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Información General |¿El fin de los zoológicos?

Crecen los reclamos para exigir su cierre

Frente a una mayor conciencia de los derechos de los animales, muchos zoos enfrentan por estos días el dilema de transformarse o desaparecer

20 de Diciembre de 2015 | 02:45

Aunque hace tiempo que grupos de veganos y activistas por los derechos animales reclaman el cierre de zoológicos por considerarlos un espectáculo de enorme crueldad, su prédica alcanzó días atrás un hito nunca visto en nuestro país. Unas 2.500 personas se auto convocaron el domingo pasado frente al Zoológico de la ciudad de Buenos Aires para reclamar que se libere a los animales y el predio sea convertido en un jardín ecológico. Si bien la movilización se dio luego de una seguilla de muertes tan conmovedoras como inexplicables, lo cierto es que nunca antes este tipo de planteos había tenido en Argentina semejante adhesión.

Por supuesto que no se trata de un fenómeno local. De la mano de las redes sociales y la difusión de documentales a través de internet, la conciencia del sufrimiento al que el hombre somete a los animales y la cruzada contra los zoológicos en particular ha venido creciendo en todo el mundo. Y con ella han comenzado a producirse algunos cambios impensables hace apenas unos años atrás.

Nacidos de una concepción victoriana del mundo que anhelaba mostrar el exotismo de la naturaleza en la ciudad, los zoológicos como espectáculos edificantes fueron perdiendo a lo largo el siglo pasado su razón de ser

Ejemplo de ello son el anuncio del famoso parque de animales marinos SeaWorld de San Diego de que el año que viene ya no ofrecerá espectáculos con orcas, la determinación del gobierno de Costa Rica de cerrar en los próximos años todos los zoológicos del país con el fin de no mantener animales en cautiverio para exhibición, y las concesiones hechas por varios Zoológicos de Uruguay al pedido de organizaciones civiles para que leones, tigres y osos sean trasladados a santuarios en el exterior.

La cruzada contra los zoológicos también ha venido sumando conquistas en nuestro país. Luego de que en 2013, la presión de vecinos y entidades ambientalistas llevara a la Comuna de Bahía Blanca a disponer el cierre del zoológico municipal y el traslado sus animales hacia un complejo ecológico, el zoológico mendocino de San Rafael cerró sus puertas al público para dejar de existir a fin de año, y numerosos concejos deliberantes han recibido iniciativas en esta dirección. De hecho, en La Plata existen actualmente dos.

Nacidos de una concepción victoriana del mundo que anhelaba mostrar el exotismo de la naturaleza en la ciudad, los zoológicos como espectáculos edificantes fueron perdiendo a lo largo el siglo pasado su razón de ser. El desarrollo de la fotografía, el cine, la televisión e internet llevó que cada vez quede más en evidencia lo innecesario de mantener animales salvajes en cautiverio para aprender de ellos y el hecho de que implican una considerable cuota de sufrimiento ajeno, un costo que algunas personas aceptan y otras no.

ACORRALADOS

“Aunque aseguran que cumplen una función educativa, ayudan a crear conciencia ambiental y recuperan especies en riesgo, la realidad es que los zoológicos subsisten en base a exhibir animales a costa de su sufrimiento. Y en la medida que muchos de ellos están administrados por empresas privadas, ese sufrimiento es producto del interés de obtener un beneficio económico”, explica Nicanor Perera, integrante del Colectivo Abolicionista por la Liberación Animal de La Plata, al señalar que “por suerte cada vez más personas se están dando cuenta de que es espectáculo penoso y dejan de ir”.

A la par de esa mayor conciencia sobre el sufrimiento de los animales que menciona Nicanor, durante los últimos años se han producido además numerosas situaciones que han puesto a los zoológicos en la mira de la sociedad. Es el caso de las denuncias que acusan al zoológico de Luján de drogar a sus leones para que la gente pudiera ingresar a las jaulas y sacarse fotos con ellos; la muerte del oso polar del Zoológico porteño como resultado del calor y la pirotecnia de las fiestas de 2012; y los recientes fallecimientos de jirafas, lobos marinos y otras especies en medio de acusaciones de abandono en el mismo lugar.

Lo cierto es que al reforzar la imagen de los zoológicos como instituciones anticuadas, orientadas principalmente al entretenimiento y donde los animales sufren; estos incidentes han llevado a que los balances de los zoológicos tanto en Argentina como en gran parte del mundo no gocen precisamente de buena salud. Un caso emblemático de este fenómeno fue la reciente renuncia del presidente de SeaWorld al no poder revertir una caída del 45 por ciento en el precio de las acciones de la compañía; pero también la decisión de algunas aerolíneas de poner fin a su alianza estratégica con los acuarios norteamericanos, y la crisis que enfrenta el zoológico de Surabaya, en Indonesia, por la pérdida de visitantes debido a las muertes inexplicables de animales en él.

Como si esto fuera poco, gran cantidad de zoológicos en el mundo son actualmente blanco de una embestida jurídica por parte de organizaciones civiles que buscan liberar a sus animales planteando ante los tribunales que también ellos, como los seres humanos, son sujetos de derecho y se los debe respetar. En este sentido Argentina fue escenario de un fallo reconocido a nivel mundial.

A partir de un recurso de amparo interpuesto por la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales, en octubre pasado la Sala 2 de la Cámara de Casación Penal reconoció a Sandra, una orangután del zoológico porteño, como sujeto de derechos, transformándola en la primera “persona no humana” de la historia de nuestro país. La sentencia, que reconoce su derecho a la libertad, terminó avalando el reclamo de que sea trasladada a un santuario para simios en Brasil; y si bien sólo aplica a su caso, no son pocos los activistas que lo vislumbran como la puerta para liberar a otros animales después.

EL FUTURO

Aunque reconoce que el modelo tradicional de los zoológicos “no sólo ha perdido vigencia sino que hoy está en discusión” y que “la tendencia marca que los zoos cada vez van a tener menos animales”, el profesor Roberto Vaca, coordinador del Curso de Bienestar Animal de la facultad de Veterinaria de la UNLP, sostiene que liberación de los animales que plantean los organizaciones activistas “no es una solución”, dado que “muchos nacieron en cautiverio y no sobrevivirían ni una semana en su ambiente natural”. A su entender “por ahí pasa uno de los grandes problemas que habrá que resolver para avanzar”.

Lo mismo señala Leonardo Anselmi, vocero de la organización ZOOXXI y un referente a nivel mundial en la discusión en torno al futuro de los zoos. “El cierre no es una opción, porque hace que la mayoría de los animales acaben en otros zoológicos o en explotaciones peores. Se calcula que sólo el 5 por ciento de los animales tiene algún santuario o reserva donde ir y sólo un pequeño porcentaje de ellos podrían ser reintroducidos en la vida natural”, asegura.

Lejos de cualquier postura radical en favor de los cierres, Anselmi explica que “la solución pasa por hacer los zoológicos sustentables ecológica y financieramente”, ya que desde el momento en que dejen de ser rentables los primeros que van a pagar el precio van a ser los animales” debido a los “recortes en la calidad de los alimentos, la atención veterinaria y la contratan de profesionales”, dice.

Tampoco el filósofo australiano Peter Singer, autor del libro Liberación Animal y uno de los mayores referentes del movimiento animalista en el mundo, apoya la idea de que los zoológicos deben cerrar. “Para retener el apoyo del público tendrán que priorizar el bienestar de los animales. El confinamiento sólo puede justificarse para el beneficio de los animales, ya sea porque su hábitat natural está desapareciendo, porque están siendo cazados hasta la extinción o por el hecho de que al haber sido criados en cautiverio no tienen las habilidades para sobrevivir en la naturaleza.

Como entiende Singer, existe un futuro para los zoológicos, pero sólo en la medida que sus administradores entiendan que “el interés humano no puede estar por encima del interés del animal”.

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