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Revista Domingo |CONTRATAPA

Divorcios y fugas

22 de Septiembre de 2013 | 00:00
Divorcios  y fugas

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

No hay lugar en las cárceles. Lo dicen los garantistas y los rigurosos. Pero el servicio penitenciario a su manera parece estar encontrando una salida. Como la seguridad es el gran tema de campaña, los uniformados están en el centro de la escena, animando un tránsito de presos muy dinámico.

Como el gobierno en campaña descubrió la inseguridad, las sobreactuaciones abundan. La vida se llenó de agentes, patrulleros, cámaras, gendarmes. Hasta la caballería salió a correr motochorros. (¿Serán caballos de carrera?, si no va a ser brava la persecución).

Pero, paralelamente se siguen escapando presos. Como el nuevo ministro anticipó que todos los delincuentes irán a la cárcel, el servicio penitenciario de a poco empezó a hacerles lugar a los que están por llegar.

Hay una renovación permanente en los calabozos: están los que llegan, los que excarcelan y los que liberan. Por eso, cada tanto, a la hora del conteo final, al centinela se le pierde algún condenado.

La huida de esta semana fue en el Penal de Neuquén. Un criminal se escapó escondido en el interior de un aparador con cajones. El condenado pesaba 80 kilos y medía un metro ochenta. Y el aparador tenía 1,20 de alto. Dos presos y dos guardias lo cargaron en la camioneta, pero no se dieron cuenta de nada.

Evidentemente, el área Despedidas viene funcionando bien en las cárceles, pero el Departamento de Fugas debería encontrar mejores excusas para poder explicar tantas evasiones.

Aunque no son los únicos que se escapan: un reciente informe dio a conocer que cada 90 minutos, sólo en la ciudad de Buenos Aires, se divorcia una pareja.

Y el divorcio es también una escapada. De un amor, de un compromiso, de un sueño. Es huir hacia un después lleno de incertidumbre.

Fugarse, como vemos, está de moda. Sucede en el amor, en los negocios, en la política. La escapada puede ser un alivio o una esperanza. Lo saben los presos, los cónyuges y los candidatos. El informe dice que por cada dos casamientos hay una separación. Duele que haya tan poca diferencia entre los enamorados y los desilusionados. Es decir, un tercio de las parejas que andan del brazo por la Ciudad, incluso nuestros amigos, ignoran (¿o no?) que transitan los preparativos de la dolorosa ruptura.

Si cada hora y media una pareja se deshace, más de uno deberá a empezar a mirar el reloj del amor con mucha curiosidad. Un reloj a que a veces atrasa y a veces adelanta, pero que debería servir como despertador para sacudir a tanto cónyuge que duda entre seguir o sumarse al pelotón de la hora y media.

Las estadísticas dejan ver que los matrimonios vienen más frágiles y perecederos. El amor dura menos y el divorcio se ha vuelto muy ágil. ¿Qué hacer con los desertores? Y el Papa Francisco, siempre alerta, se sumó a la discusión.

Sabe que el matrimonio hace rato que está en crisis y que se rompe casi la mitad de las parejas que se unen. Por eso pidió a los sacerdotes una mayor tolerancia hacia los divorciados y las parejas de hecho que se acercan a la Iglesia. Dijo que las parroquias deben ser “abiertas y acogedoras”. Y agregó que es importante buscar siempre “formas nuevas y adecuadas para las personas a las que se dirige” el mensaje pastoral. El Papa insistió en varias oportunidades con la expresión “cálida bienvenida” y en que “los fieles deben sentirse” en la Iglesia “como en casa”.

La Iglesia siempre necesitó de los pecadores para sostener credo y salvavidas. Su clientela se nutre más de los fallados que de los virtuosos. Y el Papa, que no quiere que se le escape nadie más, les dio una bienvenida a los que habiendo naufragado en su aventura matrimonial buscan la brújula celestial para poder empezar una nueva singladura.

Como el amor fracasa cada hora y media, el mandato del Papa Francisco fue concluyente: si no se puede impedir las escapadas, hay que ofrecerles consuelo y esperanza a los cónyuges en fuga.

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