En La Plata, la fiesta de Independiente

Comentario Por Martín Cabrera

La rica historia de Independiente tendrá un paréntesis entre el 15 de junio de 2013 y el 11 de junio de 2014, porque el paso del equipo por la B Nacional no provocó orgullo ni admiración, sino un padecimiento que se terminó ayer cuando Diego Ceballos dio por terminado el partido desempate que le ganó 2-0 a Huracán en el estadio Ciudad de La Plata. Fueron los 361 días (aunque algunos, correctamente, incluyen los meses previos al descenso) más grises del club que Avellaneda.

Ganó el Rojo y volvió a Primera, el único objetivo de plantel, dirigentes e hinchas. Dejó de lado los manuales de cómo jugar al fútbol, tiró por la ventana su paladar negro y poco le importó a la multitud que vino hasta La Plata el garrafal error del asistente Esquivel, que le anuló equivocadamente un gol a Huracán que pudo cambiar la historia.

Ganó el Rojo porque tuvo más actitud en el primer tiempo, como un boxeador en el arranque de un combate o como una primera línea antes de ingresar a un scrum. Arrancó mejor que su rival y, con pinceladas de fútbol del Rolfi Montenegro y Matías Pisano superó a un rival atado, sorprendido y sin ideas.

Ganó el Rojo porque en la segunda llegada clara hasta el arco de Marcos Díaz no desaprovechó. A los 37 minutos del primer tiempo El pibe Pisano, de contra, desbordó por la izquierda y le pegó fuerte (mientras se caía). El arquero del Globo dio un rebote para el centro del área que Martín Zapata no desaprovechó para poner el merecido 1-0 y empezar a inclinar la balanza.

Ganó el Rojo porque Huracán tardó un rato en empezar a jugar la final. Recién en la parte final, cuando se soltaron Patricio Toranzo, Alejandro Capurro y (el mejor de todos) Gonzalo Martínez, desnudó todas y cada una de las falencias del equipo de Omar De Felipe, que en cada pelota parada obligó a sus hinchas a rezar un rosario.

Ganó el Rojo porque el asistente Gustavo Esquivel, en el mejor momento de Huracán, anuló un gol de cabeza Wanchope Abila a los 31 minutos del segundo tiempo que hubiese puesto un empate que, sin lugar a dudas, pudo cambiar el final de la película. Cobró un off side que no existió y se convirtió en protagonista del partido.

Ganó el Rojo porque supo aguantar en los minutos finales y disimular, con actitud (que no había tenido el domingo pasado), los embates del Globo, que con pelota al piso lo arrinconó.

Ganó el Rojo porque cuando el sufrimiento ya era insoportable en la tribuna de Independiente, el juvenil Pizzini se aprovechó de un error en la defensa de rival, y también de contra, selló el partido ante la salida de un Marcos Díaz que ya poco podía hacer para evitarlo.

Ganó el Rojo porque era lo único que le importaba y porque con ese resultado volvió a la Primera División del fútbol argentino, esa en la que jugó siempre (por eso los paréntesis de junio de 2013 a junio de 2014) y en la que se paseó con grandeza. Eso sí, para recuperar esa postura deberá empezar a cambiar muchísimo. Pero ayer hubo desahogo y fiesta. Salud Independiente.