¿La IA nos quita trabajo o nos da más? El lado invisible del boom tecnológico
| 3 de Julio de 2025 | 07:25

En el último año, la adopción de herramientas basadas en inteligencia artificial se multiplicó en sectores tan diversos como la redacción de contenidos, la atención al cliente, la programación y hasta la gestión contable. Pero en vez de aliviar las cargas laborales o automatizar tareas rutinarias para liberar tiempo creativo, lo que muchos trabajadores y trabajadoras experimentan es una sensación opuesta: más trabajo, más presión y menos margen de error.
La promesa era seductora: asistentes inteligentes que entienden lo que queremos decir, que escriben por nosotros, que corrigen código, que generan ideas en segundos. ¿El resultado? En muchos casos, empresas que aumentan sus expectativas sin sumar personal, amparadas en el uso de IA como si fuera una fuerza de trabajo infalible e inagotable.
Productividad sin límites (ni pausas)
Un fenómeno que se repite en varias industrias es el aumento de los volúmenes de producción. “Si antes hacías dos artículos por día, ahora podrías hacer cinco”, argumentan algunos jefes, asumiendo que herramientas como GPT o cualquier paraphrasing tool reemplazan la reflexión, la edición o el criterio profesional.
Pero la realidad es que usar IA también requiere supervisión humana: verificar datos, ajustar el tono, adaptar ideas a contextos específicos. Y no todos los textos, diseños o estrategias pueden generarse en serie sin perder valor.
Este nuevo escenario plantea una tensión creciente entre la productividad acelerada que permite la tecnología y el tiempo real que requieren las personas para mantener la calidad, la ética y el equilibrio mental.
El costo oculto: fatiga y ansiedad
Lo que no siempre se ve en los reportes de eficiencia es el costo emocional. La presión por entregar más, más rápido y “mejor” puede generar lo contrario: fatiga digital, desmotivación y desconexión con el trabajo. Para muchos trabajadores del conocimiento, la IA no reemplazó tareas, sino que duplicó la cantidad de entregas esperadas.
En lugar de un modelo de colaboración equilibrado entre humanos y máquinas, lo que se impone a veces es un sistema de productividad constante, sin pausas ni tiempos de elaboración. Una especie de fast food intelectual que no da lugar a la profundidad ni a la creatividad real.
¿Cómo podemos aprovecharla mejor?
El desafío entonces no es usar o no usar IA, sino cómo integrarla de forma ética y sostenible. Que las herramientas estén disponibles no significa que deban usarse todo el tiempo, ni que sean aplicables a todos los procesos.
En muchos casos, las IAs funcionan mejor como asistentes: ayudan a explorar ideas, sugerir estructuras, revisar errores. Pero es clave que no se conviertan en jefes invisibles que nos obligan a producir sin descanso.
Además, en entornos educativos y laborales, herramientas como un buen AI detector pueden ayudar a equilibrar el juego. Detectar si un texto fue generado automáticamente puede evitar fraudes académicos o dilucidar si un informe tiene una base original. Esto no busca demonizar la IA, sino revalorizar la intervención humana.
Más diálogo, menos automatismo
Si queremos que la inteligencia artificial sea una aliada y no una amenaza, necesitamos más espacios de conversación dentro de las organizaciones. ¿Para qué estamos usando estas herramientas? ¿A quién ayudan realmente? ¿Qué valoramos como trabajo?
La tecnología no debería servir para pedirle más a menos gente, sino para liberar tiempo, mejorar procesos y reducir desigualdades. Solo así podremos construir un futuro donde la IA amplifique el talento humano en vez de suplantarlo o desgastarlo.
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