Una noche con Ed Sheeran: ¿de qué nos estamos perdiendo?

El sábado, en el Estadio Ciudad de La Plata, bajo una lluvia helada, miles deliraban. Quizás estaban a cien metros del escenario, aplastados y mojados, pero poco importaba: sus rostros eran los de gente feliz. ¿El motivo? Un artista, Ed Sheeran, y su guitarra solitaria.

El fenómeno de un músico pop causando el estremecimiento de millones no es ninguna novedad: pero Sheeran tiene a los especialistas rascándose la cabeza. ¿Qué tiene este chico que interpreta una música amable y convencional, y que desafía todos los preconceptos sobre cómo debería lucir una estrella pop?

El británico de 26 años no encaja en ninguna categoría: en un momento en que el pop bebe de las fuentes del house y el ambient, las composiciones se complejizan a medida que la audiencia tiene acceso a más y más músicas del mundo y los DJs se vuelven figuras estelares, Sheeran reivindica al cantautor y, sin una banda detrás, llena estadios en todo el mundo. Con su último trabajo, “%”, recibido tibiamente por la crítica, instaló nueve de sus pistas en el Top 10 británico, superó el millón de copias en apenas 16 días a la venta (232.000 en la primera jornada), se convirtió en número uno mundial y en pocas semanas en el mercado se transformó en el disco más vendido de 2017. Además, Spotify lo acaba de coronar como el artista que más reproducciones ha generado en un solo día, cerca de 56,7 millones.

Ante los abrumadores números, no eran pocos los especialistas que, en la previa al show en La Plata, afirmaban que “no entiendo lo de Ed Sheeran”: un éxito arrollador que no cuenta con el apoyo de la crítica, que llegó a disparar que el colorado “vende inocencia trivial a cambio de libras. Utiliza una sabiduría insulsa y una música sin imaginación para reflexionar sobre lo bueno y lo malo de quienes lo rodean, sin mirar hacia dentro ni una sola vez”. Así afirmó la crítica Laura Snapes en su comentario del nuevo disco, al que calificó con un puntaje de 2,8 sobre 10. Y The Guardian fue más allá: “Su encanto apto para todo el mundo no enmascara el alma calculadora de ‘%’”, tituló el diario.

¿CALCULADO?

Estos detractores sostienen que Sheeran no es ningún revolucionario: su éxito se esconde en su imagen al igual que el de tantas estrellas antes de él, una imagen de chico normal y accesible, moderno y tatuado pero inofensivo, que es calculada, afirman, y allí se esconde un factor clave del furor que genera.

Su físico a contramano de los estándares del atractivo masculino, de hecho, le hizo objeto de acoso escolar, una dolorosa historia que condimenta su imagen de éxito contra todo de la misma manera que el relato de los años que pasó en Londres, muy joven, mostrando su música casi todas las noches (llegó a tocar 312 veces en un año) y vendiendo su primer EP desde el baúl de su camioneta, mientras dormía en sillones ajenos. La historia de un tipo común y, a la vez, capaz de inspirar a miles de adolescentes que sueñan con la emancipación y la persecución de sus sueños.

Pero desestimar cualquier fenómeno como el de Sheeran puede ser peligroso: los rostros extáticos del Unico no eran los de fans contentos, sino los de una masa que, durante la duración de una canción, parecía sentirse comprendida, menos sola en el mundo, gracias a estas melodías acusadas de “convencionales” del cantautor.

“Viendo las listas de éxitos, puede parecer un compositor sobrevalorado, pero leyendo las críticas musicales, todo lo contrario, parece infravalorado”, opina al respecto Sebas E. Alonso, director de la web musical Jenesaispop, quien destaca que, “sin ser Bob Dylan ni pretenderlo”, sabe sobre todo cómo “hacer canciones de pop sobre el amor y la vida que conecten con la gente”.

CONEXION

Conexión parece ser la palabra clave. Vivimos en una era hipertecnologizada, de complejas composiciones pop realizadas por cinco o seis productores, los verdaderos autores de una música interpretada por la figurita internacional de turno. Una era donde esa artificialidad abarca y parece vaciar de contenido la mayoría de los aspectos de una vida cotidiana precaria, ansiosa de novedades, líquida. Y Sheeran parece ofrecer un antídoto, una propuesta de sencillez devastadora, con una honestidad (¿calculada?) peleada con las poses “cancheras”, rebeldes y construidas del pop actual. Una propuesta, además, escrita por el hombre que la interpreta, armado solo de una guitarra y una loopera con la que hace frente al mundo.

¿Será Sheeran el dueño de las llaves para la redención del pop? ¿O será sólo un fenómeno más, extraño pero finalmente convencional, escuchado masivamente solo debido a “una moda”, a la contradicción que genera que mientras las fronteras de lo que podemos escuchar se amplían exponencialmente gracias a internet, los algoritmos de búsqueda limitan nuestros universos a lo que es tendencia?

Al dejar un emocionado estadio el sábado, no pude dejar de pensar que quizás las víctimas de esa “burbuja” virtual no sean ellos, los jóvenes, sino nosotros, los adultos, miopes por años de “experiencia” ante los cambios, los que nos estamos perdiendo de cosas importantes.

Pedro Garay