Cómo era el primer muñeco de Gonnet

Por ANA MARÍA ALTAMIRANO
Prof. Superior y Lic. Historia Arte Plásticas - FBA - UNLP

Hace ya 30 años, en diciembre de 1987, un grupo de niños del barrio, acompañados por algunos padres, solicitaron nuestra ayuda para construir en Gonnet un muñeco de Fin de Año importante, como los que se hacían en La Plata, con el firme compromiso de colaborar en todo lo que les indicáramos. Aceptamos y mi esposo, el profesor Elías Suaina Cafrune, tuvo a su cargo el diseño artístico y la dirección de la tarea, que se realizó en nuestro jardín.

Como docentes desde el inicio nos planteamos que no queríamos que fuese una simple quema de un muñeco de cartón. Buscamos reflexionar, a través del rito pagano del fuego, sobre su significado en las diferentes culturas, partiendo de la concepción mágico-religiosa del hombre de las cavernas paleolíticas, pasando por las enigmáticas ceremonias del Medioevo, las leyendas autóctonas americanas y de otros pueblos del mundo, hasta llegar a las manifestaciones del arte efímero de nuestra época.

En este caso la creación de una figura gigantesca y atemorizante representó de manera implícita la lucha del Bien y el Mal, lo Bello y lo Feo, en el simbolismo oculto de la forma y el color. Por ello, junto con los chicos, se eligió el personaje: el Monstruo Frankenstein. De este modo quisimos expresar los valores trascendentes de esa eterna dualidad que desde tiempos inmemoriales puso a prueba la voluntad del hombre para determinar su camino. Más allá de la experiencia didáctica de las técnicas a emplear, nos propusimos como misión que este trabajo compartido se transformara en lazo de unión de toda la comunidad, enseñando a renunciar a los aspectos negativos de cada uno, con la alegría del que ofrenda algo de sí mismo como un canto de fe y esperanza. En algunas familias fue la primera vez que los padres compartieron con sus hijos una tarea en común. Esas calurosas tardes de diciembre se convirtieron en una verdadera fiesta

Este trabajo compartido se transformó en lazo de unión de toda la comunidad

Así en pocos días, con el trabajo entusiasta de chicos de diferentes edades y los mayores, en el que todos tenían una labor asignada, entre maderas, cartones, engrudos, papeles, pinturas y collages, surgió el enorme Frankenstein vestido de smoking, en el que cada pequeño se veía representado con orgullo en un detalle: los ojos azules, el peinado, las cicatrices. Con algarabía se lo instaló el día 31 en la esquina de 504 y 14 de Gonnet, y finalmente fue quemado en los primeros minutos de 1988 ante una asombrada multitud de vecinos, luego de un espectacular despliegue de fuegos de artificio sin estruendo, plenos de luces y colores. Al terminar, todos llorábamos de emoción. Días después la Municipalidad de La Plata nos entregó una plaqueta “A los vecinos por mantener la tradición” y realizar el mejor muñeco de la zona.

El muñeco fue trasladado, como en procesión, desde el Club hasta 504 y 14

En diciembre de 1988, una nutrida delegación de niños y sus padres volvió a requerir nuestra orientación y ayuda, pero dadas las dimensiones del nuevo y siniestro personaje que diseñó mi esposo, lo construimos en el Centro de Fomento de Gonnet, que ofreció sus instalaciones, y allí surgió “La Mufa”, impresionante y temible con sus ojos rojos iluminados, para quemarlo y darle fin a los inconvenientes y penurias del año que terminaba. El día 31 el muñeco fue trasladado, como en procesión, desde el Club hasta la esquina de 504 y 14, despertando la admiración del vecindario. Esa noche, al iniciarse el año 1989, comenzó el espectáculo ante una incalculable cantidad de personas, quienes presenciaron el ascenso de un globo y la interpretación de canciones infantiles por un coro integrado por los más pequeños. Finalmente, precedido por el esplendor de luz y color de bengalas y fuegos artificiales, se cumplió el esperado rito pagano y se quemó a “La Mufa”, para regocijo de los concurrentes. La Municipalidad nos otorgó la Copa ganadora por ser el mejor Muñeco y entregó otra Copa al Centro de Fomento por su colaboración.

A nosotros nos quedó la satisfacción del logro de nuestras enseñanzas, ya que poco a poco los niños y sus padres continuaron en los años sucesivos con la tradicional costumbre, hasta que el destino los llevó por distintos caminos, sin olvidar nunca, a pesar del tiempo y la distancia, esa experiencia maravillosa que vivieron en Gonnet.