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Opinión |ENFOQUE

En Estados Unidos, ¿una economía que envejece?

9 de Agosto de 2014 | 00:00
En Estados Unidos, ¿una economía que envejece?

Por ROBERT SAMUELSON

En Estados Unidos podríamos tener una “economía senil”, dice el economista Robert Litan, de la Brookings Institution. Senil en el sentido de vieja, rígida y poco dinámica.

Nos dicen lo contrario. Se cría a los norteamericanos con la noción de que somos el pueblo más emprendedor del mundo -y muchas historias de éxito parecen probarlo-. Hay un largo legado, desde Thomas Edison hasta Mark Zuckerberg. Nuestra economía siempre se mantiene joven por “la siguiente novedad”.

Litan no concuerda. Lo que está ocurriendo ahora, dice, es que la economía norteamericana está crecientemente dominada por empresas viejas, ligadas a productos probados y métodos comerciales familiares. Litan no habla sin fundamento. En un nuevo estudio, él y Ian Hathaway midieron la antigüedad de las empresas norteamericanas. Los resultados los asombraron: Entre 1992 y 2011, la porción de empresas norteamericanas de 16 y más años saltó de un 23 a un 34 por ciento.

EN TODOS LADOS

“Como la población, el sector empresarial de la economía norteamericana está envejeciendo”, escriben. Esa tendencia “ha tenido lugar en todos los estados y zonas metropolitanas, en todas las categorías de tamaño de las empresas y en todos los sectores industriales”.

Lo que asombra aún más, sostienen, es la fuente principal de este envejecimiento: una aguda caída en la actividad empresarial. Definen el espíritu empresarial por el número de empresas nuevas, desde las de plomería hasta las de biotecnología. Entre 1978 y 2011, las empresas nuevas cayeron de alrededor del 15 por ciento de todas las firmas a un 8 por ciento; la caída fue gradual hasta la crisis financiera de 2008-9, cuando se aceleró. Según estas cifras, el rejuvenecimiento de la economía desde abajo se está debilitando; aunque llamativa, la influencia de Internet es exagerada.

Otros estudios llegan a conclusiones similares. La reducción del espíritu empresarial perjudica la creación de puestos de trabajo y la productividad, escriben los economistas Ryan Decker y John Haltiwanger, de la Universidad de Maryland, y Ron Jarmin y Javier Miranda, de la Oficina de Censos.

“Como la población, el sector empresarial de la economía norteamericana está envejeciendo”

Comencemos con los puestos de trabajo. Entre 1980 y 2010, el empleo en Estados Unidos creció a un promedio de 1,4 millones anualmente, informan los economistas. En el mismo período, la creación de puestos de trabajo por las empresas nuevas promedió 2,9 millones anualmente. Según estos cálculos, las empresas nuevas representaron más del total de la creación de puestos de trabajo en Estados Unidos.

Eso probablemente no sea cierto, porque muchos de esos puestos desaparecieron más tarde. La mayoría de las empresas nuevas fracasan en el plazo de cinco años. Aún así, muchas empresas sobrevivientes crecieron rápidamente y generaron gran parte del crecimiento del empleo total. Las empresas de cinco y más años de edad casi no aumentan el empleo general, señalan los economistas. Algunas empresas antiguas agregan puestos, otras los eliminan; haciendo un balance, los incrementos son modestos. La economía necesita el refuerzo de puestos de trabajo provisto por las empresas nuevas.

Algo similar ocurre con la productividad. La productividad es el término de la jerga de los economistas para indicar la eficiencia, y se la mide como producción por hora trabajada. Una mayor productividad apoya un estándar de vida más alto. La competencia entre empresas, escriben los economistas, eleva la productividad. Las empresas más eficientes desplazan a las menos eficientes. Un estudio atribuye un 35 por ciento de aumento de productividad a este “recambio” de empresas; la caída de las empresas nuevas reduce esas mejoras.

Todo eso es coherente con una recuperación económica caracterizada por inversiones débiles, baja mejoría en la productividad y un crecimiento mediocre de los puestos de trabajo. Las empresas más viejas que sirven a mercados maduros tienen oportunidades limitadas para aumentar las inversiones y la contratación. Con algo de poder de mercado, pueden también aferrarse a prácticas anticuadas y costosas. Recientemente, Procter & Gamble -el gigante de marcas de consumo que produce Tide, Pampers y Crest- dijo que podría eliminar docenas de marcas no muy exitosas para concentrarse en las grandes ganadoras.

¿Qué pasó con todos los empresarios? Buena pregunta.

“No tenemos explicación,” escriben los economistas de la Universidad de Maryland y de la Oficina de Censos. Tampoco la tiene Litan. “Una teoría es que el efecto acumulativo de las regulaciones,” dice, discrimina contra las empresas nuevas y favorece “a las firmas establecidas que tienen la experiencia y los medios para encararlo”. Lo que presuntamente disuade y obstaculiza a las empresas nuevas no es una regulación en particular, sino el costo y el tiempo utilizados en cumplir con un bombardeo de regulaciones.

EL NUEVO SIGLO

El economista Haltiwanger dice que la disminución del sentido empresarial cambió de naturaleza después del año 2000. Antes, se “concentraba en sectores como el comercio al por menor y los servicios” y, en parte, reflejaba “empresas familiares de venta al por menor que eran desplazadas por grandes empresas como Wal-Mart” -un viraje que realzó la productividad-. Desde entonces, la declinación se ha propagado a sectores de alta tecnología y hasta las empresas nuevas exitosas crean menos puestos de trabajo que antes.

Nada de todo esto es tranquilizador. Cuestiona la sabiduría popular de que el avance incesante de Internet da fe de la vitalidad subyacente de la economía. Las empresas de la vieja guardia cambiarán o serán reemplazadas por otras nuevas, diestras en tecnología. Quizás eso sea una expresión de deseos que esconde fuerzas más profundas que frenan la economía. Debemos descubrirlas para determinar qué hacer con ellas, si puede hacerse algo.

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