“¡Caigan las rosas blancas!”: una celebración mutante de la amistad

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Pedro Garay

pgaray@eldia.com

Road movie, comedia con vampirismo, hasta musical: “¡Caigan las rosas blancas!” es una especie de secuela espiritual al viaje porno lesbofeminista de “Las hijas del fuego”, la reunión de Albertina Carri y las protagonistas de aquella película para una propuesta mutante, que escapa encasillamientos con alegría.

La película, que cierra el festival Espacio Queer esta noche en el Cine Eco Select del Centro Cultural Islas Malvinas, gratis, es una celebración ante todo: de la comunidad, de los vínculos. Y surge, dice de hecho Carri, en diálogo con EL DIA, “por el entusiasmo que nos generó hacer la película anterior”.

- Es una segunda película con estas mismas actrices, ¿la definirías como una secuela? Y, más interesante quizás, ¿trabajar en equipo, en comunidad, es una manera de responder a este presente, es una manera de seguir haciendo?

- No es una secuela, sino más bien un modo de seguir compartiendo. Algo que después de la pandemia nos pareció perentorio y necesario, sin saber que iríamos hacia este presente, pero evidentemente intuyendo que las cosas se estaban torciendo hacia un individualismo muy tóxico para la salud social. Muy tóxico para la convivencia.

- La película mezcla todo tipo de géneros, y hay, encuentro, tanto en “Las hijas” como en “Caigan”, un espíritu de celebración. El cine argentino, creo (y quizás sea una generalización), suele tener otro tono, menos festivo, menos humorístico, menos lúdico… ¿También se puede ver la película como una respuesta a cierto tipo de cine argentino?

- No pienso las películas en respuesta a otras, pero si las pienso en respuesta a un estado de situación y en ese estado de las cosas las películas tienen una responsabilidad también. Concretamente, después de hacer las hijas del fuego que era una película muy celebratoria en la materialidad de las imágenes y en tránsito de los personajes, pero muy solemne en términos discursivos o ideológicos. Entonces me pareció necesario para esta nueva aventura entregarnos a lo indeterminado, romper nostras también con el corset del lenguaje y la ideología. Jugar con la ética, la estética y la erótica desde lugares marginales e imprevisibles.

- La fantasía, la road movie, el vampirismo, la comedia, el body horror, el musical: este recorrido juguetón por los géneros, esta mutación constante entre géneros, ¿responde a la estandarización audiovisual a la que asistimos?

- La mutación de un género al otro es una búsqueda de movimiento, de no estancamiento, de seguir haciéndose preguntas como en un sin fin de posibilidades.

- ¿Es una película queer?

- Creo que sí, en el sentido más profundo del término, porque no solo es un relato anti binario, sino también anti compartimentado. Insisto con esto, es una película de la no afirmación, no clausura los sentidos sino que invita a abrirlos de mil formas y creo que en ese sentido la denominación queer le cuadra muy bien.

- Te pregunté mucho si la película es una respuesta a. Pero creo que también es una película que más que confrontar quiere celebrar lo propio. ¿Qué celebra “Caigan las rosas blancas”?

- En principio es una celebración de la amistad y también es una celebración del cine como pensamiento, del viaje como encuentro y de la sinergía de lo vivo, donde entra tanto lo humano (el cine, el amor, la amistad) como lo no humano (las plantas, el oxígeno, los hongos, el mar)

- El cine nacional encuentra cada vez menos salas, hoy hasta el Cine Gaumont está pasando películas de afuera… ¿Cómo ha sido estrenar una película en este contexto?

- Fue difícil porque la merma de salas es un hecho y el tabique que están poniendo las plataformas sobre los espectadores es cruento. Estamos viviendo un contexto hostil en todos los sentidos: político, social, económico y estético.

 

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