Las discusiones políticas: ¿Pueden romper lazos familiares?
Edición Impresa | 6 de Julio de 2025 | 05:44

Las 21 de un martes cualquiera. En la cabecera se sienta el papá: hombre jubilado cuya actividad diaria es leer novelas y ver películas. En el medio aparecen la madre y la hija. Enfrente, su hijo: este año comenzó la facultad y desde hace algunas semanas milita en una agrupación política.
—Papá, ¿cómo confiás en un gobierno, en un grupo de personas que te defraudaron una y otra vez?— el hijo, enojado y de pie, tiene el rostro colorado: emana furia e impaciencia.
La comida permanece fría e inapetente en dos de los cuatro platos que yacen sobre la mesa: lo que antes era una cena mutó a una contienda de ideas, una lucha por saber quién tiene razón.
—No quiero seguir hablando de este tema con vos. No sabés nada. Vos y tus ideas de derecha. Ni siquiera sabés que pasó en el 2001 porque no habías nacido— El papá está calmado pero por dentro crece la iracundia. Él sabe que está a punto de decir algo definitivo, irreversible: —Sos un “gorila” bárbaro.
Silencio.
Entre padre e hijo, desde hace meses, las discusiones políticas son cada vez más acaloradas. Lo que siempre comienza con un “chicaneo”, termina en oscuridad, gritos, enojos.
En las mesas de los platenses, la política irrumpe en el entramado familiar.
Históricamente, se ha llevado puesto amistades arcaicas y almuerzos de feriados. Esta representación que ocurrió en el ceno de una familia que contó su caso a EL DIA, es un ejemplo latente de una práctica que crece en los hogares de la Ciudad.
IDEAS EN GENERACIONES DISPARES
“Una ideología es una especie de par de anteojos con los que se mira el mundo”, afirma Federico Peruzzato, licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales egresado de la Universidad Católica de La Plata, y continúa, en diálogo con EL DIA: “En el caso de la política, determina cómo somos con los demás, más o menos individualista, qué rol tiene que tener el Estado, cómo tiene que ser la relación entre las personas, cuáles deberían ser los derechos y las obligaciones de las personas. La ideología es ese conjunto de valores y creencias que tenemos en base a esos tópicos y cómo pensamos que debe organizarse una sociedad”.
La casa, el club, la facultad, los amigos, la familia, los intereses, las experiencias de la vida. En cada uno de estos espacios simbólicos se construye la ideología. “Todos tenemos un set de valores en los que creemos y los que queremos para la sociedad en la que vivimos”, circunscribe el politólogo consultado.
Pero ¿qué pasa cuando las visiones de cómo debe ser el mundo son dispares? ¿Y cuando esa diferencia se halla en el seno familiar? ¿Es irreparable cuyo destino es la fatalidad?
Las peleas domésticas por política son de larga data. La diferencia generacional, la influencia de las redes sociales y el contexto actual confluyen para la ‘tormenta perfecta’.
“El joven por generalización va a una cuestión más contestataria y hoy quizás, es el espectro político de los libertarios”, describe Peruzzato y rememora: “Las peleas entre adultos y jóvenes por política hubo siempre. Hoy cambió la etiqueta”.
LA CONSTRUCCIÓN DE PUENTES
En la adolescencia inicia algo que los psicólogos denominan “la caída de modelos identificatorios” y lo que en la práctica se puede traducir como una “etapa de conflictos con los padres”.
“Los jóvenes, entonces, buscan referencias identificatorias afuera. Se vuelven fuertes los grupos de pares, los amigos, el ídolo de turno. Surge como referencia una banda musical, un ‘youtuber’. Para constituirse como sujeto hay que revisar lo que uno trae dado desde la casa y ponerlo en cuestión, para elegir”, explica a este diario la psicóloga Érica Barrera.
Uno creería que la cuestión generacional es la causa que prima en la divergencia de opiniones. Ante ello, la profesional -al igual que el politólogo- expone: “Más que la diferencia de edad, influyen los diferentes lugares que se ocupan. No son iguales los deberes y las obligaciones, ni los campos simbólicos de cada uno”.
No obstante, una solución que aparece en el horizonte es la comprensión: de ambas orillas. “Ese padre, esa madre, deberían dar lugar a esa manera diferente de ver el mundo.
El hijo, debería poder entender que coexisten las diferencias y que eso no debe dañar el vínculo”, aconseja Barrera pero también advierte: “El conflicto es inevitable. El desafío es sortearlo tendiendo un puente. Por el lazo previo, por el amor que hay, por los recuerdos, por la historia de familia”.
1 TOMAR EN SERIO AL OTRO: evitar en la conversación comentarios de burla, sarcasmo o ironía.
2 ESCUCHA ATENTA: poder tener un ‘oído’ atento a lo que tenga que decir el otro. Para ello, es necesario no interrumpir o hablar sobre la otra persona.
3 LA IMPORTANCIA DE LA PREGUNTA: siempre con el objetivo de entender y no de ganar, hacer todas las preguntas que sean necesarias.
4 SABER CUÁNDO PARAR: poner un límite a la conversación si el control comienza a perderse y se torna agresiva.
5 NO OLVIDAR EL AMOR MUTUO: tener siempre presente que la relación vale más que cualquier discusión.
“Me interesa saber por qué pensás así, ¿me contás más?”
“Creo que estamos muy enojados, ¿querés que sigamos después?”
“Podemos no estar de acuerdo y seguir queriéndonos”
“Prefiero que no peleemos por esto, ¿hacemos una pausa?”
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