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Opinión |ESTO QUE PASA

Apagones: cuando lo barato resulta demasiado costoso

22 de Diciembre de 2013 | 00:00
UN BARRIO PORTEÑO SIN EL SUMINISTRO ELÉCTRICO, EN UNA SEMANA DE SOFOCANTE CALOR
UN BARRIO PORTEÑO SIN EL SUMINISTRO ELÉCTRICO, EN UNA SEMANA DE SOFOCANTE CALOR

Por PEPE ELIASCHEV

Twitter @peliaschev

Pasa lo que tiene que pasar. Encadenada a su romance con lo inevitable, la Argentina se repite a sí misma, infatigable. Pretende controlar los precios, programa cortes de energía, anuncia que secretos enemigos “bajan la palanca”, lanza planes todo el tiempo. Aparentemente va, pero no deja de venir, reiterando la misma receta obsesiva: si se insiste en algo, al final eso triunfará. Es el enamoramiento por el clásico apotegma de Albert Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Debe ser que la Argentina no busca resultados distintos, atrapada por un fenomenal déficit de inteligencia emocional. Cree que progresa, pero es pura dispepsia. Los brutales cortes de luz de esta semana en el área metropolitana y otras zonas del país hicieron evocar el verano de 1988/1989, pero, como recordó con formidable perspicacia el periodista Alberto Amato (Clarín, 19/12), ya en el verano de 1961, gobierno de Arturo Frondizi, había cortes en Buenos Aires.

PAIS FELIZ

Nada del otro mundo, todo muy racional. La Argentina se permite “disfrutar” de las tarifas de energía eléctrica más bajas de América del Sur y un costo promedio de producción que cinco veces superior a lo que pagan los usuarios finales. Ésta es la madre del borrego, aunque el Gobierno prefiere culpabilizar a las empresas distribuidoras Edenor y Edesur por los cortes de luz. Jorge Capitanich, que en apenas 30 días diluyó formidablemente su peso específico inicial, amenazó incluso con estatizarlas. Fue una baladronada. ¿Volver a la Segba que privatizó el peronismo en 1992? La verdad es tan deslumbrante que cuesta verla con los ojos abiertos: el errático suministro de energía se debe a años de tarifas retrasadas y subsidios mal direccionados, dos legados del kirchnerismo.

Hay evidencias rotundas. Las tarifas eléctricas residenciales del Gran Buenos Aires son quince veces menores que las aplicadas en Uruguay, ocho veces y media inferiores a las rigen en Chile y cinco veces más bajas que se les cobra a los pequeños usuarios de Brasil. Según cifras recopiladas por un experto reconocido, el ex secretario de Energía Daniel Montamat, “si se toman en cuenta las tarifas industriales, la brecha es menor, aunque con un costo para consumidores medianos en Argentina cuatro veces menor que en Chile y en Brasil y ocho veces inferiores respecto de Uruguay”. Pero no se trata de que “la Argentina” es barata respecto de la región. La tragedia es que la barata es la ciudad de Buenos Aires respecto del país: las tarifas industriales medias son dos veces superiores en la provincia de Santa Fe, y en Córdoba la brecha llega a cuatro con respecto al Gran Buenos Aires.

El país padece un diagnóstico equivocado. “Se habla de falta de inversiones pero no del manejo de la demanda que implica niveles de tarifas más altos y precios más altos en pico que fuera de pico”, argumenta Fernando Navajas, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). “El costo marginal a las 9 de la mañana es de $ 600 y a las dos de la tarde se va a $ 2500. Hay que empezar a trabajar con medidores inteligentes”, advierte. ¿Pero no será pedirle mucho a la Argentina?

El país tiene un repudio casi instintivo a las aproximaciones pragmáticas e inteligentes. El pequeño y astuto Uruguay tiene en vigencia hace años un espectacular tarifaria de doble horario en los hogares: la energía es mucho más cara de 17:00 a 23:00 (o 18:00 a 24 en verano) que durante el día. La sociedad uruguaya lo sabe y se adecua: el que quiere celeste que le cueste. No es lo que se hace en la Argentina, un país que viene tirando manteca al techo desde casi siempre.

RAZONES PODEROSAS

Según otro especialista, Gerardo Rabinovich, del Instituto Mosconi, “los cortes se producen por múltiples motivos. El más simple es echarle la culpa al clima y después al consumo de la gente. Es un mensaje falso para culpabilizar al inocente, además es contradictorio con el mensaje global del Gobierno que alienta el consumo. La realidad es que hay una falla de política energética. Esta conducción ha generado una bola de nieve que será difícil de parar rápidamente. Hay que pagar al menos lo que cuesta producir la energía eléctrica”. Por su parte, para el economista Navajas “el drama es un desacoplamiento total de los precios que abona la demanda. Un tercio de los usuarios paga valores 16 veces por debajo de los costos contables del sistema, no tiene ninguna lógica y generó un exceso desorbitante de demanda”.

Un estimativo concebido por la consultora privada Empiria (Hernán Lacunza, Pedro H. Rabasa, Milagros Gismondi, Damián Bonari) pronostica que las transferencias fiscales para cubrir el agujero energético terminarán sumando 93.000 millones de pesos este año. La Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) y Energía Argentina (Enarsa) que subsidian las tarifas de energía en el área metropolitana y la compra de gas importado para abastecer el mercado interno, se llevan más del 80 por ciento de esa montaña de dinero, según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP).

De los tres grandes tramos del sistema eléctrico (generadoras, transportistas y distribuidoras), solo el tercero prácticamente no recibe subsidios. En cada factura de luz un 30 por ciento es el precio de la energía generada, otro casi 30 por ciento proviene del valor agregado de las distribuidoras), entre un tres y un cuatro por ciento al transporte y el restante 30 por ciento a impuestos. El Gobierno subsidia al cliente, no a las empresas, un grandilocuente himno al populismo eléctrico. “Los subsidios no están destinados a las empresas, ni a la inversión de capital. Se otorgan para comprar combustible, que es muy caro y cada vez se necesita importar más Es gasto corriente dirigido al consumidor con un fin político que desconoce los fundamentos de la economía energética”, de explicó Rabinovich al diario porteño El Cronista. Conclusión inescapable: el país padece la falla estructural de la política energética aplicada por el kirchnerismo, incluyendo subsidios mal direccionados, ausencia de inversiones, y fracasos en decisiones tomadas que no permitieron estructurar un sistema energético sustentable.

BIFE DE LOMO

Todo tiene que ver con todo, dicen. El campo lo expresa. Acaba de certificar la Cámara de la Industria de la Carne (Ciccra) que la mayor producción cárnica de la Argentina este año fue prácticamente absorbida en su totalidad por el mercado interno. Los argentinos nos masticamos más del 93 por ciento de la carne vacuna aquí producida.

Mucha carne en el mostrador y precios baratos (al menos comparados con otros alimentos) produjeron que el consumo por habitante (63,5 kilogramos al año) fuese en noviembre de este año un 8,4 por ciento superior al mismo mes de 2012. ¿Consecuencia? Las exportaciones cayeron 15,6% interanual en octubre (último dato disponible). En diez meses, la tasa de crecimiento interanual descendió a 11,8%. ¿Razones? Falta de competitividad por tipo de cambio efectivo. Para los empresarios del sector, es imposible competir en el exterior cuando en la Argentina el kilo de res vale 4,22 dólares, mientras en Uruguay o Brasil el costo es 3,10/3,30 dólares.

Este es el magma en que navega la Argentina, un país cuyo gobierno ha resuelto ignorar adrede todo sistema racional de precios, embriagado en una arcaica letanía anticapitalista. Por eso la asfixiante insistencia en congelar, vigilar, monitorear o fijar precios desde el tablero de control de la burocracia política que ha colonizado el aparato del Estado. Siempre exaltando en la defensa de causas sacrosantas (“defender la mesa de los argentinos” es una de ellas), el Gobierno ha dilapidado un monumental stock de recursos. Sigue sin admitir el error central; el instrumental responde cada vez menos al voluntarismo ideológico. Nada de lo que hace la Argentina es parte de la vida cotidiana de la región sudamericana, con excepción de Venezuela. Ése es el problema.

Pero no hay que desesperar. Aerolíneas Argentina volvió a cubrir la ruta a Nueva York, cerrada en 2008. El vuelo inaugural de la empresa en manos de La Cámpora partió desde Ezeiza (vuelo AR1300) el domingo 15 de diciembre, llevando varios invitados oficiales a bordo, incluyendo al fabricante de zapatos Ricky Sarkany, la modelo Sofía Zámolo, la locutora Elizabeth Vernaci y (naturalmente) un enviado de C5N, la señal de cable Cristóbal López, a todos en Club Cóndor (business), un pasaje cuyo costo supera los 15.000 pesos. La empresa invitó al vuelo inaugural, además, a Guido Süller, que supo ser empleado de la empresa. Ningún esfuerzo es poco para defender “la mesa de los argentinos”.


www.pepeeliaschev.com


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