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Información General |NUEVAS FAMILIAS Y ROLES

Ahora, las suegras son compinches

De brujas a referentes, de temidas a compinches. Las suegras de hoy ya no son lo que eran antes. Historias de suegras y nueras que rompen el viejo modelo

Ahora, las suegras son compinches

Milagro, Sergio y Liliana. Un trío dinámico que siempre se llevó bien

Por Clarisa Fernandez

22 de Abril de 2017 | 03:36
Edición impresa

¿Quién no escuchó alguna vez el refrán “hay que barrer donde la suegra ve”? Éste y otros tantos dichos son comunes en el folclore cotidiano de las familias argentinas. Pero la suegra, esa mujer canosa, de ruleros y batón, capaz de hacer cualquier cosa para defender a su hijo o hija, es un estereotipo que lentamente se desdibuja. Los cambios de los últimos años en los roles familiares, la integración cada vez más profunda de las mujeres en el ámbito laboral fuera de casa, las modificaciones en rutinas y hábitos, crearon una nueva “suegra”. Estas nuevas madres maduras no usan ruleros ni batón. Muchas son profesionales, trabajan, se van de vacaciones con amigas, suben fotos de sus salidas en Face y hasta tienen novio. Incluso, muchas se convierten en referentes de sus nueras y yernos, porque representan ese cambio que los más jóvenes quieren ver.

“El mito de la mujer como sinónimo de madre, cuya realización estaba solamente en el amor hacia sus hijos, generó un concepto de suegra que llevó inevitablemente a crear un lugar de `otro´ que viene quitar lo más amado”, explica Melisa Achinelly, Licenciada en Psicología egresada de la UNLP. Esta mitificación construyó un estereotipo de suegra que sufre por la pérdida del hijo. Pero con el paso de los años, al ir cambiando el mito de la mujer madre también cambió la figura de la suegra. ¿Cómo son las suegras actuales? ¿Qué tienen que ver los cambios en los modos de vida de las mujeres con estas nuevas representaciones?

Madres sustitutas, amigas sabias

Cuando Sergio le dijo a su mamá Liliana que tenía novia, los enamorados, tenían 15 años. Liliana Maccarini, hoy de 59, no imaginó que ese noviazgo adolescente iba a durar 14 años. Sergio y Milagro hoy tienen 30 y 29, y cuando empezaron a salir cursaban segundo año del antiguo sistema polimodal. Liliana y Milagro García viven en La Plata, y además de compartir vínculo con Sergio, parecen estar ligadas por generaciones anteriores. “Karen, la mamá de Mili, vivía en el barrio de mi infancia, asique la conozco desde que era chica”, recuerda Liliana. Y no sólo eso: los papás de Liliana –Lucia y José- fueron amigos de los papás de Karen, y hasta salían juntos. “Nos pusimos de novios porque nuestro grupo de amigos eran todas parejas y nos querían enganchar, no sabíamos si iba a funcionar o no, pero parece que sí”, sonríe Milagro. En esos días de colegio, que Liliana los esperaba con la comida, aun vivía con su ex marido, y la vida era muy distinta a la de hoy: pasó de ama de casa a trabajar en un comercio, y eso también cambió sus hábitos.

Según Ramiro García Torres, profesor de historia egresado de la UNLP, la década del 60 del siglo XX marcó un quiebre en la historia de las relaciones sociales, porque los jóvenes declararon su inconformismo a las figuras de autoridad de la época, y las mujeres iniciaron su propio camino de liberación, con el ingreso al mercado laboral y con ello las modificaciones de su lugar en la familia. “Mientras que para 1980 las familias con un proveedor varón representaban el 75% del total de nuestro país, para el año 2000 había descendido al 50% y en la actualidad representa un porcentaje infinitamente menor”, afirma el profesor. De hecho, entre el 2001 y el 2011 aumentó un 120 por ciento la cantidad de horas que las mujeres argentinas le dedican al trabajo. Además, el 60 por ciento de las mujeres mayores de 18 años trabaja fuera de su hogar.

A Ofelia Tellechea tampoco es fácil imaginársela con batón. A sus 62, tiene cuatro hijos –dos hombres, dos mujeres-, estuvo casada 20 años hasta que se separó, y desde el 99 está en pareja con Guillermo, a quien todos llaman “Memo”. Hace 28 años que trabaja como profesora de antropología, y 17 que está en el Ministerio de Desarrollo. Tiene 6 nietos. Para Ofelia, las suegras son personas entrañables: “Lelia, mi primera suegra, fue para mí una madraza. Me gustaba llegar a la casa de ella sin aviso, y que me dé de comer con la misma simpleza de siempre. Esas cosas se las voy a agradecer eternamente”, recuerda Ofelia emocionada. Al igual que Liliana, su hijo le presentó a Natalia cuando tenía 16 años, la misma edad de ella cuando le presentaron a la familia de su primer marido. “Nos llamaba la atención porque era una rubia hermosa, y Nacho nunca había traído novia”, sonríe Tellechea. El novio de Natalia Catena, hijo más grande de Ofelia, se llama Juan Ignacio. Hace 18 años que están juntos, y tienen dos hijos: Isidro, de 4, y Carmela, de 6 meses.

Esther Coronel es la sexta de diez hermanos. Nació en Santiago del Estero y después de varias idas y vueltas se radicó en La Plata, allá por 1971. A lo largo de sus 62 años recuerda haber trabajado siempre, y con mucho esfuerzo, terminar el secundario. El punto de inflexión lo marco el año 1976, cuando conoció a Coco, su marido: “fue amor a primera vista”, sonríe Esther. Al año siguiente se casaron, y siete años después, nació Sebastián, que hoy tiene 32. Cinco años más tarde llegó la segunda hija, Florencia. Cuando Coco falleció, hace 17 años, fue duro para Esther: “yo no sabía ni cuándo había que pagar las cuentas, porque se ocupaba él, pero tuve que salir adelante”, admite Coronel. Flavia, su nuera, llegó a su vida hace 9 años. La primera vez que la vio en un cumpleaños familiar se le sentó al lado y le dijo: “¿Así que vos sos la que secuestraste a mi hijo?”. Por suerte, a pesar de esa presentación, el vínculo no iba a ser tan negro como parecía.

Pequeñas sociedades de admiración mutua

Para la Licenciada Achinelly, el hecho de que las madres puedan racionalizar a ese “otro” -pareja de su hijo o hija- como alguien nuevo a conocer, más allá del ideal construido o las expectativas, genera un vínculo inaugural, y eso funda el rompimiento de lo que tradicionalmente se estableció con la figura de suegra.

Para Liliana, Milagro es como otra hija, y su relación fue afianzándose con los años, fundamentalmente después de que se divorció de su marido en el 2014. “Yo nunca la vi como una nuera, he hablado cosas con ella que ni con mis hijos hablé. Siempre está muy predispuesta, ofreciéndose para lo que se necesite”, afirma la mamá de Sergio. Para Milagro: “Lili siempre fue muy mamá, me cuesta decir ´suegra´, no va con ella. Es otra mamá “, sonríe García.

Natalia ve en Ofelia a la mujer que quisiera ser en el futuro: “con Ofe comparto cosas que no comparto con mi mamá. Ella es gamba, buena onda, descontracturada, resolutiva, práctica, independiente. Yo de grande me veo como ella”. Pero como la admiración no distingue edades, una suegra también puede sentir lo mismo por su nuera: “Yo a Flavia la admiro mucho, y siempre se lo digo. Como persona, como mujer, es una luchadora, ella siempre enfrente”, cuenta Esther. Además, Esther y Flavia viven a dos cuadras de diferencia, pero desde los monoblocks pueden ver una la ventana de la otra, y cada día, cuando se levantan, se dedican unos minutos a observar si la vecina ya levantó la persiana.

Liliana y Milagro, Ofelia y Natalia, Esther y Flavia, se cuidan y admiran, superando los rótulos tradicionales que les corresponden por parentesco. Pero más allá de lo afectivo, esa admiración tiene sus raíces en los cambios de mentalidades que vemos día a día respecto de lo que la mujer debería ser o hacer. La jerarquía generacional que desde el sentido común indica una sabiduría mayor del adulto hacia el joven, está dada vuelta. Si bien las nueras reconocen y destacan la entrega de sus suegras, levantan la bandera de la independencia y se identifican más con el costado descontracturado y la rebeldía frente a lo establecido, ese germen de libertad que sus suegras representan, son aquello que ellas quieren alcanzar. Pero a la vez, las mayores admiran ese nuevo contexto de sus nueras donde las exigencias parecen más flexibles que en su época. La admiración, en fin, es mutua.

Milagro estudia medicina, Natalia es profesora de inglés y Flavia trabaja en el Ministerio de Seguridad. Ninguna de las tres duda que estudiar y trabajar son actividades de la vida cotidiana, y esto no era tan común en la época de sus suegras. Con excepción de Ofelia, tanto Liliana como Esther sufrieron presiones de sus familiares para que no trabajen y dedicarse solo a mantener la casa.

Para el profesor García Torres, el nuevo posicionamiento de la mujer en el ámbito familiar y laboral provoca a nivel social un nuevo modelo de mujer que goza de mucha más autonomía que las mujeres tradicionales, quienes solo podían reproducir un único molde: el de ama de casa. “Las nuevas y múltiples formas de ser mujer, permiten que las personas de más de 45 años continúen siendo ´jóvenes´ en muchos aspectos y no solo se enfoquen en el cuidado de sus nietos, como las abuelas de antaño”, afirma Ramiro.

Hoy Liliana y Milagro no se ven tan seguido, sin embargo, ellas dicen que “la esencia no cambia”, porque les gusta pasar tiempo juntas y son familieras. Igual que Flavia y Esther, siempre están atentas la una a la otra, se entienden en lo cotidiano y están cuando se necesitan. Ofelia y Natalia, además, comparten intereses profesionales y trabajan con jóvenes, eso también las une.

La licenciada Achinelly afirma que “lo novedoso es aprender a disfrutar de lo ajeno de las elecciones de los hijos, porque esto revoluciona el lugar que habitan estas mujeres”. Todas ellas aprenden a romper moldes y estereotipos, reconociendo lo que pueden brindarse desde la experiencia y el cariño. Sin ruleros ni batón, ni temiendo futuras rupturas con sus hijos, suegras y nueras tienen más cosas en común que diferencias, unidas por los nietos, las victorias y frustraciones compartidas, recorren juntas el camino y desafían los mitos heredados, creando nuevos presentes.

 
“Las nuevas y múltiples formas de ser mujer, permiten que las personas de más de 45 años continúen siendo ´jóvenes´ en muchos aspectos y no solo se enfoquen en el cuidado de sus nietos, como las abuelas de antaño”

 

 

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