La descubri cuando la habia olvidado

Por

Luis Pazos

Marilyn murió el 5 de agosto de 1962. Ese día yo cumplía 22 años. Con la banda de poetas desocupados que pasábamos los días y las noches en el bar Rivadavia, lo comentamos al pasar, mientras jugábamos nuestra enésima partida de billar y hacíamos marchar las milanesas más letales de la Ciudad.

Mis amores cinematográficos eran exactamente lo contrario de la sensual Marilyn Monroe. Yo amaba a Hedy Lamar, Ava Gadner, Viginia Mayo, Ivonne De Carlo y Gene Tierney. Mujeres bellas y frágiles que necesitaban ser protegidas porque, ya se sabe, el mundo es un lugar cruel. Especialmente para los poetas.

Ya no recuerdo, si es que alguna vez lo supe, a quién amaban mis amigos. Pero voy a correr el riesgo de confesar algo que puede ser motivo de comentarios adversos: nuestro tema permanente de conversación, y hasta de discusión, eran John Wayne, Burt Lancaster y Kirk Douglas, entre otros. Desde ya, el primero de todos era el gran Humphrey Bogart.

Y entre carambola y carambola llegaron a nuestras vidas las mujeres reales, terribles y maravillosas, como todo lo que tiene que ver con la realidad. Al mismo tiempo hicieron su irrupción en la pantalla un estilo de mujer que nada tenían que ver con las made in Hollywood. Las increíbles italianas sí que nos despertaron el indio. Hoy mismo recuerdo, con una gota de nostalgia, a Claudia Cardinale, Sofía Loren, Silvana Mangano, Gina Lollobrigida, Silvana Pampanini...

Hasta que un día, haciendo zapping, encontré una película en blanco y negro, con Marilyn Monroe junto a dos grandes: Clark Gable y Montgomey Cliff. La película se titula “Los inadaptados” y la imagen de Marilyn tan frágil, tan desesperada, tan desolada, me golpeó. Por un instante volví al pasado, cuando quería ser el caballero andante de las star-system. Después de toda una vida la miré, por primera vez, con los ojos del alma. Marilyn Monroe es parte de mi presente porque es una víctima.