La desigualdad que se hace muerte

DARIO WITT
Presidente de Casa Abierta María Pueblo

Si la estadística basada en lo que publican los medios de comunicación nos dice que en 2013 hubo 295 femicidios y que en 2014 fueron 277, también podemos decir que en 2014 hubo mundial de fútbol, que los medios estuvieron centrados en ese tema y que la oscilación de las cifras de la muerte (reconociendo el trabajo realizado por La Casa del Encuentro) no pueden depender de lo que los medios consideren que sea una noticia publicable o no.

Desde Casa Abierta María Pueblo sostenemos, desde hace muchos años, la necesidad de abordar integralmente esta problemática (estamos en proceso de construcción del Centro de Abordaje Integral para Víctimas de Violencia de Género más importante de Argentina, pero bien sabemos que eso solo no alcanzará). Creemos que siguen sin ser identificados los estados pre-femicidas (cuyo período de tiempo suele oscilar entre los 60 a 180 días de producido el corte del vínculo violento) que llevan a muchos hombres a ingresar en un estado de alta peligrosidad y violencia.

En este período, su vida, la de su ex pareja, e incluso hijos y/o familiares suele perder todo sentido. Esta peligrosidad (y otras más adheridas) no son identificadas actualmente en el abordaje de la mayoría de los casos. Además, las Comisarías de la Mujer siguen siendo un lugar que no representa un crecimiento profesional para ningún policía o personal que vaya a realizar tareas allí y lo mismo ocurre con las fiscalías temáticas en la Justicia.

La mujer necesita una respuesta integral y urgente ante este peligroso período. Sin embargo suele haber varias dependencias del Estado que se dedican a lo mismo, se superponen entre sí y las víctimas suelen ir de un lugar hacia otro sin encontrar respuestas concretas a ese inicial pedido de protección y acompañamiento que las impulsó a intentar salir de su situación de violencia.

La desigualdad de derechos entre mujeres y hombres sigue siendo la base socio-cultural que legitima a la violencia como principal sistema de resolución de conflictos, ya no solo en lo intrafamiliar, sino extendido hacia los múltiples tipos externos de interrelación humana que se retroalimentan de lo micro a lo macro y viceversa.

Sin embargo también es parte de la realidad las centenares de micro-respuestas que está ensayando nuestro pueblo en miles de lugares y hogares de nuestro país. Esto es lo más esperanzador, la gente se está apropiando de este problema y más temprano que tarde exigirá respuestas concretas a nuestros gobernantes. Quienes no las tengan comenzarán a sentir su repercusión en las urnas y creemos que en las calles también.

Al múltiple femicida Barreda ya no le bastó con su conocida frase “me decían conchita” para eludir ser declarado “indigno” y evitar volver a la cárcel. Seguramente el Centro de Capacitación y Prevención a construir en su ex-casa, expropiada por ley, ayudará mucho para lo que viene. Pero en una etapa de nuevos derechos, conquistados y a conquistar, lo que más ayudará sin duda será la toma de conciencia colectiva. A la cultura de la desigualdad, germen de la violencia, la hemos sabido construir entre todos. Pues deberá ser entre todos y todas, entonces, la tarea de deconstruir e intentar cambiar lo que hemos hecho mal. La igualdad de derechos entre mujeres y hombres no será regalada graciosamente, sino que deberá ser conquistada de manera solidaria y comunitariamente. Solo así se garantizará su continuidad en el tiempo.