Patachorros torturaron a una mujer de 88 años en su casa de Los Hornos

A María Nieves Fernández (88), una vecina de Los Hornos, le pegaron trompadas por todo el cuerpo, la amenazaron con matarla y hasta le quemaron las manos y parte de la cara con un mechero de cocina durante un robo en su casa. Semejante tortura significó una pérdida total de la noción del tiempo y de lo que le podría pasar. “No sé cuánto duró todo. Yo solamente quería respirar”, reconoció la mujer.

Fue en 149 entre 66 y 67. Eran las 6 de la mañana de ayer y la jubilada ya estaba despierta, sentada en la cocina. Cuando oyó los primeros ruidos giró la cabeza y se topó con un cuadro desesperante: al menos dos ladrones serrucharon parte de la puerta de madera y terminaron por romperla de una patada. “Tal vez creían que acá no había nadie, pero la verdad no lo sabemos”, se sinceró el hijo de la víctima.

“Cuando entraron, me llevaron a los empujones para mi habitación. Y ahí me empezaron a dar”, resumió sin medias tintas María.

Los ladrones tenían alrededor de 20 años, según pudo calcular la mujer. La andanada de golpes comenzó con trompadas en la cara y en el resto de su cuerpo frágil.

A las piñas le siguieron las amenazas. Según lo que los delincuentes vociferaban, ellos habían ido a robar con el dato de que en esa vivienda encontrarían dinero.

SALVAJES

“Revisen y busquen, hagan lo que quieran”, los desafió la jubilada, segura de que en su casa no había nada. La frase solamente exacerbó a los ladrones, que de inmediato le siguieron pegando en el suelo.

El momento más crítico fue cuando uno de ellos tomó un mechero que sirve para encender las hornallas de cocina, y le acercó la llama a la cara y las manos de María. Esa agresión le dejó a la damnificada quemaduras de primer grado, es decir, superficiales.

“Trataba de sacármelos de encima, protegiéndome la cara con las manos, para que los golpes fueran menos fuertes”, señaló la jubilada. Eso, sumado a pedir ayuda a los vecinos con el hilo de voz que le quedaba fueron las únicas maneras que encontró de poder frenar aquella locura. Nada sirvió y hasta intentaron asfixiarla tapándole la boca y apretándole el cuello con las manos.

De repente, cuando parecía que nada detendría a los ladrones, se escucharon dos estruendos. Fueron los tiros que la Policía disparó desde la vereda al advertir que algo ocurría dentro de la vivienda, alertados por un vecino que vio la puerta rota y llamó al 911. “Ni siquiera sé quién fue el chico, pero me salvó la vida”, subrayó María.

Después de varios minutos de someter a la jubilada, los ladrones escaparon por los fondos de las casas linderas, con las manos vacías. A la víctima tuvieron que llevarla a un centro médico del barrio, y recién recuperó el alta ayer a la tarde.

“En 50 años en este barrio jamás pensé que me fuera a pasar algo así”, destacó la mujer, que trabajó durante tres décadas cumpliendo distintos trabajos como empleada de la facultad de Económicas de la UNLP.

Las secuelas que le quedaron a María van desde la piel enrojecida por las quemaduras, dolores en todo el cuerpo y encima, la pérdida de “Chiquita”, una de sus tres perras, que salió corriendo cuando oyó los tiros de la Policía.

Ahora la abuela se recupera con dificultad, aterrada por lo vivido. Aunque rezó durante el robo, su fe estuvo a punto de quebrarse: “No creí que fuera a salir viva”, sentenció.