Bolívar, donde las inundaciones atentan contra el trabajo y la vida cotidiana

Por: Agustina Mussio

Mónica Saavedra estuvo un mes en el hospital, cuidando de su hijo que había quedado en coma luego de sufrir un accidente. El 6 de marzo, cuando volvieron a la casa que comparten en Ibarra, un pueblito de 20 habitantes en el partido de Bolívar, se encontraron con casi un metro de agua adentro de la vivienda.

A fines de enero había comenzado a llover y todavía no había parado. El agua azotó durante dos meses seguidos a varios partidos de la provincia de Buenos Aires, y Bolívar fue una de las localidades perjudicadas.

En zonas como Urdampilleta o Ibarra cayeron 800 milímetros de agua en setenta días. Después un breve respiro, y otra vez el aguacero.

“En el partido tenemos registros de lluvia que van desde los 700 milímetros a los 1.000, y el promedio anual de Bolívar es de 950 mm. Por lo que en algunos lugares ya se pasó la media anual”, dice el Director Vial de Bolívar, Guido Lanzoni.

Mariano Ruiz, secretario de Asuntos Agrarios del partido, cuenta que el 5 de marzo imágenes satelitales registraron unas 120 mil hectáreas inundadas, pero que se estima que actualmente el número ascendió a más de 200 mil.

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“Llueve un poco y entra el agua”

“La zona sur es la más complicada. Es desastrosa la situación de Urdampilleta, Ibarra, Vallimanca y Paula. Esas localidades están afectadas desde marzo. Ahora se sumó Hale y Miramar. Pero también el resto del partido está en emergencia”, dice Ruiz.

Pedro Cisneros se dedica a la cría de pollo y de cerdo, y para desarrollar su actividad alquila una quinta de diez hectáreas; ocho le quedaron bajo agua. “Tuve que sacar todo. Vendí los animales y me quedé con muy poquito, porque a veces ni siquiera puedo llegar con el alimento. Los caminos están intransitables. Voy en camioneta y me encajo, y la situación viene desde hace seis meses”, cuenta, y lamenta que aunque no puede producir debe cumplir con el contrato del campo pagando lo acordado.

Por otro lado, Pedro se vio obligado a asumir nuevos gastos que perjudican aun más su situación económica: tuvo que alquilar otra casa para mudarse con su familia y así evitar el aislamiento.

El pequeño productor asumió la responsabilidad de activar diariamente una bomba en una esquina estratégica de su pueblo (Ibarra) para evitar que el agua llegue a las casas. Si bien por el momento el método funciona, no ofrece ningún tipo de garantía ni brinda demasiada seguridad a los vecinos: el peligro de inundación está latente.

En Urdampilleta, una localidad vecina a Ibarra, el agua ingresó al pueblo en abril, mes en el que se registró la mayor crecida. Pero los efectos más devastadores de esta inundación se encuentran en el campo, donde se estima que un 60% de las 500.000 hectáreas que conforman Bolívar se vieron afectadas en los momentos más críticos.

“Desde esa crecida de febrero el agua no llegó a bajar por completo. Veníamos con 60 días de recuperación, porque no había llovido en cantidad y el agua venía bajando bien, pero volvió a llover entre 150 y 250 milímetros y se complicó otra vez. Ahora está todo el partido afectado”, dice Lanzoni.

Entre las principales consecuencias de la inundación se encuentran los problemas de accesibilidad, ya que la mayoría de los caminos están intransitables.

Esto repercute tanto en las tareas del campo como en la vida cotidiana. A muchos chicos se les complica llegar a las instituciones educativas y algunas familias se tuvieron que mudar para no quedar aisladas.

“Cuando a mi hijo le dieron el alta y quise traerlo a casa, el camino estaba lleno de agua, todo cortado. Tuve que traerlo en tractor. Y ahora sigue igual, también uso el tractor para llevar a la nena a la escuela”, cuenta Mónica, que se ocupa del cuidado de su nieta.

Mónica tiene ocho hectáreas. Para vivir vende chorizos de cerdo y los terneros que le dan sus cinco vacas. Además de la heladera, algunos muebles y parte del piso de su casa, también se le arruinó la producción. “Perdí todo el verdeo que cultivo para las vacas. Ahora les tengo que comprar granos para alimentarlas. Me quedé sin nada”.

Existen cuatro caminos que unen Bolívar con Ibarra, pero debido a las lluvias sólo dos quedaron “relativamente” transitables. El problema de accesibilidad a los campos se extiende a toda la zona.

“No podés mover hacienda, sacar la cosecha ni la leche de los tambos, o, si se puede, es con muchas complicaciones”, explica Lanzoni.

Además de la imposibilidad de siembra en algunos casos, o de las plantaciones que quedaron bajo agua, otro problema es la producción que quedó “presa” dentro de silo bolsas. Como quedaron rodeados de agua, las máquinas que deberían extraer la mercadería del plástico no pueden acceder. Los productores explican que existe un riesgo elevado de que la mercadería se arruine a causa de la humedad y del agua que podrían llegar a filtrar los silos.

“Hasta el momento se estiman pérdidas de entre un 35 y un 40% de soja, un 10% de girasol (la mayor parte se cosechó antes de la inundación), entre un 15 y un 20% del maíz y hubo mucha pérdida de pasturas”, señala Ruiz.

Ante la alarmante situación, los productores ruegan por días secos que permitan la evaporación del agua.

Zonas

Las más comprometidas son las del sur, Urdampilleta, Ibarra, Vallimanca, Paula, Hale y Miramar

500.000

La cantidad de hectáreas que tiene Bolívar

+200 mil

El 5 de marzo, imágenes satelitales registraron unas 120 mil hectáreas inundadas. Pero se estima que actualmente el número ascendió a más de 200 mil.