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Espectáculos |“EL UNIVERSO EN UN HILO”: CRITICA

Un universo enredado

Un universo enredado

Los personajes creados por Marina De Caro en una escena de la ópera “El universo en un hilo” - teatro argentino

Por NICOLÁS ISASI

21 de Agosto de 2017 | 02:03
Edición impresa

Dirección musical: Luciano Azzigotti. Dramaturgia, escenografía, vestuario y dirección: Marina De Caro. Voces: Liza Casullo y Esteban Manzano. Actuación: Natalia Di Cienzo. Músicos: Victoria Inés Barquiza (flauta), Gabriela Czerednikow (arpa), Alejandra Becerra (violoncello), y Roberto Maqueda Domínguez y Víctor Lincoln Barceló-Suárez (percusión).

Para empezar, “El universo en un hilo” no hace honor a su nombre. Los pocos hilos que aparecen solo son detalles azules en el vestuario, y si hablamos del hilo conductor de la obra, podemos pensar que los espectadores estaban desorbitados dentro de ese universo, que evidentemente por su inmensidad, complicaba hilar las situaciones dramáticas. Esto quedó comprobado no solo por los comentarios de desorientación y las constantes preguntas que se hacían los presentes, sino que en la segunda parte, cuando comienza un flash de luces al estilo discoteca, podían observarse las caras de los espectadores estupefactos. Una escena que sucedía en la platea, a la par de la obra. Actuación pura en cada uno de esos rostros asombrados a la vez que perdidos.

Nacida como propuesta para la Bienal de Lyon de 2010, la intención del proyecto era explorar la dimensión del cuerpo como caja de resonancia y su sonoridad. Ese disparador hizo que la marplatense Marina De Caro (dramaturga, escenógrafa, vestuarista y directora del proyecto) entrara en el campo de la ópera. Dice el programa de mano: “el proyecto para la bienal se transformó en una obra escultórica y la ópera quedó como un desafío para desarrollar en el tiempo. No lo abandonó y, muy lentamente, lo fue trabajando con insistencia”. El gran problema aparece cuando se cree que la ópera es algo sencillo y que cualquiera puede hacerlo cuando, al contrario, la ópera es quizás el género musical más complejo que se haya creado, por la convivencia y participación de múltiples artes en relación con la música. De más está decir que resulta curiosa la participación inicial de grandes cantantes como por ejemplo en el inicio con Lucas Villalba (quien falleciera el año pasado, siendo muy joven y con una carrera por delante), y ahora en el estreno con Esteban Manzano, quien posee una bella voz que no llega a apreciarse como tal en su personaje a lo largo de la obra.

Según el libreto, la obra plantea el encuentro entre Melisande, Ofelia y Margarita por primera vez en un taller de tejido. Sin embargo, no hay ningún rasgo que le aclare al espectador dicha situación. Uno de los personajes se encuentra en el centro y atrae a los otros dos a medida que desprende un rollo de velcro en dos partes. Lo único que escuchamos es el estruendoso ruido del velcro que se separa hacia un lado y hacia el otro. “En el caso de esta ópera esas figuras van a dejar que se las escuche, van a decir su pensamiento poético, utópico y político en cada uno de los cuadros”. En verdad dijeron, el problema es la forma en que se dejaban escuchar. Si partimos de la base que la escucha supone una prolija y correcta emisión para que el oyente pueda interpretar y entender el mensaje… en ese caso pareció haber alguna falla. Las tres voces (con micrófono), desde el comienzo hablaban superpuestas y muchas veces en susurros, con extraños efectos de sonido, y un ensamble de varios músicos que utilizaban sus instrumentos casi de forma percusiva a lo largo de la obra.

El gran problema aparece cuando se cree que la ópera es algo sencillo y que cualquiera puede hacerlo cuando, al contrario, la ópera es quizás el género musical más complejo que se haya creado

Todo esto en conjunto, siendo una obra estreno (por ende, desconocida) y sin subtítulos, era casi una ofensa hacia el espectador. Por citar parte del libreto de mano (que tiene solo seis páginas), en el tercer cuadro: Margarita, exclamaba: “somas a través, somes vestides, somis posibles, ser o sur lugar, somus través a dus, somos narrados, suma somos”. No es la intención hacer una crítica o análisis dramatúrgico del texto, pero claramente esos parlamentos con juegos de palabras que exceden el castellano, son parte de algo inentendible para cualquier espectador.

Dentro de los elementos interesantes a nivel visual se encontraban el diseño del programa y su tipografía, el vestuario, que comprendía tres grandes cabezas colgadas en donde los personajes entraban y dialogaban con sus cuerpos danzando en forma de ritual y un descolorido maquillaje azul, que otorgaba un efecto de extrañeza en esos cuerpos que por momentos se unificaban con la luz y con el vestuario. El momento de mayor sincronía y armonía visual tuvo que ver con la coreografía lumínica de círculos que prendían y apagaban, a medida que los actores intentaban atraparlos. Ese juego de escondite, por más simple que fuera, al comienzo tenía una lógica incluso desde el punto de vista musical. Si el piso cuadriculado del escenario hubiese tenido círculos que encastren exactamente en cada haz de luz, el efecto hubiese sido todavía más fuerte. Pero, aun así, se trató de uno de los momentos más destacados de toda la obra.

Como artista visual, De Caro trabaja con el mundo textil, el dibujo y las instalaciones. Según el curador Julio Sánchez, De Caro “aborda el diseño de moda, el dibujo, la cerámica, la instalación, la performance y (…) no tiene etapas abocadas a uno u otro soporte, sino que sobrevuela sobre todos y aterriza sobre algunos cuando quiere”. No hay dudas de su obra en el mundo de las artes visuales, algo que en este caso se observa por ejemplo en el diseño y la utilización del vestuario que recuerda a sus trabajos precedentes. En su espacio dentro de la galería de arte Ruth Benzacar, De Caro afirma: “trabajo para poder perder la gravedad de la ley que es la que nos impide salir volando”.

Siendo avalada por Lizzie Waisse (maestra de práctica escénica en el ISATC) y por Cynthia Edul (directora del TACEC), entre otros, cuenta con el apoyo de Mecenazgo Cultural y es un proyecto seleccionado por el Programa Plataforma Futuro del Ministerio de Cultura de la Nación. Pensando en la ópera contemporánea y la del futuro, cuesta creer que éste pueda ser el futuro de la ópera, habiendo tenido y teniendo grandes compositores y creadores de óperas como Oscar Strasnoy o el platense Osvaldo Golijov. Dos grandes talentos del mundo académico, que como Argerich y Barenboim residen en el exterior.

“El universo en un hilo” tendrá nuevas funciones el miércoles 23, jueves 24 y viernes 25 de agosto a las 21.

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