La Ciudad agredida por quemacoches y otros vándalos

Edición Impresa

En pocos días la Ciudad se vio alterada por una sucesión de incendios de vehículos y de otros bienes en la vía pública. La crónica cotidiana reflejó varios casos de incendios de autos, considerados intencionales, en plena madrugada en distintos puntos del casco urbano y el de un puesto de basura verde ubicado en una plaza de Tolosa, al que los vecinos llevaban residuos para reciclar.

Se trata del retorno de una serie de desmanes y actos vandálicos, que en algunos casos son protagonizados por bandas de quemacoches que, por diversión, maldad o el motivo que sea, originan temor y malestar en los vecindarios en los que actúan.

Hace pocos días un automóvil resultó incendiado en horas de la madrugada en la cuadra de 38 entre 14 y 15. Pocas horas antes ocurrió lo mismo con un vehículo estacionado en 13 y 79, en el barrio de Villa Elvira. Y en los primeros días de julio, en 43 y 17, dos autos ardieron. “Es un drama. No solo por los autos, si las llamas se expanden puede pasar una tragedia”, expresó entonces un vecino de la cuadra.

A estos cuatro incendios de autos se sumó el del puesto de basura verde en Tolosa, que estaba instalado en la histórica plaza Del Carmen, en 115 entre 530 y 531, donde la gente llevaba botellas de vidrio, cartones, papeles y otros residuos que podían recuperarse. Estos depósitos clasificados se encuentran en distintos lugares del distrito y resuelven muchos problemas relacionados a los residuos.

Lo primero que debiera señalarse es que, si bien es cierto que los pirómanos sufren un trastorno mental que se caracteriza por un impulso irresistible y recurrente de provocar incendios, los psiquiátaras y otros especialistas no dejan de señalar que sus acciones también corresponden a las de un incendiario violento y vengativo, de modo que las autoridades, además de identificarlos, debieran aplicar las sanciones penales correspondientes, previstas en las leyes para estos casos. Sería un desacierto “desjudicializar” estas actitudes dolosas que, por su gravedad y los peligros que ellas traducen, merecen las sanciones penales correspondientes.

Pero también se ha insistido en la necesidad de que la población comprenda cabalmente el valor y la importancia que tiene el espacio público, cuyo uso e integridad no debieran verse degradados por ningún tipo de comportamiento antisocial. Aquí es, entonces, cuando cobra relevancia la tarea educativa que debieran desarrollar los padres y educadores de los jóvenes.

Desde luego que es necesario el despliegue de mínimas, pero constantes, actividades preventivas. A la fuerza policial no le debiera resultar demasiado complejo identificar a quienes cometen estos delitos en forma sistemática. Pero seguirá siendo importante acentuar la tarea educativa, en la búsqueda de formar ciudadanos que, además de sus derechos, conozcan debidamente cuáles son sus obligaciones para convivir en sociedad.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE