Una mañana de gran tensión, en medio de decomisos y protestas violentas

Desde hace al menos dos décadas, cada operativo que procura desalentar el circuito informal de venta callejera deriva en cortes de calle, agresiones, acusaciones cruzadas, quema de cubiertas o basura en la vía pública, peleas confusas y tensas negociaciones. El de ayer no fue la excepción; con los decomisos prácticamente finalizados a media mañana, empezó un prolongado capítulo de protestas que envolvió toda la jornada con incertidumbre.

Apenas pasadas las diez, con los manteros ya despojados de sus insumos y escaparates, la avenida 7 permanecía cortada en el tramo que media entre 54 y 46. Un puñado de papeles, cartones y bolsas de desperdicios comenzó a arder en la esquina de 47, como parte de un reclamo de los ambulantes contra los “atropellos” policiales.

Entonces, efectivos de la Policía Local, inspectores y funcionarios de la Comuna apostaron a una “negociación” que permitiera liberar la calzada. Vehículos oficiales comenzaron a moverse desde 7 y 51, y llegaron a 48 despejando la calle a sus espaldas. Todo parecía marchar bien; sin embargo, cuando el piquete parecía desinflarse y ya circulaba el tránsito en torno a plaza San Martín, la tensión se reavivó: una veintena de manteros salió al cruce de los agentes de seguridad, munidos con cascotes y fragmentos de baldosas.

A esa altura, los negocios ubicados frente al edificio de la presidencia de la UNLP comenzaron a bajar las persianas -prácticamente una hora después de haberlas subido- para quedar a salvo de corridas y pedradas.

En la casa de altos estudios había actividad: una sesión del Consejo Superior, con representantes de todas las facultades, en la que se discutía el reparto del presupuesto para el próximo año. Ante la agitación, algunos militantes de agrupaciones de izquierda bajaron a la calzada para ponerse al tanto del conflicto y dialogar con los manteros.

Al final, las piedras nunca volaron, porque a metros de la -literal- línea de fuego, “referentes” de la venta informal se cruzaron con el grupo más revoltoso, y a los gritos, en una improvisada asamblea callejera, lograron atemperar los ánimos.

De acuerdo con fuentes policiales, el balance de los disturbios -que tuvieron su epicentro en 8 y 50- tras la primera etapa del operativo, de unas cinco horas, fue de cinco senegaleses y un argentino aprehendidos por “disturbios y resistencia a la autoridad”, y un inspector municipal con heridas leves en su rostro tras ser atacado a golpes por uno de los vendedores ambulantes.

Las detenciones, por “lesiones, daños, infracción al artículo 85 de la Ley 8.031, que prohibe la venta ambulante, y resistencia a la autoridad” recayeron sobre Mboup Mame (de 26 años), Abdou Guisse Mbow (26), Mbacke Mboup (23) y Ndiaye Modou (32). Los senegaleses, junto a Ricardo Urey (argentino, 56 años), fueron trasladados a la Comisaría 1a, y quedaron a disposición de la Fiscalía de Flagrancia, a cargo de Juan Cruz Condomí Alcorta.

Por su parte, Dieng Fallou (30), fue capturado en 7 y 47 y bajo la órbita de la fiscal Eugenia Di Lorenzo. Todos, tras ser debidamente identificados, fueron dejados en libertad apenas minutos después de arribar a la seccional. Sin embargo, nada tuvo que ver con esta celeridad -aparentemente-, el llamado de alguien que dijo ser el embajador de Senegal en Argentina y se comunicó con el palacio municipal para interesarse por sus presuntos compatriotas.

La pronta liberación no impidió que se generara una corrida de manteros que resolvieron ir a la Primera a reclamar por sus colegas, pero al final se quedaron dialogando en 7 y 49 ante la vigilancia de la Policía y los inspectores de la Comuna.

Los amagos de violencia, volvieron un rato más tarde, cuando uno de los vendedores frustrados se las tomó a golpes agarró con un furgón de la Policía Local, estacionado sobre 7 y 49. Así, entre gritos y reclamos de presencia de autoridades de la Municipalidad para “negociar”, el movimiento se fue aquietando, pero pasadas las 11 la calle 7 todavía seguía cortada entre 47 y 49, para desconcierto de peatones y usuarios del autotransporte público.

Finalmente, antes del mediodía se saldó la discusión entre los manteros acerca de la conveniencia de la protesta: optaron por apostarse frente a la comisaría situada en 53 entre 9 y 10. En pocos minutos, la avenida 7 recuperó su ritmo habitual.

Si bien el operativo contra la venta ambulante se concentró precisamente sobre 7, otras áreas comerciales de la Ciudad, como la de calle 12, percibieron sus ecos. Pasadas las 9, cuando empezaba a “amanecer” la actividad comercial en el eje de 12, sólo habían armado sus puestos un vendedor de pantalones -casi a la altura de 60-, una mujer con oferta de pan dulce casero -frente a la sucursal del Banco Provincia-, y un joven senegalés que ubicó su bastidor de anteojos en la cuadra aledaña con plaza Moreno.

Media hora más tarde, sólo se mantenía en la vereda el vendedor de pantalones. En tanto, otros ambulantes senegaleses se mostraban reticentes a armar sus mesas con anteojos y bijou en la zona de 12 y 57; permanecían de pie, junto a sus bolsones y caballetes sin desplegar. Algunos, incluso, desaparecieron de la zona una hora después de llegar: “mañana”, auguraron, “será otro día”.