Pesadilla: secuestraron con sus hijos a un comerciante platense

SANTIAGO, SOBRINO DEL COMERCIANTE SECUESTRADO JUNTO A SUS PRIMOS. “TODOS SE QUEDARON MUY ANGUSTIADOS”, CONTÓ Y DIJO QUE SE TRATÓ DE UN ATAQUE AL VOLEO

El miércoles a las 23.30, el comerciante José Luis Bonino sacó la mano por la ventanilla de su Ford Ranger: era el último saludo de la noche a su hermano, en el día de su cumpleaños. Cuarenta minutos más tarde, el hombre de 46 años tenía las manos sujetadas, un golpe en la cabeza y la incertidumbre de qué podría pasarle a sus dos hijos, que iban en el auto de los ladrones.

La reunión familiar había sido en una casa de 67 entre 21 y 22. Desde allí partió el hombre junto con dos de sus nenes, de 10 y 12 años. El tercero, de 15, iba en una Chevrolet Zafira con la madre. Todos rumbearon hacia su casa en un country que se encuentra en el límite de La Plata y Brandsen. Una de las camionetas se adelantó y la primera en llegar al barrio privado del kilómetro 70 de la ruta 2 fue la mujer.

Para los tres pasajeros de la 4x4 el recorrido se interrumpió “sobre la ruta, unos 25 kilómetros antes de su lugar de destino, poco después de haber pasado por el cruce de Etcheverry”, señaló un vocero policial.

En esa zona, un grupo de cinco delincuentes en un Gol Trend “se les pusieron a la par y le hicieron señas para que frenara”, contó Santiago (25), sobrino del comerciante que manejaba.

De inmediato increparon a todos con pistolas y les ordenaron que se quedaran quietos. A los dos chicos los obligaron a subir al auto de los delincuentes, mientras que a Bonino “le pegaron un culatazo en la cabeza y le ataron las manos con precintos”, apuntó Santiago en diálogo con este diario.

Pasaron pocos minutos hasta que en la casa de familia empezó a sonar el teléfono. “Estoy secuestrado, tienen que entregar toda la plata”, decía la voz asustada del hombre. Lo que parecía un secuestro virtual típico terminó desterrado en pocos segundos: en la pantalla del teléfono se veía que el que llamaba lo hacía desde el celular de Bonino.

La que pasó a escuchar las amenazas fue la esposa del comerciante, que no tuvo más opción que dedicarse a reunir toda la plata y joyas que tenía al alcance. Algunas fuentes policiales hablaron de unos 30 mil dólares.

Siempre por teléfono, el ladrón que llevaba la batuta le indicaba a la mujer en qué lugar exacto acordar el pago del rescate. “Pero fue complicado que se pusieran de acuerdo. A ella la apuraban constantemente, y los delincuentes al parecer por no ser de la zona, ni siquiera sabían por dónde andaban”, aseguró un vocero oficial.

A toda la velocidad que el motor y los nervios se lo permitían, la mujer fue hasta el kilómetro 49 de la ruta, en donde se coordinó el pago del rescate. Ahí estaban los ladrones, rápidos de movimientos para apoderarse del botín, pero todavía faltaban los secuestrados. A la mujer y su hijo los hicieron conducir dos kilómetros más.

EL REENCUENTRO

El tenor sombrío de la secuencia empezó a aclarar cuando desde la Zafira vieron aparecer a los dos chicos y su padre. Salvo el adulto, todos estaban sanos. Mientras se aseguraban de que la pesadilla había terminado, la familia oyó el zumbido del motor del auto de los delincuentes, que cada vez se hacía más difuso, en plena oscuridad de esa zona semirural.

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