Una flota de barcos antiguos hundidos en el mar patagónico

El trabajo de arqueólogos y arquitectos subacuáticos. Hallar y estudiar restos de embarcaciones de antaño. La experiencia del investigador Cristian Murray

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

Cristian Murray pasó los 60 años de edad y su trabajo es hallar y estudiar barcos hundidos frente a las costas de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Para eso bucea en las aguas frías a más de 20 metros de profundidad, acompañado por un equipo de investigadores. Pero no va en busca de cualquier navío, sino aquellos construidos entre los siglos XVI y XIX, que alguna vez naufragaron y “sean de madera o de hierro”.

Se habla entonces de una suerte de flota sumergida en el silencioso fondo del mar. Con su equipo de investigación, concretaron en estos años el hallazgo de veinte barcos antiguos, verdaderos reservorios de un yacimiento arqueológico muy valioso.

Se habla de una suerte de flota sumergida y también de una nutrida cantidad de “pecios” —piezas aisladas, desprendidas de los barcos, ya sea que integraran su estructura original o fueran parte de las cargas que transportaban—, que aportan datos de gran interés histórico y arqueológico.

 

Murray es arquitecto y se especializa en arqueología subacuática

 

La profesión original de Murray, graduado en la UBA (Universidad de Buenos Aires) es la de arquitecto. A la que le agregó el trabajo de arqueólogo. De modo que se especializó en lo que se llama arqueología subacuática. Hace poco se sumergió en las aguas casi heladas y turbias, por los sedimentos del fondo de la ría de Puerto Deseado. Iba en busca de otro barco antiguo.

La ría se trata de un estuario santacruceño, que tiene gran importancia biológica y que en su margen norte muestra a la Ciudad de Puerto Deseado. Se sabía que allí había naufragado un barco, pero las corrientes marinas imposibilitaban avanzar hacia lo que se presumía que podía ser el “Vapor Magallanes”, que terminó su derrotero yéndose a pique.

Se trataba de un barco de bandera argentina que había zarpado el 5 de junio 1887 del puerto de Buenos Aires y que aprovisionaba a la Prefectura de Puerto Deseado y a otros destacamentos nacionales con víveres, ropas y otras vituallas. Un mes después de haber salido del puerto porteño, se hundió en las aguas australes de la ría.

Hace poco se sumergió en las aguas casi heladas y turbias

Murray se zambulló acompañado por un fotógrafo, provistos de linternas y después de sortear las piedras y la flora del fondo, sólo hallaron en esa primera inmersión una escalera de hierro. Algo era, pero no era el barco.

En la lancha de apoyo estaba la arquéologa Mónica Grosso y otra colega, siguiendo a los buzos a través de pantallas. Días después Murray y el fotógrafo reiteraron la exploración “y de pronto chocamos contra lo que parecía ser una pared alzada en el fondo del mar. Ascendimos ya emocionados y tardamos poco en descubrir que habíamos hallado un barco de unos 70 metros de eslora”, dijo Murray a este diario.

 

Bucea en aguas frías a 20 metros de profundidad, acompañado por investigadores

 

Era el “Magallanes” ahora convertido en un una suerte de isla yacente, en un refugio para la fauna y flora marinas. La proa estaba en mejor estado que la popa.

Entre otro instrumental, el equipo con el que contaron los científicos incluía modelados 3D, imágenes de sonar de barrido lateral, ecosondas y cámaras submarinas 4K, que les permitían grabar el trabajo de archivo y documentación.

SENTIMIENTO

¿Qué sienten estos científicos al hallar un barco antiguo en esas profundidades? ¿Qué buscan para ellos mismos, al sumergirse hacia lo desconocido? “Cuando me sumerjo para buscar o estudiar restos de un naufragio antiguo, tengo sensaciones muy especiales”, respondió Murray, radicado hoy en el porteño barrio de Palermo.

“En las costas patagónicas el agua es fría y en general no muy transparente, de modo que al descender rara vez se ve el fondo y la expectativa por lo que se va a encontrar es grande”, dijo.

“Al entrar en contacto con las estructuras del barco y los materiales arqueológicos siento una rara mezcla de curiosidad por lo estoy viendo y de conexión con aquellas personas que construyeron y navegaron en él...”, reflexionó.

“Y además creo que soy un privilegiado por poder acceder a estos bienes únicos, poder estudiarlos y aportar algo para que todos los valoremos y preservemos como parte de nuestro patrimonio cultural”, añadió.

Sumergido en Puerto Deseado

Hay una vasta literatura marina, desde la Odisea de Homero hasta hoy. Allí se enhebran libros extraordinarios, como El viaje de los Argonautas, de Apolonio de Rodas; Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne; Capitanes intrépidos, de Rudyard Kipling; La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson o Moby Dick de Herman Melville. Pero está el más moderno y científico Bajo los siete mares, de George Fletcher Bass que contiene relatos de primera de mano de los descubridores de algunos de los pecios más trascendentes, así como de proyectos relativos a ciudades sumergidas. Libros que encendieron faros sobre los misterios del mar. En el caso de Murray, en cambio, su amor al mar y a la profesión que ejerce desde hace más cuarenta años nació con los programas televisados que transmitieron las exploraciones del francés Jaques Cousteau a quien se consideró como pionero de la defensa de los recursos naturales y se calificó como poeta de los mares.

Trabajan en el Instituto Nacional de Antropología, que se dedica a la investigación y gestión del patrimonio cultural y el área de investigación es la arqueología náutica de embarcaciones sumergidas en la zona atlántica patagónica. Allí forma parte de la arqueología marítima junto con las arqueólogas Dolores Elkin, Mónica Grosso y Julieta Frère y lo hacen en forma en forma interdisciplinaria con diferentes especialistas, como el biólogo marino Ricardo Bastida (de la Universidad Nacional de Mar del Plata) y el especialista en anatomía de maderas Pablo Cabanillas (Universidad Nacional de La Plata), entre otros.

“Con este equipo realizamos investigaciones en varias localidades de las provincias costeras, principalmente en Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. En estos años estudiamos, con distintos grados de detalle -desde evaluaciones expeditivas hasta excavaciones-, alrededor de veinte sitios de naufragio”, concluyó Murray.

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