Le pegan un tiro en cada pierna por resistir el robo de su moto

PABLO ACEVEDO, EL HOMBRE QUE TERMINÓ CON UN BALAZO EN CADA PIERNA, POR RESISTIR EL ROBO DE SU MOTO EN MELCHOR ROMERO. ESTABA JUNTO A SU HIJA DE 7 AÑOS, QUE SE LLEVÓ UN GRAN SUSTO

Los tiros que le pegaron fueron dos, aunque intentaron dispararle más veces, en medio de un intento de robo de una moto en Melchor Romero.

Los balazos, por suerte para la víctima, le impactaron en las piernas y por eso ahora puede contar, en primera persona, esta historia de extrema inseguridad, todo delante de su hija de siete años.

El caso ocurrió el domingo pasado, hacia las 20.00, en 32 y 167.

Pablo Acevedo (38) había ido a buscar a la menor a la casa de la madre, “por el mismo camino de siempre”, le contó ayer a EL DIA.

Pero cuando llegó a la dirección de mención, el hombre oyó el ruido de otra moto, que se le acercaba por detrás.

“Miré por el espejo y no tenían ni luces. Cuando giré la cabeza, ya los tenía al lado”, recordó el damnificado.

En cuestión de segundos, los dos asaltantes sacaron un arma y empezaron a increparlo.

Ante semejante amenaza, el hombre intentó en un primer momento solucionar la situación hablando.

“Yo les dije que no les iba a dar la moto, quería dialogar, porque para ese momento mi nena ya estaba llorando”, contó Acevedo.

“Dale, porque te quemo”, le espetó el ladrón, que se había bajado de su rodado, mientras seguía apuntándole.

“Tirale, que este es un vigilante”, le propuso el cómplice.

Al prever que podían agredirlo, Pablo atinó a bajarse de la moto, sacarse el casco y pararse delante de su hija “para protegerla por si le tiraban a ella”, sostuvo.

El delincuente que empuñaba el revólver calibre 32 largo volvió a gritarle que se quedara quieto.

Segundos después apretó el gatillo: el proyectil le rozó en la pantorrilla izquierda.

Allí Acevedo sintió “un ardor fuerte”, pero permaneció de pie. El primer disparo no fue suficiente y el ladrón se preparaba para continuar, a pesar de que “le costaba calibrar el arma para volver a disparar”, señaló.

El delincuente caminó hacia atrás algunos pasos, siempre apuntándole a la víctima.

Después de que el segundo intento por tirar fuera fallido, volvió a percutar el tambor: la segunda bala le pegó en la parte interna del muslo derecho.

Ese ladrón salió corriendo. Pablo vio al otro delincuente y comenzó a agredirlo con el casco, que se había sacado.

“Si me enceguecía pegándole, habrían vuelto para seguir disparándome”, reconoció la víctima, que en la mitad de los disparos le ordenó a su hija que se fuera corriendo.

Dolorido, Acevedo alcanzó a llegar a su casa. Desde allí un patrullero lo llevó al hospital de Romero, de donde salió de alta rápido.

“En siete años viviendo acá nunca me pasó esto. Lo peor es que la Policía los conoce a los ladrones. ¿Qué van a esperar que maten a alguien?”, se preguntó.

Hoy Pablo camina con dificultad, aunque el trauma también alcanza a su hija: “Quedó muy nerviosa por todo. Encima, los ladrones ni la registraban. No les importaba nada”, sentenció.