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Información General |CHICOS ADICTOS

En un año, más de cien padres pidieron en la Provincia que internen a sus hijos

El dato corresponde sólo a un servicio estatal, por lo que las autoridades admiten que la cantidad de reclamos es en realidad mayor. La mayoría de pedidos es por varones de entre 15 y 17 años

En un año, más de cien padres pidieron en la Provincia que internen a sus hijos

En un año, más de cien padres pidieron en la Provincia que internen a sus hijos

17 de Junio de 2012 | 00:00

Por Facundo Bañez

Dos días después de que se conociera el ruego desesperado de una madre de Altos de San Lorenzo para que internaran a su hijo de 13 años por su vínculo con las drogas y el delito, el martes pasado, otra mujer de la misma zona pero de distinto barrio hizo idéntico pedido por la misma razón. Fue para que su hija de 14 años pudiera ser internada por su adicción al paco. El dato inquieta pero a esta altura no debería llamar la atención: es parte de un fenómeno que hasta ahora ninguna política de Estado -ni nacional, ni provincial ni municipal- ha logrado revertir: el de los chicos en situación de riesgo y, con ellos, el de sus padres que piden ayuda a los gritos porque se ven superados por un cuadro que combina adicción, delincuencia y desamparo casi en dosis iguales.

Las estadísticas confirman lo que cualquiera puede sospechar con sólo ver el batallón de chicos que a diario recorren las calles en busca de monedas, abriendo las puertas de los taxis o aprovechando los semáforos para limpiar el vidrio de algún auto. En apenas un año -del 1 de junio de 2011 al 31 de mayo pasado-, el Servicio Zonal de Promoción y Protección de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia debió intervenir sobre un total de 1070 niños, niñas y adolescentes sólo por sus problemas de adicciones. De ellos, 107 casos -el 10% del total- fueron por pedido de sus propios padres. El dato corresponde apenas a un servicio del territorio bonaerense y no tiene en cuenta los reclamos que se hacen en juzgados, hospitales, ONG´s u otras dependencias estatales, por lo que las propias autoridades provinciales que tratan el tema reconocen que el número de familias que piden la internación de sus hijos “es en realidad mucho mayor”.

El dato puede inquietar o preocupar, pero a esta altura a pocos les llama la atención.

“Cada vez hay más padres que piden que internen a sus hijos porque saben que van a morir o van a matar a alguien”, asegura el juez platense Federico Arias, para quien el problema se agrava día tras día “por la inacción del Estado” pero también “por la indiferencia de la sociedad que exige a las autoridades políticas sólo soluciones represivas para los jóvenes”.

Según el magistrado, además, “ciertos sectores academicistas enarbolan un discurso extremadamente liberal, de modo que cualquier intervención sobre la esfera de libertad de los menores suele ser interpretada como un regreso al viejo sistema de patronato, todo lo cual debilita el sistema de autoridad que necesariamente debe existir en la infancia y la adolescencia”.

ESTADISTICAS

Según un informe del Registro Estadístico Unificado de NIñez y Adolescencia de la Provincia dado a conocer esta semana, en los últimos doce meses los Servicios Zonales bonaerenses realizaron 2684 intervenciones sobre 1070 chicos motivadas por la problemática de adicciones. Del total de menores con los que se intervino, 954 fueron varones y 116 chicas. El promedio de edad de todos ellos ronda los 15 años, siendo el rango etáreo con más intervenciones el que va de los 15 a 17 años con 1818 intervenciones, seguido por el de los 12 a 14 años con 391 intervenciones y por el de los 10 años con 48 intervenciones. De ese total, según el informe, 364 chicos debieron ser internados en comunidades terapéuticas para seguir su tratamiento.

“Uno de los datos salientes es que el 10% de las intervenciones se tomaron por presentación espontánea de la familia -apuntaron fuentes del Servicio Zonal-, es decir que fueron los propios padres quienes pidieron ante este servicio que se dispusiera la internación de sus hijos”.

El resto de las pedidos, precisa la estadística oficial, llegó de ámbitos como organismos de salud, del Poder Judicial y de lugares como los Centros Provinciales de Atención a las Adicciones (CPA) de la Provincia.

CASOS

Una de las historias que evidenció el drama que viven cientos de familias en nuestra región fue el de J.G, una mamá de Altos de San Lorenzo que el martes pasado pidió públicamente que el Estado se hiciera cargo de su hijo de 13 años y lo internara por su adicción a las drogas.

El pedido fue en realidad un ruego desesperado.

“Ya no se a quién más pedirle ayuda -había dicho la mujer-. Mi hijo está pasado de droga y todos los profesionales que lo vieron me aconsejaron una internación compulsiva. Tiene 13 años pero hace rato que consume cocaína, marihuana, paco, pastillas y lo que venga. Yo no lo puedo contener. Cada vez que sale lo hace para robar. Los vecinos ya lo conocen, y más de uno me dijo: ‘entregame el guacho que lo vamos a hacer boleta’. El nene puede aparecer muerto en cualquier momento, pero está tan enfermo que también puede matar a alguien en cualquier momento”.

“Cada vez hay más padres que piden que internen a sus hijos porque saben que van a morir o van a matar a alguien”, asegura un juez platense

La historia de este chico y su madre, apenas una estrella mal iluminada en medio de una galaxia de miseria y marginalidad, es la de tantos en las calles y villas de nuestra región y el país y sirve, por qué no, para resumir a la perfección el drama cotidiano de la infancia excluida.

Apenas unos días antes de que J.G. alzara su voz para pedir ayuda, de hecho, se conoció el caso de Rodrigo, un nene de 10 años que vivía a pocas cuadras de la casa de esta madre -también en Altos de San Lorenzo- y que apareció asesinado a golpes debajo de un arbusto en 14 entre 525 y 526, en un hecho que investiga la Justicia y que aún genera conmoción.

“Mi miedo es que mi hijo termine como Rodrigo”, dijo J.G. este viernes, a pocas horas de conocerse la decisión de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia de internar finalmente a su hijo. “Ojalá que sirva de algo -agregó-, porque yo en casa ya no lo podía contener”.

VICTIMAS

El drama de los padres que piden la internación de sus hijos ante el avance de una adicción no es un problema que pueda separarse de otros como la pobreza, la exclusión o la marginalidad. Son caras distintas de una misma moneda. Y a nadie debería llamarle la atención que tantos pibes recurran al paco o al alcohol en un contexto donde la miseria y la falta de recursos llevan a que la calle sea para varios de ellos ya no un segundo hogar sino, muchas veces, el primero.

En la actualidad, el trabajo infantil alcanza a casi 1.500.000 menores de 15 años, según estimaciones recientes de Unicef. De ellos, casi la mitad se dedica a pedir.

Pero hay más: cerca del 50 por ciento de los chicos que están en las calles platenses, según datos de ONG’s locales, tienen entre 10 y 15 años, y son más varones que mujeres. Salen a trabajar, se exponen a situaciones que ponen en riesgo su salud física y psíquica, asumen responsabilidades propias de un adulto, dejan la escuela y pierden así una oportunidad para escapar de esa pobreza que, justamente, los empuja a la calle y a más pobreza.

“A mi me encantaría que mi hijo fuera a la escuela -contó J.G esta semana-, pero cómo hago para mandarlo si la droga ya lo atrapó”.

La de este chico y su madre es una historia anónima por la obligación de resguardar los nombres, pero repetida hasta la tragedia en los barrios de la periferia local. Basta con una simple recorrida por esas barriadas de casillas desamparadas para ver que el problema, pese a los discursos, se torna cada vez más grave y tangible. Y que historias como la de J.G, o como las de Rodrigo o la madre que pidió la internación de su nena de 14 años, son cada día más comunes, más repetidas. Historias que pueden verse en varias esquinas. En las mesas de los bares. En los semáforos. En las paradas de taxis. Historias con flores o estampitas en la mano. Historias que, lástima para todos y todas, cada día se escriben un poquito más.

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