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Opinión |LA DISYUNTIVA DEL GOBIERNO ANTE RECLAMOS SECTORIALES Y POSICIONAMIENTOS OPOSITORES

¿Cómo administrar el conflicto para no sucumbir en un año electoral?

Por MARIANO SPEZZAPRIA

¿Cómo administrar el conflicto para no sucumbir en un año electoral?

Macri sentó al radicalismo en Olivos, en un gesto significativo de cara al proceso electoral que ya se empieza a desarrollar

5 de Febrero de 2017 | 02:26

Twitter: @mnspezzapria

Conflicto habrá, eso es inevitable en un país como la Argentina y en un año electoral. El principal desafío que asoma ahora en el horizonte es cómo se administrará la puja entre los grupos de presión, que buscan reposicionarse tras un año de padecimientos. En ese contexto, el Gobierno empezó el 2017 sin lograr la continuidad de la mesa de diálogo multisectorial.

Ese ámbito le había sido útil a la administración del presidente Macri para mantener la paz social a pesar de que la economía no mostró signos vitales durante buena parte de 2016. Pero el puente que tendió el Gobierno entre empresarios y sindicalistas resultó ser más frágil que lo esperado, ya que no contribuyó a generar la confianza necesaria para incentivar una visión de largo plazo.

Por el contrario, afloraron los reclamos antes que las propuestas: los gremios se quejaron por la pérdida del poder adquisitivo debido a la inflación y también por la caída de puestos de trabajo en el sector industrial; los empresarios se excusaron de invertir aduciendo que, producto de la recesión, aún tienen sus plantas con capacidad ociosa. El resultado empieza a verse estos días.

La CGT lanzó una difusa convocatoria a un paro, un mes y medio antes de la fecha en que tendría lugar la medida de fuerza. Y la UIA advirtió que el sector privado no está en condiciones de aceptar aumentos salariales del 30% este año. La reacción del Gobierno, por el momento, se asemeja más a la de un comentarista que a la de una gestión que tiene la función de articular ambos intereses.

De movida, vinculó la jugada de la central obrera al inicio del año electoral. Pero también manifestó su fastidio por la falta de colaboración de los empresarios. Ergo, los funcionarios de la gestión de Cambiemos no aportaron nada nuevo a lo que ya se sabe: este es un año político, en el que los gremios juegan sus propias fichas y las empresas suelen manejarse con extrema cautela.

Sobre ese escenario debe operar el Gobierno. El vicejefe de Gabinete Mario Quintana y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ya dieron cuenta de ello al avisar que la administración pública nacional fijará su paritaria en un 18% de aumento salarial, apenas un punto encima de la inflación proyectada para 2017. Los gremios plantean que ese porcentaje no sea un techo sino un piso.

Como en todo comienzo de año, la primera negociación paritaria es la de los docentes. En esta oportunidad se registra una novedad: la Nación transfirió enteramente esa responsabilidad a las Provincias. Por eso los gobernadores utilizaron a su colega María Eugenia Vidal para enviar un mensaje al Presidente: que garantice los fondos federales comprometidos para los maestros.

Como contrapartida, los gobernadores manifestaron su disposición a negociar localmente con los docentes. Entre ellos, la Casa Rosada cuenta con el apoyo de los mandatarios peronistas con influencia entre sus colegas: el cordobés Juan Schiaretti y el salteño Juan Manuel Urtubey. Ambos parecen encaminados a reflotar la Liga de Gobernadores que tuvo incidencia en los años ´90.

La mesa chica del PRO confía en ambos, pero sus socios de la UCR ya plantearon sus advertencias al propio Macri. En el caso de Schiaretti, los radicales se preguntan por qué motivo rompería su dupla política de 20 años con José Manuel de la Sota para privilegiar un hipotético acuerdo con el oficialismo. Sobre Urtubey se despiertan las prevenciones entre los correligionarios norteños.

Pero en la Casa Rosada esgrimen un argumento para contrarrestar los nervios radicales: la única forma de que el no-peronismo se mantenga en el poder en condiciones de ejercerlo con alguna dosis de autonomía, es precisamente dividiendo al peronismo. La misma lógica prima en la Provincia, donde el vidalismo suma dirigentes del PJ para la gestión y el armado electoral.

LOS SOCIOS RADICALES

El macrismo razona de esa manera casi forzadamente: el PRO sigue careciendo de estructura política a nivel nacional y esa debilidad se acentúa en los grandes distritos del país. Por caso, el Presidente insiste ahora para que el principal candidato de Cambiemos en Santa Fe sea el intendente de la ciudad capital, José Corral, quien preside el Comité Nacional de la UCR.

La figura santafesina del PRO es Miguel del Sel, lo cual exime de mayores comentarios. El macrismo prefiere a Elisa Carrió como tapón de Martín Lousteau en la capital federal. Aquí son otra vez los radicales quienes ofrecen al PRO la estructura que no tiene.

Por eso, en la reunión que se hizo en la quinta de Olivos, el Presidente buscó calmar a los principales dirigentes de la UCR, que al interior de la fuerza afrontan críticas por el rol secundario asumido en Cambiemos. “El radicalismo no está en el gobierno, sino que lo acompaña. El que no entiende la diferencia, no sabe nada de política”. La frase pertenece a Eduardo César Angeloz.

El veterano referente cordobés, de 85 años, está retirado de la política activa pero no se priva de brindar sus opiniones. Distinta es, lógicamente, la postura de Ernesto Sanz, el más influyente de los radicales contemporáneos, quien destaca la asunción de Javier González Fraga en el Banco Nación y reivindica el rol de la UCR en el Congreso como sustento de la alianza gubernamental.

Si bien ese aporte es clave para la gobernabilidad, hay otro elemento que no deja de llamar la atención en el inicio del año electoral: las encuestas marcan una caída de la imagen de la gestión del Gobierno, que se basa en la falta de respuestas económicas. “La agitación de la zanahoria para adelante ha perdido su encanto”, analizó Juan Carlos Schmid, uno de los triunviros de la CGT.

Los aumentos tarifarios anunciados para los servicios de luz, gas, la medicina prepaga y las telecomunicaciones, además de la educación privada, no contribuyen a mejorar esa impresión, aunque el PRO cuenta a su favor con la imagen positiva de la gobernadora Vidal, siempre por encima del 50%. Igualmente los opositores saldrán a la pesca de los decepcionados de Macri.

Especialmente apuntarán a captar el “voto blando” del oficialismo Massa y Stolbizer, quienes volverán a mostrarse juntos esta semana en Mar del Plata y se encaminan a que los congresos partidarios del Frente Renovador y el GEN consagren una alianza para los comicios legislativos. Habrá que ver si los votantes de Margarita digieren la sociedad con un sector del peronismo.

Sobre todo, porque los puentes del massismo con el PJ no están rotos, pese a que desde 2013 el tigrense tomó un camino distinto al de la estructura orgánica del peronismo. De hecho, ayer mismo el diputado y ex gobernador Felipe Solá participó de un acto en San Martín junto al intendente Gabriel Katopodis y a referentes del Movimiento Evita, como “el Chino” Navarro.

Ese sector del peronismo sigue buscando un candidato propio que le evite llevar al tope de la boleta legislativa a Cristina Kirchner y Daniel Scioli, pese al denodado esfuerzo del titular del PJ bonaerense, el matancero Fernando Espinoza. En este caso, también, se demuestra que la estructura partidaria queda a merced de figuras taquilleras desde el punto de vista electoral.

Entonces, las diferencias políticas de los aliados saltan a la vista: el PRO acaba de afiliarse a la internacional de partidos de centroderecha, algo que siempre evitó la UCR, que de la mano de Raúl Alfonsín había ingresado a la Internacional Socialista sin haberse nunca desafiliado (aunque la alianza con Macri le costó una suspensión en esa organización). Y Massa busca perfilarse como un opositor progresista en compañía de Stolbizer, pese a que sus críticas al kirchnerismo eran por derecha. Las ideas quedan subsumidas a las necesidades políticas del momento.

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