Un espectáculo conmovedor

Quedan pocos calificativos para describir lo que entrega la gente del Lobo. Hoy la realidad indica que debe bajar de categoría a la Primera B Nacional, pero esto puede ser transitorio, lo que nunca cambiará de nivel es la gente. El hincha es de Primera, y lo demostró ayer una vez más.

Y como en tantas otras oportunidades, volvió a demostrar lo que es, en las buenas y en las malas, aún pasándolo como local. Mostrando una entereza pocas veces vista.

En aquel lejano mes de diciembre de 1984 cuando ascendió ganándole a un grande como Racing, dando una vuelta olímpica ejemplar sin que nadie saltara al campo de juego; o también en la obtención de la Copa Centenario en el 94 donde le ganó a otro grande -River-, con una fiesta impecable.

Pero en las otras, en las tristes, también el comportamiento fue ejemplar. En junio del 95 sufrió en el Bosque un mazazo a su ilusión de campeonato contra Independiente. Y no hubo incidentes. Le ha tocado perder clásicos o quedarse en la puerta de algún título, y su gente nunca ocasionó un problema.

Y ayer un estadio repleto fue testigo de otro durísimo golpe, como lo es descender. Y lejos de abandonar esa postura, despidió a sus jugadores de pie y con una ovación conmovedora, aún en medio del dolor. Porque el equipo murió de pie. Y el hincha también.

UN MARCO ESPECTACULAR

El estadio de 60 y 118 lució completo, y la salida del Lobo fue espectacular. Miles de banderas y globos azules y blancos, papelitos y el "Dale Lobo" que se escuchó más fuerte que nunca. El Guillermo, Guillermo" fue emocionante sabiendo que era la tarde del adiós. También para Fito Rinaudo que cumplía su partido 100.

Durante los noventa minutos la gente alentó y no dejó que el equipo decayera, aún tras ese tempranero gol que sin dudas sorprendió a todos.

Aún estaba entrando gente cuando los sanjuaninos sorprendían en el Bosque. El paso apurado, y la pregunta de "¿qué pasó?" al saber del tanto de la visita. Los pasillos llenos y la zona de los jardines con hinchas caminando de un lado a otro cigarrillo en mano.

Afuera del estadio, muchísima gente más que buscaba explicaciones. Al no poder entrar, fueron muchos los que decidieron aunque sea estar caminando por el Bosque con la radio pegada a la oreja.

Adentro mientras tanto, chicos, grandes, hombres, mujeres, hinchas que peinan canas, adolescentes, grupos de amigos, familias completas, todos tratando de empujar al equipo del Indio Ortiz en busca de un nuevo milagro.

El reloj fue corriendo sin piedad, y la desesperación de ver que el tiempo se consumía. El gol de Vizcarra hizo pensar que el milagro podía darse una vez más. Quedaba bastante por delante y todo era posible. Las posibilidades estuvieron, pero esta vez la pelota no quiso entrar. Y así, la tercera, esta vez no fue la vencida.

ANTE TODO, LA PASION

El pitazo de Baldassi decretó el final de esta historia de lucha, sufrimiento, cansancio y desgaste psicológico, cosas con las que convivió en los últimos 3 años el hincha. Y allí afloraron diferentes sensaciones, llanto, aplauso, cánticos y abrazos con el ocasional compañero de tribuna.

La salida del público fue E-J-E-M-P-L-A-R. Había tristeza, sí. Hubo llanto, sí. Pero no fue dramático. La gran mayoría del público se fue retirando de a poco. Algunos decidieron quedarse y despedir a los jugadores, y darle su apoyo -Rinaudo dejó el estadio entre lágrimas-. Y eso también es "pasión". Eso también es ser "grande", más allá de un descenso. Porque el hincha no desciende, en todo caso, a esto se llega por las malas acciones de los dirigentes de los últimos años y sus erráticas decisiones.

Pasadas las 18, el último jugador en retirarse con los ojos vidriosos fue el Mellizo quien a pesar del frío de la noche que caía, se sacó su campera, se la regaló a un hincha y se quedó solo con una remera. Muy cerca de allí, dos chicos guardaban una bandera con la imagen del capitán, que transcribía una parte de una canción de Los Redonditos: "Mi único héroe en este lío". Toda una descripción del momento.