Tensión por un robo de película en financiera de Los Hornos

ACTUARON CUATRO LADRONES. TRES ENTRARON EN LA FINANCIERA DE 137 ENTRE 63 Y 64 Y UNO QUEDÓ EN LA PUERTA, DE CAMPANA

Basta imaginarse la escena de una película policial para entrar en tema. Una banda de ladrones armados que irrumpe a robar en un negocio, amaga con hacer estallar un explosivo, maniata a ocho personas y hasta amenaza con prender fuego a dos. La policía los empieza a perseguir y así se desata una persecución alocada, que tiene otro pico dramático hacia al final, cuando un delincuente se mete en una casa y toma de rehén a una mujer con un bebé en brazos.

Pero lo que pasó ayer en Los Hornos y después en Villa Elvira no va a figurar en ninguna cartelera de cine. A cara descubierta, con el única disimulo de los vidrios polarizados de una Fiat Fiorino, la banda de cuatro asaltantes se detuvo frente a una prestamista de 137 entre 63 y 64, a 150 metros de la comisaría de Los Hornos.

Eran poco más de las 15. Dentro del negocio había seis empleados y dos clientes. Al parecer, “los ladrones sabían que a principio de mes son los días en los que más plata entra a la financiera”, soltó un detective. Ese dato hablaría de que los asaltantes habrían hecho alguna clase de inteligencia previa.

También por ese motivo es que los policías tratan de entender la ferocidad de los ladrones. “Querían sí o sí la plata que había en el negocio, a toda costa. No les importaba nada”, le dijo un investigador a este medio.

La banda se repartió: uno se paró en la vereda como campana y los tres restantes fueron al local. Empezaron a amenazar a todos, pero lo hicieron con el acento puesto en llevar el terror al máximo.

TODAS LAS AMENAZAS POSIBLES

Parecía que las pistolas no les alcanzaban para hacerlo. Por eso, uno apoyó en un mostrador un paquete que simulaba ser un explosivo, aunque después se supo que era un desodorante masculino envuelto en cinta aisladora, con dos cables que sobresalían.

A las ocho víctimas -dos clientes varones y seis empleados, entre ellos dos mujeres- las maniataron con precintos de plástico. Y a dos personas les tocó un plus de pánico: les echaron encima la nafta con la que funciona el grupo electrógeno del local, prometiendo prenderlas fuego si no aparecía la plata.

Al cabo de varios minutos que no terminaban más, los delincuentes decidieron por fin irse. Se llevaban como botín “unos 5.000 pesos” -dijo la policía- y dos computadoras.

A poco de que el robo terminara varias patrullas salieron a buscar a la banda. Fue una persecución ardua, que se estiró por más de seis kilómetros, y en la que a cada cuadra los delincuentes parecían salir airosos.

Sin embargo, el primero de los varios móviles que se volcaron al operativo vio a la Fiorino en 16 y 75. Por eso, en el tramo final de la fuga los ladrones abandonaron la utilitaria en 78 entre 10 y 11, en la parte de atrás de la Unidad Nº 9.

A partir de allí salieron corriendo, pero los efectivos fueron capturándolos uno tras otro. Al más grande de todos, de 38 años y con domicilio en Tigre, lo encontraron en la terraza de un monoblock del barrio Monasterio.

Otros dos se perdieron en los vericuetos del complejo pero cayeron presos cuando “simularon que no tenían nada que ver y que estaban tomando una cerveza con otro pibe”, señaló un vocero del caso.

Los oficiales no les creyeron y los esposaron a los tres. Dos habían robado en la financiera -24 y 25 años, vecinos de la zona- y el tercero es un joven de 22 que vive en el complejo, y quedó implicado por encubrimiento.

UNA FAMILIA DE REHEN

El final de la secuencia marcó otro punto álgido de violencia. En su carrera desquiciada, el último que quedaba prófugo entró por la fuerza en una casa de la manzana G del barrio Monasterio, muy cerca de la esquina de 11 y 80.

Allí amenazó a la dueña de la casa, que estaba con sus nenes de tres meses y diez años. El delincuente los increpó con una lapicera-pistola calibre 22 y los mantuvo como rehenes. Al parecer eligió esa vivienda de manera azarosa, porque su fachada es muy similar a la de las aledañas. El cautiverio, a decir de los agentes, duró poco. La policía irrumpió en la casa y encontró al ladrón, de 33 años y domiciliado en City Bell, en el baño, con sus rehenes. La familia salió ilesa.

La vereda de la casa quedó manchada de la sangre del ladrón, que quedó herido mientras huía. Las gotas bordó se empezaron a diluir con la lluvia, pero el recuerdo del pánico en cada víctima va a tardar mucho más en borrarse.

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