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Información General |Un trabajo que cotiza para las fiestas

Los Papá Noel que regalan sonrisas y fantasía se ganan caricias para el alma

“Somos los Rolling Stones de diciembre”, aseguran quienes encarnan a Santa Claus, una tarea con aporte económico y emotivo

Los Papá Noel que regalan sonrisas y fantasía se ganan caricias para el alma

Manuel, el Papá noel que a los 71 sigue recibiendo a los chicos en la república de Gonnet/gonzalo calvelo

22 de Diciembre de 2017 | 02:56
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Manuel tiene 71 años y, desde hace 18, “trabaja” de Papá Noel. Al principio lo hizo gratis, recorriendo jardines de infantes de Berisso y Ensenada. Pero desde que se jubiló, pensó que podría sacarle algún rédito a su oficio navideño. Y este año decidió poner un aviso clasificado ofreciendo sus servicios. Es así que, por estos días, fue contratado por la Municipalidad de La Plata para ser el Papá Noel de la República de los Niños de Gonnet, aunque también lo hace en fiestas particulares que duran unas dos horas y por las que cobra 600 pesos. Por otras diligencias con la ropa de Santa Claus, como ir a buscar una cartita a alguna casa, la tarifa es de 200 pesos.

“La verdad -dice- es el primer año que cobro. Pero de todas maneras, a los jardines y escuelas trato de ir igual y eso lo hago gratis, como siempre, porque me reconforta el alma”.

Pero no es el único. Carlos Giaché es otro de los que se dedican a cultivar barba y panza para transformarse en un Papá Noel de carne y hueso.

“Los Papá Noel son los Rolling Stones de diciembre”, asegura Giaché, quien durante todo el año se dedica a cuidar su personaje.

“El aspecto físico siempre se puede mejorar, que la barba sea natural, la pancita cuidada, aunque lo más importante es la parte humana, la cordialidad y la ternura”, asegura.

La encargada de pulir todos los detalles es Graciela, la esposa de Carlos, quien aconseja sobre qué perfume usar, cuál debe ser la postura de las manos, cómo decolorar la barba para que quede “blanca como la nieve” o qué debe decirle y qué no a los chicos.

Colega de Giaché es Abraham Ravicovich, de 86 años, quien comenzó casi por casualidad a interpretar al “jefe de los duendes de Navidad” hace 15 años y ahora, después de una vida de trabajar como odontólogo, no quiere desprenderse de su nueva actividad.

“Realmente no lo siento como un trabajo”, sostiene Ravicovich, quien si bien reconoció que recibe un pago, especialmente cuando debe concurrir a negocios particulartes o galerías comerciales, “la satisfacción que da en la relación con la gente y con los chicos no tiene precio”.

SANTA CLAUS A DOMICILIO

Pero el trabajo de ser Papá Noel no sólo consiste en sentarse en un trono, sino que muchos optan por hacer sus encargos y viajar hasta las casas de los niños el 25 de diciembre a primera hora.

“Ese es un momento extraordinario -asegura Giaché- los niños que lo viven no lo olvidan nunca más”.

Ese día, los padres pactan un horario en el que entregan los regalos y una lista con datos de los nenes, como sus nombres, qué les gusta, si pasaron de grado o si perdieron el diente. Así, cuando mágicamente aparece Papá Noel por la puerta, él ya conoce a todos.

“Son situaciones que son muy emotivas o que, a veces, sirven para reafirmar la creencia de que lo sobrenatural existe”, señala Ravicovich.

Y a lo largo de los años, de los cientos de miles de niños que se acercaron a pedirle un deseo, Ravicovich recuerda a dos, cuando un chico le pidió un trasplante de médula para poder vivir, y cuando una nena le preguntó si veía a Dios.

“Le dije a esa chica, de unos 6 años, que a veces me lo cruzaba y le pregunté porqué quería saberlo, y me contestó que su madre había muerto y que quería decirle que siempre rezaba por ella y la tenía en su recuerdo. Fue un momento muy duro para mí ”, recordó.

Eduardo Pavelich es otro de los hombres que se calza el disfraz del “gordito de rojo” y que, del 1 y al 24 de diciembre, deja año tras año su trabajo para dedicarse a los cientos de niños que llegan a él.

“Cuando un chico llega corriendo, le extendés los brazos y te abraza, es imposible no emocionarse. Son historias de conexión que te da este trabajo que es único”, asegura este hombre de 66 años.

A él, en sus años de oficio, le ha tocado vivir situaciones de todo tipo. El llanto de los que se asustan, las sonrisas y la emoción de los que llegan repletos de alegría, y la desilusión de quienes saben que, en realidad, él es “un impostor” y se lo hacen saber.

Sin embargo, afirma que no cambiaría por nada este “regalo” que le dio la vida. “Es que cuando estoy con los chicos realmente me siento Papá Noel. No sólo hago esto porque me encantan los chicos, sino porque da la oportunidad de vivir algo que no se explica con palabras. Es impagable y el mejor trabajo que tuve en mi vida”.

 

 

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