Se disparó el consumo de éxtasis en el país y el inicio es cada vez más temprano

Mientras los médicos de los hospitales aseguran que en el último año aumentaron las intoxicaciones por uso de drogas sintéticas y que cada vez entran más jóvenes a las guardias por este motivo, sobre todo durante los fines de semana, esta semana un nuevo informe de la Sedronar volvió a poner el tema sobre la mesa y a dejar en evidencia la gravedad del problema: según sus datos, el consumo de éxtasis se incrementó un 146% en los últimos siete años en nuestro país, con una edad de inicio que se ubica antes de los 20 años pero con el mayor índice de consumidores entre los 18 y los 34 años.

Rola, pasti, picapiedra o pepa. Tengan el nombre que tengan, las drogas de diseño parecen avanzar a pasos agigantados en nuestra región y hacer estragos en la salud de los chicos. Así, el trabajo del organismo oficial vuelve a encender una luz de alarma y, si bien su consumo sigue siendo sensiblemente inferior al de sustancias como la marihuana, el alcohol o la cocaína, confirmar que su presencia entre los jóvenes no para de aumentar y de extenderse a nuevos ámbitos, eludiendo controles y multiplicando su variedad y oferta.

El éxtasis, puntualmente, es una droga sintética de la familia de las anfetaminas que puede provocar euforia, pérdida de las inhibiciones, hiperactividad y disminución de la sensación de dolor físico. A largo plazo, coinciden los especialistas, su consumo produce deterioro cognitivo. “El cerebro termina de formarse a los 18 años, nos preocupa que esta y otras sustancias psicoactivas comiencen a consumirse a edades cada vez más tempranas”, dice Verónica Brasesco, titular del Observatorio Argentino de Drogas.

El 4,5% de las personas que consumió éxtasis lo hizo por primera vez a los 15 años o antes, mientras que el 30,1% lo hizo entre las 16 y los 19 años, el 63,6% entre los 20 y los 30, y y el 1,8% después de los 30, detalla el informe de la Sedronar difundido esta semana.

Por otro lado, el 24% de los que alguna vez probó siguen consumiendo y la última vez que lo hizo fue hace menos de un mes, y según estadísticas anteriores de la Secretaría, en 2015, el 7% de los estudiantes de quinto año del secundario habían consumido éxtasis.

PELIGROSA VARIEDAD

Si bien al principio se asoció este consumo exclusivamente a las fiestas electrónicas y a las grandes ciudades, en los últimos años pasó a verificarse también en eventos de otros géneros. Con todo, sigue siendo un consumo que, por su costo, está por ahora restringido a jóvenes de un sector medio o acomodado.

Lo que más preocupa a los especialistas es que entre esos jóvenes que consumen este tipo de drogas está muy arraigada la creencia de que se trata de sustancias inocuas, una idea que no se corresponde con la realidad: las drogas de diseño como el éxtasis (metilendioximetanfetamina) pueden afectar seriamente a órganos como el corazón y los riñones o provocar un ACV en personas sanas (ver aparte).

Los riesgos se potencian para el caso de las personas que padecen una afección coronaria sin saberlo o para aquellos que mezclan este tipo de sustancias con alcohol o con cocaína, otra tendencia que los especialistas verifican en los últimos tiempos.

Además de estos problemas, las drogas de diseño están planteando otros desafíos a los profesionales. Según destacó la Sedronar “cada vez es más difícil darse cuenta cuando una persona consume éxtasis, dado que existen drogas con sustancias psicoactivas no fiscalizadas que poseen componentes que se desconocen”.

Esta situación también plantea problemas serios en las guardias de los hospitales, cuando aparecen jóvenes afectados por lo que se presume que es el consumo de drogas de diseño pero cuya composición puede ser tan amplia que se desconoce cuáles son los componentes que pueden tener.

Claro que el tema no es sólo local sino parte de una problemática que ataca a nivel global. En el mundo hay más tipos de drogas sintéticas, son más fáciles de conseguir y además, dicen los expertos, son cada día más potentes. El último Informe Mundial de Drogas 2017, difundido hace poco más de tres meses y en donde se alerta que la producción creció 85% en sólo tres años, pone el foco sobre el “florecimiento” del mercado de las drogas y precisa que 29,5 millones de personas tienen trastornos graves por el consumo de esas sustancias. “Hubo un aumento en la situación de riesgo para la salud por la diversificación y la potencia de nuevas sustancias. El mercado de las drogas continúa evolucionando y el número de sustancias sigue creciendo”, explicó Angela Me, coordinadora del informe.

En Argentina la situación es la misma, con una tendencia similar: en los hospitales, como se dijo, los médicos muchas veces no pueden diagnosticar a los pacientes que llegan a las guardias porque no saben lo que consumieron. “Todo el tiempo llegan personas con sobredosis que nos cuesta diagnosticar con los test previos. Es que quedan obsoletos porque muchas veces las sustancias son modificadas con químicos y eso implica ya una variable en la reacción del cuerpo”, cuenta Ana Girardelli, directora del Hospita platense Especializado de Toxicología y Salud Mental.

Para la profesional platense, el tema se vuelve muchas veces dramático porque cuando los consumidores llegan a las guardias y se les pregunta qué tomaron no saben qué responder. “Ni ellos ni quienes los acompañan -cuenta Girardelli-. Es muy preocupante porque el trabajo para sacarlos de esa situación se nos complica. El año pasado recibimos 700 consultas de emergencia, un número que hace un tiempo atrás no alcanzábamos. La tendencia es que esto siga en aumento”.

Quienes estudian el tema destacan además que si bien las drogas de diseño procedían en un principio de Europa, actualmente en el país se registra una situación delicada, ya que existen tanto los precursores químicos como el conocimiento para que se puedan fabricar localmente.

Para Girardelli, quien desde hace tiempo viene alertando sobre una escalada en el consumo de drogas sintéticas, hay un perfil definido del paciente tratado en la Región con este tipo de cuadro. Se trata generalmente de jóvenes de entre 20 y 35 años y pertenecientes a la clase media o a la clase media alta. La evolución de esos pacientes depende del estado de salud previo a la intoxicación. Pero también de las otras posibles sustancias que combinó con las drogas sintéticas.

Es en este punto que aparece otra característica del consumidor de drogas de diseño que preocupa a los especialistas: que generalmente no se limitan a utilizar estas sustancias, sino que hacen un policonsumo que suele incluir otras drogas legales e ilegales, como el alcohol, la marihuana, la cocaína, o alucinógenos como el LSD. Muchas veces es la interacción entre esas sustancias la que genera las emergencias.

Otras cuestiones vinculadas al uso también aparecen como agravantes. Entre ellas, la diferencia en el tiempo que actúan distintas pastillas. “Hay algunas que hacen efecto a la media hora, otras tardan más, Lo malo es que cuando los chicos no están suficientemente informados desconocen esta característica y pueden ponerse impacientes cuando una pastilla no les hace efecto y tomar otra, exponiéndose a una sobredosis”, indican.

Según estimaciones que se hacen en la Sedronar y que confirman los propios toxicólogos, cada dos semanas aparece en el país una nueva droga de diseño, al tiempo que los químicos que los producen, en laboratorios clandestinos, modifican constantemente las fórmulas.

Cuando los consumidores llegan a las guardias y se les pregunta qué tomaron no saben qué responder. “Ni ellos ni quienes los acompañan -se apunta-. Es muy preocupante porque el trabajo para sacarlos de esa situación se complica”.