Alda Ofelia Fedriani

Fue una docente que ejerció su profesión de manera amorosa y dedicada, pero por sobre todas las cosas Alda Ofelia Fedriani fue una mujer de bien que se distinguió por su fortaleza y empuje; por eso, quienes la conocieron, están conmocionados por su partida.

Había nacido el 8 junio de 1921 en Junín, provincia de Buenos Aires, en el seno del hogar conformado por Isidora Bolado y Eduardo y compartió su infancia junto a sus hermanos Nélida y Eduardo Néstor.

Su padre se desempeñó como gerente de Banco Provincia en distintas sucursales del interior hasta que finalmente fue designado para trabajar en la Casa matriz local.

Alda Fedriani amaba la docencia y, luego de recibirse de maestra, se dedicó a formar con idoneidad a numerosas camadas de niños.

Trabajó como docente y secretaria de la Escuela N° 12 de City Bell y, años después, fue directora de una escuela de Villa Elvira.

Se casó en primeras nupcias con Emigdeo Timoteo Del Bono, de la unión nacieron sus hijos Luis Eduardo, Juan Carlos y Guillermo José, quien falleció en un accidente a edad temprana. Ese fue uno de los golpes más terribles que afrontó, quebrada por el dolor, pero con gran dignidad y entereza.

En el año 1954 falleció su esposo, pero sacó fuerzas para criar a sus hijos con los valores que aprendió de sus mayores. Algunas de sus principales premisas fueron que sean personas de bien y que no descuidaran su formación. Cada noche les dejaba un libro en la mesa de luz para inculcarles el hábito de la lectura.

Se casó en segundas nupcias con Carlos De Felice y con los años tuvo la alegría de convertirse en abuela de cinco niños y en bisabuela de un pequeño que alcanzó a conocer.

Amante de las artes plásticas, viajó a Perú para hacer cursos de pintura estilo cajamarca y de retablos.

En su casa de barrio La Loma montó un taller de pintura que compartió junto a un grupo de amigas.

También fue una gran lectora y hablaba francés con gran fluidez.

Alda Fedriani se mantuvo elegante, lúcida e interesada por los temas de su entorno hasta poco antes de fallecer. Además escribió un libro de cuentos cortos y plantó decenas de árboles para plasmar su amor por la naturaleza.

Siempre se preocupó por estar actualizada, una cualidad que le permitió mantener vínculos estrechos con los más jóvenes de la familia. Todos sus nietos aprendieron a manejar con ella y en su figura encontraron interlocutora inteligente y compinche.

Fue también una gran relatora de historias en las que siempre dejó entrever su gran humanismo y amor por el prójimo; por eso quienes la conocieron la evocarán, sin dudas, en cada una de las palabras en las que ella dejó su huella.