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Séptimo Día |POEMAS Y TEXTOS MARINOS

Oleadas de turistas convocados por el eterno llamado del mar

Euforias estadísticas del año pasado en torno a las playas atlánticas. Una nueva temporada. Poetas y escritores frente al enigma de los océanos. La batalla invisible de las aguas ante las costas bonaerenses

Oleadas de turistas convocados por el eterno llamado del mar

Mar del Plata, la ciudad “Feliz” que convoca a los argentinos durante todo el año / AFP

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

24 de Diciembre de 2023 | 05:59
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Se solía estimar que el promedio de turistas que iban a las playas atlánticas de nuestro país no superaba al del 6 al 8 por ciento de la cantidad de habitantes del país, pero en 2023, según exultantes informes del portal del Estado argentino de la administración anterior, en el caso de los balnearios “más de 16 millones de personas visitaron la provincia de Buenos Aires”, “un 4,2% más que en 2022 y un 29.2% más que en 2019”.

Eso sólo en la Provincia. Para el resto del país, el informe del organismo dependiente entonces de la administración anterior, ya en plena euforia, añadía: “Según los últimos relevamientos, hubo 33,8 millones de turistas en el verano 2023, un 4,5% más que la temporada anterior, que había sido histórica”.

Si bien se dice que “la estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. ...” y que “las cifras no mienten, pero los mentirosos también usan cifras…”, pese a todo ello es una verdad sustantiva que el mar sigue siendo como un faro deseado en la noche de los náufragos, un compañero imprescindible para turistas en el mundo y en la Argentina, en este último caso millones más, millones menos.

Antes, para la mayoría, los viajes al mar suponían trabajos previos que incluían el traslado en precarios trenes a vapor y ómnibus traqueteantes o, para los que tenían movilidad propia, la sujeción de valijas en inestables portaequipajes, entre otras tareas casi ciclópeas. Hoy la modernidad hizo que el mar se acercara, que se decidan viajes de un minuto para otro a cualquier altura del año y tan sólo por dos o tres días. Con calor o frío, lo importante es llegar y ver al mar de siempre.

Rafael Alberti

“La cura para cualquier cosa es el agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar” dijo la poeta dinamarquesa Isak Dinesen (1885-1962), seudónimo de Karen Christence Blixen-Finecke. El mar como terapia, con arenas y vientos compañeros. El mar llama a la humanidad, para sanarla con sus voces y espumas misteriosas.

Uno de los grandes poetas marinos fue el español Rafael Alberti (1902-1998), nacido en el puerto de Santa María, en Cádiz con un primer libro a sus 22 años de edad cuyo solo titulo –Marinero en tierra- dice casi todo acerca de sus sentimientos.

Ocurre que su familia se había mudado a Madrid y allí escribió estos versos: “El mar. La mar./ El mar. ¡Sólo la mar!/ ¿Por qué me trajiste, padre,/ a la ciudad?/ ¿Por qué me desenterraste/ del mar?/ En sueños, la marejada/ me tira del corazón./ Se lo quisiera llevar./Padre, ¿por qué me trajiste/ acá?”

Caso contrario al de Albertí es el del poeta Rafael Oteriño, que pasó de la mediterraneidad platense a las costas oceánicas de Mar del Plata: “Yo no nací aquí pero el mar me hizo suyo:/ a mí me atrapó esa planicie que está detrás de las olas,/ la que florece oscura cuando llegan las lluvias,/ la que no deja un solo día de rugir/ y se balancea inmemorial como un parpadeo./ Yo no nací aquí pero el mar me hizo suyo:/ yo no lo amaba al llegar pero ahora lo amo,/ tiene el nombre de mis hijos que nacieron ayer,/ tiene la forma de mis manos que dibujaron la casa,/ el amor y su sombra, la conciencia y el páramo”.

 

Más de 16 millones de personas visitaron la provincia de Buenos Aires

 

“Necesito del mar porque me enseña…” dijo Neruda en su poema dedicado al mar. Del Pacífico rescató el chileno una tabla que hizo luego tapa de su escritorio en la muy marinera residencia encaramada en Isla Negra, con las olas que golpean al pie del acantilado. También vive mirando y respirando el mar el español Manuel Vincent, sobre todo el Mediterráneo, en el que aún se asoman todas las culturas de Occidente y Oriente.

Justamente el italiano Eugenio Montale (1896-1981) también le dedica un poema al Mediterráneo. No parece un poema sino, más bien, el mensaje de un amigo o de un discípulo: “Antiguo, estoy embriagado por la voz/ que brota de tus bocas cuando se abren/ como verdes campanas y se repelen/ hacia atrás, disolviéndose./ La casa de mis veranos juveniles/ -lo sabes- estaba a tu lado/ allá en la tierra donde el sol calcina/ y oscurecen el aire los mosquitos./ Hoy como entonces ante ti permanezco/ inmóvil, mar, mas no me creo/ digno ya de la solemne admonición de tu aliento”.

LA FASCINACIÓN

¿Por qué ejerce el mar tanta fascinación? Aquí habría que reflexionar que el mar –no la tierra- es el que cubre la mayor superficie de nuestro planeta. Sobre este punto el siempre extravagante y talentoso Ambrose Bierce (1842-1914) advirtió que el mar es “un cuerpo de agua que ocupa dos tercios de un mundo hecho para el hombre, que no tiene branquias”.

Esta frase de Bierce explica algunas interpretaciones sobre la extranjería del mar, sobre el poderío solitario de sus aguas encrespadas y de los silenciosos tiburones u otras criaturas que, como fuerzas oscuras, las habitan.

Ajeno al posterior y festivo fenómeno del turismo, otro escritor marino Joséph Conrad (1857-1924), aseguró que “el mar nunca ha sido amigo del hombre. A lo sumo fue cómplice de su inquietud”.

Polaco de nacimiento, marinero de los siete mares, después oficial de la marina mercante inglesa, Conrad fue un observador y consultor permanente del mar, sobre el cual dijo: “Como si fuera demasiado grande, demasiado poderoso para las virtudes comunes, el océano no tiene compasión, ni fe, ni ley, ni memoria”.

Quieto, pensativo, en su departamento de la calle Maipú, Jorge Luis Borges habrá escrito una vez: “El mar es un idioma antiguo que no puedo descifrar”.

 

Los especialistas lo advirtieron: lo que falta de médanos es por acción del hombre

 

LA LUCHA INVISIBLE

Mientras los turistas argentinos se vuelquen hacia las playas de la costa atlántica -¿cuántos millones, reales o imaginarios, en el 2024 que arranca?- el mar seguirá batallando contra los 1.200 kilómetros de dunas costeras que existían hace apenas unas décadas y que ahora se redujeron dramáticamente.

Los geólogos y otros especialistas lo advirtieron: lo que falta de médanos es por acción del hombre, por construcción de espigones perpendiculares que acumulan arena de un lado y dejan socavones por el otro; por el tendido irracional de avenidas costeras paralelas y cercanas a la costa, según se estableció en un informe encargado por la Provincia a geólogos y otros profesionales.

Las imágenes satelitales muestran con claridad que, en la barrera de dunas entre Punta Rasa y Mar Chiquita, casi la mitad del frente costero de la Provincia sufrió ya una alteración que no sólo implica la reducción de hábitats naturales, sino serios desequilibrios en la dinámica costera y una notable pérdida de biodiversidad.

Eugenio Montale

La urbanización desmedida, la fijación de los médanos, la extracción de arena, la forestación con especies exóticas y el uso de vehículos 4X4, entre otras acciones que se han venido incrementando en los últimos años no sólo comprometen la conservación de plantas y animales nativos, sino que modifican toda la dinámica natural de la franja costera. Se beneficia a corto plazo el objetivo turístico, pero el mar, que no es cortoplacista, tardará relativamente poco tiempo para devorarse nuestras playas y costas.

Las playas y las costas bonaerenses, sometidas a depredaciones naturales y humanas, con instalaciones erróneas de diversas defensas marinas, están perdiendo metros cada año en una batalla invisible que les plantea el mar.

Volverán las sombrillas y reposeras, los turistas ruidosos o taciturnos, el uso de los toldos, el sano disfrute de varones y mujeres de toda edad frente al mar de siempre. Sin embargo, si no se reacciona, la batalla invisible seguirá librándose y el mar avanzará insaciable hacia la tierra indefensa.

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