Cumplir años: ya no es un dolor de cabeza para los adultos
Edición Impresa | 27 de Abril de 2025 | 04:30

Hubo una época en la que cumplir años después de los 60 era casi una mala noticia. En silencio o entre suspiros, se sumaban velitas con discreción, como si el paso del tiempo fuera una carga inevitable, un recordatorio incómodo de lo que se acercaba. Sin embargo, algo está cambiando. Hoy, cada vez más personas no solo festejan sus cumpleaños a partir de los 60, los 70 o incluso los 80, sino que lo hacen con mayor entusiasmo que en su juventud. Lejos de resignarse, muchas personas mayores se calzan los zapatos de fiesta y celebran su edad con orgullo, humor y una especie de redención vital. ¿Qué pasó entre el lamento y el brindis?
Los gerontólogos advierten que este fenómeno no es un simple capricho generacional ni una moda de Instagram. Hay razones profundas —médicas, culturales y psicológicas— que explican por qué la vejez está dejando de ser sinónimo de tristeza o deterioro. “Vivimos más y vivimos mejor”, sintetizan los médicos clínicos, quienes aseguran que hoy una persona de 70 años puede gozar de una salud física y mental envidiable, muchas veces superior a la de generaciones anteriores a los 60. La expectativa de vida aumentó, pero también la calidad de esa vida. El envejecimiento ya no implica, necesariamente, una renuncia al deseo, al goce o al proyecto.
Para los psicólogos, esta ola de celebraciones tiene una raíz subjetiva. “Cumplir años, para muchos, dejó de ser un recordatorio de lo que se pierde y pasó a ser un símbolo de todo lo que aún se tiene”, explican. A diferencia de décadas pasadas, cuando cumplir 60 parecía marcar el comienzo del ocaso, hoy puede ser una etapa de liberación. Jubilados de las presiones laborales, con hijos ya independientes y muchas veces con una situación económica más estable, las personas mayores se encuentran, por primera vez en mucho tiempo, con un calendario abierto y una energía renovada para usarlo. “Hay algo de revancha simbólica, de vivir lo que antes no se pudo”, agregan los especialistas en salud mental.
Los sociólogos también observan una transformación cultural de fondo. Si durante mucho tiempo la sociedad valorizó la juventud como única forma posible de belleza, productividad y deseo, hoy empieza a abrirse paso una mirada más amplia e inclusiva. “Las representaciones sociales de la vejez están cambiando. Ya no se la ve como un estado pasivo sino como una etapa de realización”, dicen. La imagen de la abuela tejiendo en un rincón fue reemplazada, al menos en parte, por la de mujeres mayores que bailan tango, hacen yoga o se van de viaje con amigas. Lo mismo sucede con los varones, que descubren nuevas formas de masculinidad y disfrute en la tercera edad.
Los médicos clínicos, por su parte, señalan que la prevención y el control de enfermedades crónicas ha contribuido enormemente a esta nueva vitalidad. “La medicina dejó de pensar solo en curar y empezó a trabajar en el bienestar. Hoy se habla de salud emocional, de calidad de vida, de autonomía funcional”, indican. Esto impacta directamente en la forma en que los mayores se relacionan con su cuerpo y su tiempo. No se trata de negar el paso del tiempo, sino de resignificarlo. Festejar el cumpleaños número 75 no como un último suspiro sino como una etapa más, donde todavía se puede bailar, enamorarse, aprender un idioma nuevo o, simplemente, brindar con una copa de vino y decir: “Estoy acá, y estoy bien”.
La prevención y el control de enfermedades contribuyó a una nueva vitalidad
Los gerontólogos también destacan el rol de los grupos sociales y familiares. Muchas personas mayores encuentran en sus amistades, en sus redes de pares o en sus hijos y nietos un motor para celebrar. “El cumpleaños se convierte en una excusa para reunir afectos, compartir historias, hacer balances y proyectar deseos. Es un ritual necesario”, explican. A diferencia del aislamiento que se asociaba tradicionalmente con la vejez, hoy muchas personas mayores tienen una vida social activa, sostenida incluso a través de la tecnología. Las videollamadas, los grupos de WhatsApp o las redes sociales son herramientas que permiten mantener vínculos vivos, y por qué no, organizar un fiestón sorpresa con ayuda de los nietos.
También influye, según los psicólogos, una mayor aceptación del propio cuerpo y de los procesos vitales. “Cumplir años ya no tiene que ver con las arrugas que aparecen sino con las cargas que se sueltan”, dicen. Para muchos, llegar a los 70 significa dejar atrás la necesidad de agradar, de competir o de demostrar algo. Es una etapa de autenticidad, donde se puede ser más libre para elegir, para decir que no o para animarse a lo que antes no se atrevía. Esta sensación de autonomía y autodeterminación es clave para explicar el boom de cumpleaños celebrados con fervor.
Los sociólogos remarcan que la industria del entretenimiento, la moda y la publicidad también están empezando a mirar hacia estos sectores con otros ojos. Ya no es raro ver modelos de más de 60 en campañas de ropa o películas donde los protagonistas tienen canas y arrugas. Esto colabora, dicen, con una representación más digna y realista del envejecimiento. Y, por ende, con un nuevo imaginario social donde cumplir años no es una pérdida, sino una afirmación.
El resultado de todo esto es un fenómeno que se ve en salones de fiesta, en casas de familia o incluso en bares alquilados por septuagenarios con alma de veinteañeros. Torta, globos, lista de Spotify y alguna que otra lágrima. No por tristeza, sino por alegría. Porque cada vez más personas eligen celebrar sus cumpleaños como una forma de decir que siguen estando, que la vida no se detiene con el paso del tiempo, sino que se transforma. Y a veces, incluso, mejora.
En definitiva, cumplir años ya no es una condena. Es una conquista. Y se celebra. Con brindis, con baile, con abrazos. Porque si algo enseña el tiempo, es a no darlo por sentado.
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