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Un platense por adopción reconocido en el mundo como el creador de un sistema de identificación de personas. Había nacido en Lessina, actual Croacia. Tuvo una infancia sacrificada y a los 24 años emigró junto a su familia hacia la República Argentina
Pocas personalidades platenses aquilataron en su vida antecedentes de tanta valía mundial como Juan Vucetich (1858-1925), que logró plasmar para el mundo un método para identificar personas, anticipándose casi un siglo al último adelanto científico del ADN. Hace pocos años el titular de la cátedra de Medicina Legal de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires sostuvo que el instaurado inicialmente en la Argentina y luego en el resto de los países por Juan Vucetich “es el único sistema científicamente reconocido en todo el mundo para identificar a una persona”. Añadió que “otro puede ser la extracción de ADN, pero en el país no existe un registro de datos genéticos de las personas”.
Tales declaraciones no hicieron sino ratificar, ya avanzado el siglo XXI, la importancia del método de reconocimiento de personas por las huellas dactilares, a partir del cual Vucetich -cuando finalizaba el siglo XIX- ideó un método de clasificación que fue reconocido y elogiado en el planeta.
Nacido el 20 de julio de 1858 en Lessina, actual Croacia, fue hijo de Víctor y de Vicenta Kovacevich. Vivió una infancia sacrificada y a los 24 años emigró junto a su familia hacia la República Argentina, para desempeñarse primeramente como empleado de la dirección de Obras Sanitarias de la Nación durante seis años, hasta que renunció para ingresar al Departamento Central de Policía de la recién fundada ciudad de La Plata, en calidad de meritorio.
Fue aquí, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires y ya afincado en nuestra ciudad donde produjo la gran revolución en lo referente a la identificación de las personas, en una época signada por el progresismo.
Al mismo tiempo que Drago definía la identificación antropométrica en la ciudad de Buenos Aires, Vucetich avanzaba en nuestra ciudad en su investigación sobre las huellas digitales.
Estas señas habían sido descubiertas mucho antes. Algunos dicen que muchos siglos antes, pero fue en 1823 cuando el anatomista europeo Juan Evangelista Purkinje profundizó en el análisis y clasificación de los dibujos dactilares.
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Luego quedó establecido, por Henry Faulds, que los dibujos dactilares permanecen inmutables toda la vida y fue él quien por primera vez mencionó la posibilidad de catalogar a las personas.
Así, en 1877 fue el británico Williams James Herschel el que empleó la impresión de los dibujos estriados de los dedos de la mano para autenticar la firma de los documentos y propuso que así se individualizara a los detenidos en las cárceles, pero no llegó a clasificar los dibujos. Once años después, otro británico, Francis Galton proyectó esa clasificación, pero dejó sus estudios inconclusos.
Lo cierto es que nadie, hasta Vucetich, logró implementar un sistema universalmente reconocido para la individualización de las personas. Hasta entonces se había empleado el método antropométrico del francés Bertillón. El llamado “bertillonage” era deficiente e inseguro y se basaba en ciertas medidas del cuerpo humano.
Fue entonces que la policía argentina consideró necesario instalar una oficina que se ocupara de estudiar la identificación de las personas, comisionándose a Agustín Drago para esa tarea.
Sin embargo, fue en el ámbito de la Policía bonaerense donde se produjo la verdadera revolución, a partir de la profundización de estudios de Vucetich de las huellas digitales, por solicitud de sus superiores.
En poder de todos los antecedentes existentes -abastecido por revistas científicas y otros trabajos de valía sobre el tema- Vucetich comenzó a estudiar detenidamente el tema de las estrías papilares de los dedos y para ello se dedicó a colectar impresiones digitales nítidas, para hacer un análisis comparativo.
El intenso estudio basado en los trabajos previos de Galton lo llevó a corroborar que los dibujos papilares podían ser clasificados por grupos, dando finalmente forma al servicio de identificación por medio de las impresiones digitales en 1891.
El nuevo método que llamó “icnofalangometría” o método galtoniano se componía de 101 tipos de huellas digitales y el 1º de septiembre de ese año comenzó a aplicarse oficialmente para la individualización de personas, con el registro de las huellas de 23 detenidos.
El gobierno generalizó el procedimiento de filiación. El nombre de Vucetich comenzó a trascender las fronteras. En 1894 presentó su libro “Instrucciones generales para el sistema antropométrico e impresiones digitales”.
Hombres de ciencia de toda América recomendaron en un congreso realizado en Montevideo adoptar las impresiones digitales como medio identificador insuperable.
Vucetich acudió a distintos congresos, disertó y publicó su trabajo de Dactiloscopía Comparada en el Segundo Congreso Médico de Buenos Aires. En 1911 fue nombrado Perito identificador y director del Registro Nacional de Identificación. Realizó viajes de estudio a la India y a China, intentando develar el origen remoto de la identificación mediante huellas digitales.
Fue un hombre bondadoso, cordial con sus compañeros de trabajo. Se casó tres veces. Su primera mujer fue Felisa Damiani, con la que tuvo a su hija María Teresa; luego de enviudar contrajo matrimonio con Lola Etcheverry y tuvo otra hija, Débora. Enviudó nuevamente y se casó con María Cristina Flores, con quien tuvo tres hijos: María Cristina, Celia del Carmen y Juan Máximo.
Tal como señaló Juan Pignatelli en un artículo publicado por Infobae el 1 de septiembre de 2021, la fama que tuvo Vucetich en nuestro país “no tiene comparación con la que se había hecho en el exterior, donde alababan la exactitud de su método. Estuvo en Europa, Asia y Estados Unidos en una larga recorrida, costeada de su bolsillo, para hacer demostraciones de sus investigaciones. Hasta el fisco lo aplicó en el Congo Belga, donde sus habitantes hacían lo imposible por no pagar impuestos: cambiaban de nombre y hasta adoptaban la identidad de otro. El método de Vucetich fue útil para subir la recaudación”.
Como suele ocurrir con muchos descubrimientos, el de la identificación por huellas digitales lastimó al propio Vucetich. El Registro General de Identificación de Personas que había fundado el 20 de julio de 1916 duró poco ya que, al año siguiente fue cerrado.
Se argumentó que la identificación “es de suyo chocante, porque repugna al espíritu de libertad, pues es el espionaje a las personas llevado a su grado máximo”, según alegó el entonces gobernador José Luis Cantilo, de modo que el gobierno destruyó ese primer archivo de fichas dactiloscópicas.
La decepción y amargura de Vucetich hizo que se retirara a la casa de un pariente en la ciudad de Dolores, en donde falleció el 25 de enero de 1925. Sin embargo, su sistema fue renovado y se mantiene hasta vigente hasta hoy.
Murió el 25 de enero de 1925 en la ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires, víctima de cáncer y tuberculosis. Pero su espíritu y su vocación de servicio -así como su talento- se prolongó en los herederos que aún viven en nuestra ciudad, que son destacados físicos, médicos y periodistas, entre otras de las profesiones en las que se destacaron.
Las huellas dactilares del propio Juan Vucetich, todo un documento al tratarse del precursor de esta técnica
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