Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Información General |CONSTRUIR CON LOS DESECHOS

La segunda vida de las cosas

¿Andar arrojando muebles, ropa y electrodomésticos a la basura?.¿A quién se le ocurre?. Al menos, no a ellos: un grupo de platenses tenaces que hicieron del descarte emprendimientos impensados

6 de Septiembre de 2014 | 00:00

Por Yael Letoile

La mayoría de nosotros produce desechos con la misma velocidad que consume: envases, celulares, zapatos, televisores y ropa, tarde o temprano, serán trastos a los cuales deberemos decirles adiós. Así es la breve y corta vida de las cosas que nos propone la sociedad de consumo. Así funciona este mundo de China a Bolivia y de Bélgica a Sudáfrica. En La Plata, el cuadro es el mismo. Aunque, si se lo mira bien, hay excepciones. Vecinos que ahí donde otros sólo ven basura, ellos encuentran su esencia.

¿Para qué sirven las cosas? ¿Qué significan para nosotros? ¿Qué extraño mecanismo hace que se vuelvan viejas, vetustas e innecesarias casi al mismo tiempo que las consumimos? ¿No será que tienen otras vidas?

Una silla despanzurrada, el vestido de la abuela, la videograbadora, el espejo roto y sus siete años de mala suerte. Botellas vaciadas en sobremesas, azulejos que arrasó la inundación: en la era del descarte, tres platenses se transformaron en artesanos del desecho. Su lema: las cosas, también tienen segunda vida.

Raúl Vellio (42), en un puesto de la feria en la Plaza Islas Malvinas, muestra dos sillones art deco tapizados a nuevo, de fina terminación que acaba de vender a 2.500 pesos. “Sí, ya sé, los regalé”, ríe Vellio resignado. Es difícil poner precio a las cosas que han sido dadas por muertas.

Quién sabe si la máquina de coser le dio una segunda vida a Paula Herrera –no recuerda su edad, como Violeta Parra– o si al revés es ella la que le da otra oportunidad a la ropa. O las dos cosas juntas. En Calzón Chino, tienda vintage que comanda hace dos años en el corazón del centro platense, cualquiera puede vestirse de pies a cabeza con ropa usada rediseñada y accesorios a medida.

Ahí va Fernando Zaparart (57), dueño de un andar parsimonioso e ideólogo de Un lugar que, bar cultural ubicado en zona de Meridiano V, hecho enteramente de materiales reciclados y reconocible por sus paredes recubiertas de mosaico partido, estilo Gaudí. ¿Una vida dedicada al arte y la cultura gastronómica? Nada de eso. Hasta las dos de la tarde, este enamorado de la arquitectura sin líneas rectas, atiende su inmobiliaria en el centro de la ciudad, algo que no le apasiona pero desde hace 30 años le da sustento.

Basura arriba de la alfombra

Nuestras casas son, en esencia, centros de procesamiento de basura. Eso dice el comediante Jerry Seinfeld, medio en chiste y medio en serio, y, Annie Leonard, experta en desarrollo sustentable internacional y salud ambiental, da cuenta de ella en su libro La historia de las cosas, una aproximación a cómo la obsesión por la cosas está destruyendo el planeta, nuestras comunidades y la salud. “En el mundo de hoy desechamos toneladas de cosas. Tiramos algo a la basura cuando no sabemos cómo repararlo, cuando queremos hacer lugar para cosas nuevas, o bien porque estamos hartos de las cosas viejas. A veces tiramos cosas por el efecto catártico que brinda esa actividad y nos felicitamos por despejar la casa”, describe.

Para tranquilizarnos, un dato: ni los argentinos ni los platenses, somos los más derrochones. Sí, acertó. La meca del hiperconsumo es los Estados Unidos: en la última década produjo un promedio anual de 2,08 kilos de residuos urbanos sólidos por persona.

En este rincón del mundo, la producción de basura disminuye. Se estima que una persona genera aproximadamente entre 800 gramos y 1 kilo de residuos por día. Si se considera que en la ciudad de La Plata habitan casi 700.000 personas, hablamos de 560 a 700 toneladas diarias. “Esto depende de la situación económica, financiera y social que atraviesa el país”, explica Ricardo Jesús Díaz, director general de Gestión Integral de Residuos de la Municipalidad, al tiempo que fluctúa de acuerdo a los meses del año y los días de la semana.

Hay meses, uf, de mucha basura: de marzo a diciembre y días donde arrojamos más que otros: sábados, domingos y lunes nuestros cestos desbordan.

De las más de 600 toneladas diarias producidas, entre 150 a 170 toneladas diarias corresponden a residuos reciclables. ¿Usted se preguntará qué tiramos? La composición de los residuos también es fluctuante pero, de acuerdo a los datos aportados por el municipio, sí, usted dirá cuánto número, puede decirse que en un 14 por ciento están conformados por plástico, 17 por ciento papel y cartón, 5 por ciento vidrio y un 2 por ciento metal. Los envases tetra son otro elemento que prevalece por su recupero y representa un 14 por ciento. El 50 por ciento restante es materia orgánica.

Nada se pierde, todo se transforma

Y converge. Esa es la ley en Alunado, el Taller-Galería del diseñador gráfico y artesano del vidrio Sergio Campos (31), donde él y Raúl Vellio trabajan, exponen y venden los objetos que fabrican con materiales que otros descartan. La luz del sol rebota en espejos con formas de charcos de agua. Piezas de vitraux se exponen sobre una escalera de mano, por todos lados, platos y figuras hechas por vitrofusión. Al fondo, formando un living, las sillas de Vellio. Al costado, la mesa de trabajo sobre dos caballetes.

“Todo empezó por esta butaca”, señala Sergio, que vino a estudiar de Trenque Lauquen y no volvió, un taburete de rayas y arabescos. “Nos conocíamos de la clase de contac –danza de contacto– y le pedí que me hiciera el trabajo”. El gusto por el reciclado y el arte sellaron la amistad. Después, Vellio mudó sus creaciones a la galería.

Campos trabaja con vidrio reciclado y también nuevo. “Soy medio ciruja”, dice. Llegó a caminar más de 20 cuadras con un pedazo gigante de vidrio roto que luego transformó en otras piezas. Los amigos le avisan cuando ven desperdicios en las puertas de las casas. Él va y lo junta. “A la mayoría se le rompe un vidrio y como no encuentra reemplazo de esa textura en el mercado los cambia todos”. Él, lo aprovecha.

Lo primero que recicló Vellio fueron las camisas Hernán Bravo. “Tenían los cuellos en punta, te acordás?”, arrastra los dedos sobre el pecho haciendo el dibujo. Las compraba y las serigrafiaba. La tapicería surgió después como un rebusque, “para tener una entrada más”, y abultar el sueldo de portero que se gana en una escuela de Ensenada.

No restaura Vellio. “Resignifico”, dice, “le pongo otro color a las cosas”. Así surgieron Raimbow, Torbellino Naranja y está en producción “Línea Madonna”, todas sillas que tienen mucho de los nombres con que su autor las bautiza. Es que como Sergio, Vellio va más allá del reciclado. La búsqueda es producir un objeto de arte. “Me gusta agarrar una silla y delirarla”, se atreve mientras clava tachuelas en la tapa de una silla común. “Retapizar me da de comer”.

De las cosas y las personas

Paula alumbró su segunda vida con una máquina de coser y la venta de las pilchas que había acumulado durante 16 años de matrimonio, tres hijos y un negocio familiar en Lobos. “Estaba todo bien pero yo quería otra cosa”, cuenta. Entonces se anotó en un curso de Diseño de Indumentaria en la UBA. Un año después, en 1998, se mudó a La Plata y empezó a estudiar escultura en Bellas Artes.

“En el mundo de hoy desechamos toneladas de cosas. Tiramos algo a la basura cuando no sabemos cómo repararlo, cuando queremos hacer lugar para cosas nuevas, o bien porque estamos hartos de las cosas viejas”

La vidriera está a oscuras. Tres maniquíes con caretas de cerdos lucen blusas a lunares y shorts a rayas entre televisores, carteras, muñecas antiguas, zapatos y bagatelas de toda laya. Berdial (12), el hijo que Paula concibió aquí tras cruzar la barrera del qué dirán, espera que vuelva la electricidad mientras dos amigos de la madre cranean las causas del problema. “Vas a tener que llamar a la empresa”, se resigna uno.

“Con la máquina pude”, recuerda ahora los días en que, sola, contra la opinión de propios y extraños “se mantuvo haciendo arreglos”, replicando a las modistas que visitaba cuando era chica. “Desde chica me fascinó el mundo de las tijeras y las telas”, se entusiasma. Así fue ensamblando su gusto por la máquina de coser y sus preocupaciones intelectuales sobre la relación entre industria textil y colonialismo o el lugar de la mujer en el trabajo. “Por mucho tiempo a la vista de todos fui la loca que quería estudiar arte, pero lo que hago tiene una razón política”. Se pone seria.

¿Y el reciclado? Llegó en 2001, con la crisis. En Calzón Chino, principalmente se reconfeccionan prendas que Paula compra, le regalan o troca. “Implica todo el proceso de diseño: se desarma, se hace el molde y el resultado es un objeto único”, describe. Pero el reciclado, en esa suerte de feria americana permanente ubicada en diagonal 74 entre 8 y 9, es un modo de vivir: “acá se recupera todo, hasta las videocaseteras (VHS) para retrotecnología y artes visuales, porque, para sobrevivir, apostamos a las habilidades artísticas y no al dinero”.

Contenedores irresistibles

Paredes, mesas, sillas, vasos y hasta la barra de Un lugar que tuvieron su fecha de defunción y el dueño, les dio una segunda oportunidad. Venus, gato negro, mascota y anfitrión, menea su cola sobre los agujeros de esa base de granito transformada en barra, vestigio mudo de la inundación. “Tirar las cosas a uno lo apena mucho”, admite Zaparart, “acá recuperé mesadas, baldosas desteñidas o pedazos de muebles que fui encontrando”.

Fernando le dedica infinitas horas a Un lugar que: el revestimiento artístico de las paredes lo hizo con sus propias manos; también la plomería y la pintura, obra de dos amigos entrañables. En dos meses, asegura, tendrá lista una sala de cine y de teatro en el subsuelo. “Apostamos a que sea un centro cultural”, se ilusiona.

¿Cómo se le ocurrió? La historia es más o menos así. Leía un libro de Hundertwasser (Friedensreich, artista austríaco que incursionó en la arquitectura y se hizo conocido por su rechazo de las líneas rectas) cuando Esteban Pervanas, dueño del local de 71 entre 16 y 17, lo buscó en la inmobiliaria para ponerlo en alquiler. “Él ya había empezado con algunas intervenciones y yo lo alquilé y seguí”, dice y muestra un macetero de mosaico partido que tapa un viejo caño en la pared.

Si no cree en las casualidades, ésta anécdota lo dice todo. El padre de un amigo de Zaparart lo encuentra un día e insiste en preguntarle si anda bien. Él lo advierte y le dice por qué está tan preocupado. “Te vi juntando cosas de un contenedor en 12 y 38”, le confiesa el hombre. “Los contendedores”, Fernando lanza una carcajada, “para mí, son irresistibles”.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$135/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2590

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$190/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3970

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$135.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2590.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla