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Biografía, pintoresquismo y amores fallidos en tres buenas propuestas

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

17 de Septiembre de 2016 | 02:22

GILDA, NO ME ARREPIENTO DE ESTE AMOR, de Lorena Muñoz.- El impecable trabajo de Natalia Oreiro disimula el manierismo, los trazos gruesos y la mirada a veces estereotipada de un film que, pese a todo, logra su cometido: revivir con buenas armas la vida de Gilda, una maestra jardinera que un día decide dejar los nenes para enseñar en la bailanta y que al final, tras su trágica y temprana muerte, se convertirá en ídola y santa. La película tiene un arranque que pone a prueba a la documentalista Lorena Muñoz: el cajón de Gilda y tras los vidrios del auto fúnebre, llantos y lluvias se superponen para darnos cuenta de una veneración que empezaba a consolidarse después de ese doloroso final. No hay golpes bajos, aunque sí simplificaciones y condescendencia. Los malos momentos que debió enfrentar Gilda (sus desacuerdos con la madre, la muerte del padre, su separación conyugal, sus dudas) aparecen muy dulcificado (jamás un beso apasionado ni una escena íntima con su nueva pareja) como para no empañar el tributo. La idea del libro es transformarla en una heroína que debe lidiar con los prejuicios de madre y esposo, que se abre camino sin pactar con nadie, que desafió con su silueta de maestra los códigos de las bailanteras, que peleó contra la magia de los productores y que se ganó el corazón de la gente con su modo, sus canciones y su entrega.

Buen retrato, que esquiva los supuestos poderes curadores de Gilda, que no explota el accidente ni el costado lacrimógeno de su biografía y que tiene una Natalia Oreiro que en escena luce linda y plena. (*** BUENA).

NOBEL DE TIERRA ADENTRO

“EL CIUDADANO ILUSTRE”, de Cohn y Duprat.- Farsa trágica y logrado retrato de un escritor presumido y sinuoso, que reside en Europa y que, tras ganar el premio Nobel, decide ir de paseo a su pueblo, ese “lugar donde mis personajes no pueden salir y yo no puedo volver”. Y allí (algo parecido a lo que pasó a Manuel Puig con General Villegas, su pueblito), en vez de recoger las mieles de su consagración se topará con la cara verdadera de unos personajes y un pasado que vienen a pedirle explicaciones. Están sus calles, sus conocidos, su novia del ayer (que lo sigue queriendo) y están las necesidades de cada uno, de un intendente de un pintor, de una vecindad que fueron parte de su vida y de sus relatos y que lo obligarán a reconocer que lo que se escribe no necesariamente es lo que se piensa y que, a lo largo de la vida, ficción y realidad, sueños y vigilias, se van uniendo y se van separando (y en el final, su brazo lastimado lo reafirma). El film funciona mejor al comienzo. El tono farsesco de la primera parte acredita más de un acierto. Su pintoresquismo, algo exagerado, tiene humor y simpatía. Pero le cuesta más cuando irrumpe la violencia, cuando el pueblo dejar ver su peor cara, aparecen personajes demasiado subrayados (¿era necesario que hasta la reina de la belleza fuera tan poco agraciada?) y se arriba a un final poco convincente.

Como en “El hombre de al lado”, Kohn y Duprat subrayan la incomodidad de todo intelectual engreído y desdeñoso cuando debe enfrentarse con la cruda realidad y sobre todo con el otro. El resultado, de cualquier manera, es por demás alentador: hay chispa, hay un gran trabajo de Oscar Martínez, personajes secundarios muy bien pintados (el intendente, la funcionario que supervisa el concurso de pinturas) y una historia que no te suelta y hace reír y pensar. (*** 1/2).

UN AMOR TRISTE

CAFE SOCIETY, de Woody Allen.- Triste, romántica, sencilla, demasiado leve pero a veces encantadora. Woody Allen lo hizo otra vez. Retorna al Hollywood de los 30 para decirnos que al final el amor tiene tanta consistencia como esas falsas burbujas de un mundo del cine hecho de sueños. Nos trae a un muchacho neoyorkino que va allí a trabajar con su tío, un exitoso representante de artistas. Y que se enamorará de la amante de su tío. Y será esa confrontación (entre New York y Los Angeles, alegorías de realidad y ficción) la que mostrará que al final todo es artificioso y que, como parte de ese gran sueño, está el amor, esa burbuja que a veces nos une y a veces nos separa. Sencilla en su apariencia formal, pero rica en sus entrelíneas. Tiene una sobresaliente Kristen Stewart, una claridad narrativa que es marca de fábrica y la voz de Woody comentando lo que va sucediendo, como para subrayar que todo es un cuento, pero un cuento cierto. El plano final es magnífico: se ve a los amantes pensativos, tristes y a miles de kilómetros, mientras, a su alrededor, el brindis y la alegría del fin de año se vive como otro sueño imposible (****MUY BUENA)

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