Esta noche, Franz Ferdinand: una velada para bailar desesperadamente
| 11 de Noviembre de 2024 | 00:22

Franz Ferdinand es el sonido de un momento particular en la historia: a principios de siglo, las bandas de la movida independiente angloparlante eran los nuevos héroes musicales, que con guitarras y distorsión al frente, desterraban a los actos consagrados. Grupos históricos, de esos que llenaban estadios con sus discos bien pulidos y grabados con los mejores ingenieros de sonido, de esos que hacían giras mundiales en la primera oleada musical verdaderamente global, eran de repente “dad rock”, un sonido complaciente, desprovisto de frescura y de aristas. Lo contrario se proponía este grupo heterodoxo y para nada organizado de jóvenes bandas que irrumpían, a razón de dos o tres por semana, por los garajes del país con una misión: descontracturar el rock, salir de su solemnidad, cantarle a otras cosas, romper su sonido, incluso coquetear con el baile.
A esa movida llegó tarde, de alguna manera, Franz Ferdinand, que toca esta noche, en Obras. Ya el mundo musical estaba lleno de imitadores de las movidas indie pioneras de Estados Unidos e Inglaterra cuando, en 2004, lanzaron su primer disco, el primero de tres en cinco años, cargados los tres de pegadizos hitazos. “Franz Ferdinand”, de 2004, fue, sin embargo, una irrupción furiosa: tomaron por asalto los canales musicales sus primeros tres singles, “Darts of Pleasure”, “Take Me Out” y "The Dark of the Matinée". Particularmente el segundo, una de esas canciones que hacen adictos, que se escuchan en loop hasta que pierden el sentido.
Un sonido industrial, marchoso, un look retro, una propuesta visual llamativa, con referencias a las vanguardias rusas, y un desparpajo particular los hacían destacarse de la marea de rockeritos juveniles con heroicas guitarras al frente. Quizás es que venían de Glasgow, la de Primal Scream y The Jesus and Mary Chain, una escena radicalmente distinta a las del centro británico o a la neoyorkina. Quizás, que Alex Kapranos, su frontman y único miembro sobreviviente de la formación original junto a Bob Hardy, tenía ya más de 30 años cuando la pegó: había pasado toda la vida formando bandas, sin éxito, y no era ya un muchachito que cree en el mesianismo del rock. Jugaba a ser héroes del rock, pero sabiendo que hay algo absurdo, algo teatral, en todo el asunto.
Así cantaba ya en “The Dark of the Matinee”: “Ahora estoy en la BBC2, contándole a Terry Wogan cómo lo logré, y lo que logré no está del todo claro, pero su deferencia lo está, y también su risa. Mis palabras y mi sonrisa son tan fáciles ahora. Sí, todo es fácil ahora”.
Es una canción sobre la noche y la conquista, una de tantas canciones hedonistas de una banda abrazada a la noche, al sonido de la noche, que apuesta siempre al al baile y al humor. No habrá salvación, quizás, pero lo que nos permitirá seguir, en definitiva, en esta esta existencia cada día más insoportable, son el baile y el humor. Después de sus primeros tres discos, furiosos, cargados de singles, los lanzamientos de la banda se fueron espaciando, los nombres cambiaron. Y su sonido dejó de escucharse en la radio: quienes vayan esta noche a escuchar a Kapranos y compañía, esperando otra función de los legendarios shows de una banda con energía punk, querrán escuchar sobre todo aquellos temas que marcan el sonido de aquellos días. ¿Un gesto nostálgico, impotente frente a esto que llamamos realidad? No es un mal momento, en todo caso, para volver a bailar desesperadamente.
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