Amelia Herrera de Marín

A los 102 años, tras una vida fructífera, falleció Amelia Juana Herrera de Marín, una vecina que logró un gran arraigo en la Ciudad y el afecto de quienes tuvieron la oportunidad de conocerla.

Había nacido en la ciudad de Rosario, el 8 de marzo de 1910. Sus padres fueron Sara Emilia Piaggio y Francisco Gerardo Herrera; fue la sexta de nueve hermanos: Trinidad, Sara, Francisco Gerardo, Santos, Irma, Josefina, Elisa y Nolasco, único que la sobrevive.

Cuando ella era aún muy pequeña su familia se mudó a La Plata y se radicó en la zona de 47 entre 1 y 115, barrio del que tuvo muchos de sus mejores recuerdos, ya que allí transcurrieron su infancia, adolescencia y parte de su juventud.

Se recibió de profesora de dibujo artístico en la Escuela de Bellas Artes. En otro orden, desde muy joven y hasta edad avanzada practicó deportes en el Club Estudiantes, del que era simpatizante.

El 12 de agosto de 1939 se casó con Serafín Marín, al poco tiempo se trasladaron a la ciudad de Mercedes, donde su esposo inició la carrera judicial. Allí nacieron sus hijos Carlos Alberto - ya fallecido - y Jorge Luis. En el año 1949 con motivo de la designación de su esposo como juez de Trabajo en Quilmes, se radicaron definitivamente en La Plata, donde nació su hijo menor, Gustavo Serafín.

El fallecimiento de su esposo y, tiempo después el de Carlos Alberto, su hijo mayor, fueron dos de los golpes más dolorosos que le asestó la vida. Sin embargo, Amelia sobrellevó las pérdidas con gran entereza, apoyada en sus hijos Jorge y Gustavo, quien por entonces tenía 13 años.

Nunca perdió su ánimo ni su temple, tras un corto paso por la docencia, se dedicó por completo a su hogar; acompañó y alentó a sus hijos, primero en sus estudios y luego en el ejercicio de sus profesiones.

Con los años se convirtió en abuela de siete nietos: Viviana, Jorgelina, Carlos, Augusto, Federico, Nicolás y Santiago, a quienes cuidó y entregó todo su amor. Para ella era una gran alegría poder cocinarles, llevarlos de paseos, de compras y hasta jugar algún partido de fútbol o tenis, algo que hizo hasta aún cuando ya tenía muchos años.

Su salud y vitalidad asombrosa le permitieron viajar con 80 años por México y Cuba junto a sus nietas mayores.

También se sintió plena con los nacimientos de sus cinco bisnietos, María Sol y Juan Cruz Piépoli Marín; Joaquín Vila Marín y Moisés y Salvador Marín. Además esperaba con ansias el nacimiento de Amalia, su sexta bisnieta que llegó al mundo dos días después de su fallecimiento.

Madre y abuela amorosa, se entregó por completo al cuidado de su familia; pero también cosechó grandes amigos que disfrutaron de su buen carácter, su risa pronta, la organización de paseos en los que los incluía y de su casa siempre abierta para recibirlos. Además supo compartir con ellos viajes y salidas frecuentes.