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El caso de la granjera que adquirió dotes de poeta y matemática tras un golpe en la cabeza suele ser un fenómeno no tan raro
La historia de Leigh Erceg bien podría ser el argumento de una película fantástica pero no lo es. La mujer, de 47 años y quien hasta el 2009 era granjera en un rancho de Colorado, Estados Unidos, sufrió un fuerte golpe en la cabeza y, al despertar, de la nada, se encontró convertida en un genio de las matemáticas y en una artista capaz de percibir las formas y los colores de manera inusual.
Todo comenzó cuando la granjera sufrió un fuerte golpe en la cabeza mientras alimentaba a unas gallinas. Resultó con graves daños cerebrales que le hicieron perder la memoria e inclusive casi quedó imposibilitada de caminar tras el impacto. Con la ayuda de una amiga de la infancia, la mujer comenzó a recuperarse de a poco y en la actualidad es una excelente dibujante y poeta, con gran habilidad además para las matemáticas, y desarrolló una percepción especial de los sonidos y los colores conocida generalmente como sinestesia, un fenómeno que lleva a una persona a oler un color, mirar un sonido o escuchar una figura geométrica. Tiene lo que los médicos denominan como “síndrome del sabio”, que es cuando las personas desarrollan capacidades de las que antes carecía y aparecen repentinamente.
La posibilidad de hacer asociaciones inusuales, puede ayudar a todas las manifestaciones artísticas como la pintura o la literatura
El caso también se encuadra en lo que muchos especialistas denominan sinestesia, una conexión inusual entre áreas cerebrales que provoca una alteración de los sentidos. La sinestesia más común es la de vincular letras o número a colores. Así, una persona podría ver, por ejemplo, la letra T de color verde, o incluso percibir el olor de un color determinado.
El psicólogo Emilio Gómez Millán, director de un grupo de investigación especializado en la sinestesia, explica que “todos poseemos zonas asociativas entre los distintos sentidos en la corteza cerebral y que la sinestesia es el “modo normal de funcionamiento del cerebro, a través de las zonas de asociación sensorial, donde los distintos sentidos se comunican entre sí”.
El neurólogo Carlos Tejero, por su parte, señala que la sinestesia puede aparecer en algunas personas después de haber tenido una lesión cerebral. Aunque “la mayor parte de los pacientes tienen la sinestesia desde el nacimiento e incluso existen familias en las que el fenómeno se transmite, podríamos entenderlo como hereditario”, añade.
La posibilidad de hacer asociaciones inusuales, como ahora le ocurre a la granjera norteamericana -la que también padece como se dijo el síndrome del sabio-, puede ayudar a casi todas las manifestaciones artísticas como la pintura, la música o la literatura, afirma Tejero. “El pintor Wassily Kandinsky o el escritor Vladimir Nabokov, entre otros, son ejemplos de creatividad potenciada por la sinestesia”, sostiene el experto.
Lo más común (en un porcentaje de un 49%) es que se crucen los cables de los estímulos léxicos (letras, números o palabras escritas) con los colores, de forma que el sinésteta léxico ve los grafemas de un determinado color, siempre el mismo, independientemente del tono en que esté impreso. La “a” siempre será roja y la palabra “teléfono”, por caso, siempre será amarilla, la lea donde la lea. Este tipo de sienestesia la experimentaba el novelista ruso Vladimir Nabokov, que solía protestar de pequeño porque los colores de su alfabeto de madera no correspondían con lo que él percibía.
También es bastante frecuente (28%) que el sinesteta vea colores y formas cuando escucha ciertos sonidos (sinestesia musical). Por eso Frank Liszt le pedía a su orquesta que tocara “un poco más azul” o “no tan rosa”, algo que lógicamente los músicos nunca terminaban de comprender.
Hay otros tipos de sinestesia menos frecuentes, como los provocados por el sabor (4%), el olor (4%), el dolor, el tacto o incluso las personas (3%).
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