La realidad copió a la ficción

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Marcelo Bielsa aludió a la falta de energía cuando explicó por qué renunciaba a seguir siendo el técnico del Seleccionado Nacional de Fútbol. Aunque se hicieron varias especulaciones sobre las verdaderas razones de su alejamiento, lo cierto es que Bielsa en esa declaración aludía a la motivación, la piedra filosofal de los grandes deportistas. Sin entusiasmo, sin poder identificarse plenamente con un objetivo próximo y grande, algunos deben sentir que ya llegaron a la meta y que lo que queda por delante no alcanza para sostener la irresistible llamita.

El Papa renunció. Y puso como razón absoluta y suficiente, la falta de fuerza. Habló de su edad, claro, reconociendo que el cuerpo tiene sus propios mandatos y que la anatomía no reconoce rangos ni excepciones. Y por supuesto ha dicho que ya no puede responder “adecuadamente” a las exigencias de un “ministerio que, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras¨.

Fuerza y energía. Son casi lo mismo. Hablan bien al menos de quienes son capaces de privilegiar un reclamo tan subjetivo por encima de sus conveniencias, de sus compromisos y de sus intereses. Entre tantos que se postulan para cualquier cargo y se creen “adecuadamente” capacitados para desempeñarse donde sea, siempre hay que respetar a los que, en un acto de sinceridad y honestidad intelectual, prefieren renunciar antes que ocupar un lugar que los excede.

A veces, la ficción le da letra a la realidad y se deja copiar por la vida. En su film “Habemus Papa”, Nanni Moretti presenta un caso que hasta ahora parecía inverosímil: el de un cardenal elegido papa que siente que ese cargo lo supera: entra en pánico y decide escaparse, renunciar, llenando de estupor a una iglesia que no sabe como procesar semejante desplante.

Allí escribimos lo siguiente: “Es un film engañosamente simpático que nos habla de la soledad del poder y que deja ver la dignidad de un hombre (al menos uno) que siente que no está capacitado para tamaña responsabilidad. Es el retrato desolador de un ser humano a quien el destino le impuso una tarea que lo supera y lo atormenta. Moretti explicó que ‘no es una película ni anticlerical ni proclerical. Es nada más y nada menos que la historia de un hombre frágil que no está a la altura de las circunstancias’.

Seguramente Benedicto XVI la vio y algo le quedó dando vueltas tras escuchar allí a Mercedes Sosa asegurar que “Cambia, todo cambia”. Ahora, en su mensaje del adiós, habla del vigor, “tanto del cuerpo como del espíritu”, que parecían desfallecer justamente cuando la Iglesia necesita más que nunca un timonel fuerte y motivado para “gobernar -en aguas tan encrespadas- la barca de San Pedro”.