un milagro mantener la calidad que venimos trayendo hace 12 años”, dice Mario Durrieu, director del FIDBA, Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires, que comienza hoy, con la proyección del nuevo filme de Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha, “A Queda do Céu”, y que se desarrollará hasta el domingo en siete sedes de Buenos Aires y Vicente López.

Es la duodécima edición del festival, que aguanta, dice Durrieu, aguanta en medio de tormentas financieras y recortes al cine del Estado porque llevan años de gimnasia y malabarismos para programar. Y, avisa, “nosotros decidimos no solo hacerlo, sino, no hacerlo más chico. Este año es más grande que el año pasado”: el FIDBA proyectará 80 largometrajes y 50 cortometrajes organizados en cuatro competencias oficiales (Órbita, Hemisferio y Austral con largometrajes y cortos internacionales, iberoamericanos y argentinos, respectivamente, y una nueva: Cruz del Sur, con la temática de Derechos Humanos), cuatro Focos (sobre la filmografía de Luis Ospina, la de Raúl Ruiz, sobre Cine Colombiano contemporáneo y uno titulado 35 años de la caída del Muro: ¿Y ahora?) y una nueva sección pensada para los más chicos, FIDBITA, que presentará tres filmes que fueron elegidos para estimular la imaginación y la curiosidad de los nuevos espectadores. Todas películas, además, sin estreno en Argentina, un viejo anhelo que finalmente pudo concretar en esta edición

Los 130 filmes ofrecerán durante estos seis días una programación diversa, marcada por las hibridaciones entre documental y ficción y el borramiento de fronteras, también con un oído puesto en realizadores jóvenes, pensando en un público joven y en reflejar nuevas realidades “que tal vez el cine tradicional deja de lado. La experimentación de los más jóvenes, en este momento, nos parece muy interesante”, dice Durrieu.

En ese sentido, el FIDBA, cuenta, tiene documentales sobre cyborgs que se implantan chips, un debate que parece del futuro. De la agenda del presente, explica el director, aparecen como siempre la cuestión de género y la cuestión queer, presencias obligadas en el FIDBA.

“Lo queer estuvo siempre, la mujer estuvo siempre. Son agendas que tuvimos desde que nacimos”, dice Durrieu. “Todos los festivales ahora ponen ‘tenemos 50 películas de mujeres’, pero para FIDBA la agenda de los derechos de la mujer está desde el día uno: no necesitamos decir que tenemos el 50% de las películas hechas por directoras mujeres, porque ya estaba en agenda hace 12 años, cuando no era agenda. Queda lindo ponerlo en una nota de prensa, pero para nosotros no es algo a destacar, es una regla del festival desde siempre. De hecho, en el equipo, la minoría son hombres, la minoría es heterosexual, de hecho: no es una ley, no es una lucha, es algo que se da de manera natural”.

COYUNTURAS

Todo esto fue organizado por el equipo del FIDBA en un ecosistema cambiante: no solo se quitó el apoyo al cine desde el Estado, algo que, cuenta Durrieu, no representaba un ingreso importante a las arcas del festival, sino que el ir y venir del dólar y la inflación impactó constantemente en la organización.

“En una economía supuestamente dolarizada, los presupuestos que te dan, una semana salen 1.000 dólares y a la siguiente 1.400”, protesta Durrieu. De todos modos, explica, son costumbres argentinas: “Siempre aplicamos la lógica de que nos tenemos que autofinanciar, sabemos cómo luchar contra esa coyuntura: FIDBA siempre está pidiendo dinero, pero como nadie te regala nada sabemos que tenemos que generar nuestros propios recursos. Pedimos fondos a Mecenazgo y a otras instituciones, pero también desde hace años hacemos, durante el año y dentro del festival, seminarios, laboratorios, que generan los recursos para financiar el festival. Somos un festival independiente”.

Eso no implica que sea un festival apolítico. Al contrario, “el festival tiene su posición política. El FIDBA tiene, de hecho, buena parte de su programación dedicada al cine político y los derechos humanos”, dice Durrieu, y cuenta que en esta edición, el foco de la RDA parece traer temas de conversación que son absolutamente presentes, “son ciclos”, mientras que el año pasado el año pasado desde Brasil vinieron a dar una charla: “¿Cómo sobrevivir a la ultraderecha?”, “porque en Brasil pasaba lo mismo que ahora acá, se cerraron todos los fondos”.

Aunque el aporte del INCAA era pequeño, Durrieu está de todos modos preocupado por el porvenir del cine. Había mucho para revisar en sus mecanismos, acepta, pero “lo que se hizo en el INCAA es una destrucción”. Y “está todo el mundo adormecido: se intentó en el inicio, pero es como si estuviéramos cayendo en que no somos importantes. En algún momento nos vamos a dar cuenta de que sí somos importantes y vamos a salir a luchar a la calle. Pero es claro que no somos los jubilados, que no tenemos esa potencia, que no generamos ese dolor en la sociedad”. 

A Durrieu le parece una contradicción la paralización de la industria, explicando que “en países super neoliberales, como Chile, se apoya el cine, entienden que el cine es una representación del país, que tiene tiene un valor, que genera trabajo: todo el dinero que se da a una película argentina queda acá, no es que se va del país”.

Aquí, en cambio, en nombre del liberalismo se frena el cine, aduciendo que lo que aquí se filma no le interesa a nadie. Más aún si se trata de documentales, el eje del FIDBA: si no es de consumo masivo, para el Gobierno no sirve. 

En ese sentido, frente a esa “lógica Netflix que afecta al mundo”, quizás el FIDBA sirva como “lugar para congregarnos, para demostrar que hay gente que le interesa”, dice Durrieu. “Pero, igual, el cine va a seguir existiendo, y los festivales de documental van a seguir existiendo”.

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