Un clamor: “Luchemos por la vida”

Ocurrió en la primera semana de septiembre. El tránsito de la Región se cobró la vida número cien en lo que va del año. Ya son, en ocho meses, más muertos por accidentes viales de los que tuvo la capital federal en todo el año pasado. Y la cifra supera a la de muchas provincias que, en conjunto, tienen un parque automotor mucho mayor al de La Plata y el Gran La Plata. Pero no se trata de cifras. Se trata de vidas humanas, de familias destrozadas, de jóvenes que dejan todo su futuro en un instante fatal. Y en nuestra región ocurre una tragedia de estas cada 58 horas. EL DIA viene subrayando la magnitud del drama desde hace varios meses. Y ha procurado abordar el tema desde todas las aristas posibles. En esta misma edición se completa ese esfuerzo periodístico con una aproximación a lo que pasa después de la tragedia: al sufrimiento de las familias que se ven súbitamente afectadas por esta epidemia mortal.

Pero la pregunta es ¿hasta cuándo? El tema no parece ocupar el lugar que se merece en la agenda del debate público. ¿Qué se debe hacer? ¿Qué se puede hacer? ¿Qué han hecho otros países? ¿Quiénes deben trabajar en la creación de una cultura de la precaución y de la vida que reemplace a la cultura del riesgo, la desaprensión y la muerte? ¿Cómo conjugar los esfuerzos del Estado, las ONG´s, las escuelas, las familias? Son demasiadas muertes como para no intentar que estos interrogantes encuentren respuestas prontas y eficaces.

No se trata de crear más burocracia, por supuesto. De hecho, se ve mucho gasto inútil en torno a la supuesta seguridad vial. ¿Pero no debería haber algo así como un ministro de tránsito? ¿No se debería jerarquizar en serio la preocupación por este tema? Al fin y al cabo, los accidentes de tránsito -como ha señalado este diario en varios de sus informes sobre el tema- mata más que muchas otras epidemias y tragedia s que despiertan una mayor sensibilidad y conciencia ciudadanas.

Algo está fuera de discusión: un muerto cada 58 horas por el tránsito, en una región como la de La Plata, es una tragedia de inaceptable magnitud. Y exige una reacción. Exige un esfuerzo multisectorial para marcar un punto de inflexión. “Luchemos por la vida” no puede ser sólo la acertada consigna de una ONG que hace un aporte valioso a la seguridad vial. Debe ser el llamado a una acción impostergable frente a este inmenso drama: “Basta. Luchemos por la vida”. Y hagámoslo entre todos.

Frente a otro drama inmenso, como el de la inseguridad, se produjo esta semana un giro en la postura oficial. Scioli cambió a su ministro de Seguridad y el oficialismo impulsó una reforma para penalizar a los menores desde los 14 años. Nada será mágico, por supuesto. Pero hay un dato, si se quiere anecdótico, que quizá marque alguna diferencia. El nuevo ministro, que hasta ahora es intendente del municipio de Ezeiza, sufrió hace varios años un terrible asalto en su casa. Se le metieron varios delincuentes armados. Su mujer se quebró una pierna al escapar por un techo para ponerse a salvo. El persiguió a los ladrones con un arma. Sabe, por experiencia propia, que la inseguridad no es una sensación ni una oscilación estadística. Es una tragedia que puede irrumpir cualquier día en cualquier hogar. Y que deja marcas profundas.

Demasiadas muertes cercanas. Más lejos -aunque ya nada es lejos en este mundo global- una nueva guerra parece a punto de estallar. Esta vez el escenario es Siria.