Los "crímenes perfectos", cada vez son más los casos impunes

Hay crímenes que no se han resuelto. Que siguen impunes. Que continúan llenos de interrogantes. Quién o quiénes fueron los autores de los asesinatos y por qué mataron a tal o cual persona siguen siendo las preguntas sin respuestas que se repiten entre los investigadores.

Para los peritos policiales y judiciales de cada uno de esos casos parece haber una barrera que no los deja avanzar en la investigación. Tienen más dudas que certezas respecto al móvil del crimen que, por lo general, se presenta confuso. Y lo único que abundan son presunciones, pistas que no conducen a nada y explicaciones poco claras.

La mayoría de esos casos volvieron a instalar en la opinión pública la idea de que existirían "crímenes perfectos", con cierto tinte mafioso que rodea a cada una de esas muertes. Y que resulta difícil saber quién fue el responsable de mandar a matar o directamente ejecutar a esas víctimas.

EJECUCIONES SIN RASTROS

La ejecución del comisario mayor (R) Oscar Beauvais (50) ocurrida el mes pasado en un zanjón de Lomas de Zamora o el asesinato del contador Adolfo Herro (54), que fue hallado asesinado frente a su casa de Cariló, el 25 de julio, son sólo dos ejemplos de la graves casos que permanecen impunes.

Beauvais, ex jefe de la Departamental La Matanza, había estado desaparecido varios días. La última vez que lo vieron fue cuando salió de la Universidad de Lanús, donde estudiaba Licenciatura en Seguridad. El cuerpo del ex policía fue hallado en un zanjón de una zona carenciada de Lomas por un grupo de vecinos. Tenía cuatro tiros en la cabeza y, según la autopsia, había sido asesinado pocas horas antes de que lo encontraran. Estaba por publicar un libro sobre la Policía bonaerense. Hasta ahora no se pudo establecer cuál fue el móvil del crimen.

Herro, un contador que llevaba más de 20 años en nuestra ciudad y que ocupó cargos importantes en la administración pública, fue encontrado muerto dentro de su Chevrolet Astra, frente a la puerta de su casa de Cariló. En la mano izquierda tenía un costoso reloj. También llevaba un billetera con plata. Y en el coche había una considerable cantidad dinero. Pero lo único que le robaron al profesional después de pegarle un tiro en la sien fue una pistola Glock. El caso continúa impune.

El 22 de agosto del año pasado, el vendedor de cuadros Nicolás De Sousa (28) y su novia, Antonia Zárate (29), fueron hallados asesinados en su casa de Villa Elisa, con signos de haber sido torturados. En esa misma localidad, pero en noviembre de 2000, el abogado Adolfo Vázquez (78) y su pareja Stella Maris Santillán (23) también fueron encontrados asesinados y con signos de haber sido sometidos a una brutal sesión de torturas.

La situación en que se encuentra la investigación de cada uno de estos casos no hace más que reafirmar en la gente la sensación de estar frente a crímenes perfectos en donde resulta, al menos por ahora, poco probable llegar a conocer la verdad.

Los crímenes citados muestran ciertas coincidencias. En todos ellos el móvil del asesinato resulta poco claro. Y si bien existen ciertas presunciones respecto a qué pudo haber ocurrido, ninguna explicación parece convencer a los investigadores. También hay otra característica común entre estos crímenes: en ninguno de ellos se encontraron huellas de los homicidas.

DOS CASOS EN VILLA ELISA

Nicolás De Sousa, era uno de los cuatro hijos del conocido empresario del arte Aldo De Sousa -dueño de dos importantes galerías en la capital federal- fue asesinado a golpes en su casa de 27 y 413, en Villa Elisa. Y su pareja, Antonia Zárate, murió asfixiada con una cinta de embalar.

Los homicidas, tras robar una agenda, una computadora, un televisor y un teléfono, se fueron en la camioneta Jeep Grand Cherokee de De Sousa, que fue hallada días después abandonada en la capital federal. La Policía realizó un minucioso peritaje en la camioneta y tomó declaración a muchas personas pero nunca pudo hallar una pista que ayudara a develar el caso.

A no muchas cuadras de la casa de Nicolás De Sousa, había ocurrido otro crimen que también conmocionó a los vecinos de Villa Elisa. El 7 de noviembre de 2000, el abogado Adolfo Vázquez y la joven Stella Maris Santillán fueron encontrados muertos y con signos de haber sido brutalmente torturados en una casaquinta de la calle 132, a metros de la avenida Arana.

En las primeras hipótesis, los investigadores mencionaron como una posibilidad indagar una posible vinculación del caso con el juego clandestino. Pero nunca se encontraron pruebas sólidas. La búsqueda de algún indicio o pista para llegar hasta los homicidas resultó infructuosa.

La chica fue ejecutada de un balazo, luego de que los homicidas le taparan la cara con una almohada. Los delincuentes consiguieron ingresar a la finca sin que se activara el sistema de alarma ni ladraran los perros que el profesional tenía en el parque.

Las víctimas aparecieron maniatadas y los homicidas actuaron con saña y presuntamente con la intención de dejar un mensaje. La Policía sospecha que no se trató de un homicidio en ocasión de robo. Pero lo que pasó durante esa madrugada en la vivienda de Villa Elisa todavía resulta un misterio para los investigadores.

Son sólo cuatro casos de una larga lista de crímenes impunes. Pero en estas historias, los investigadores ni siquiera pudieron avanzar sobre los móviles. Menos aún se sabe quiénes pudieron haber cometido esos asesinatos.