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La Ciudad |LA RELEVANCIA DE SUS INNOVACIONES

Julio Palmaz, una de las mayores celebridades médicas del mundo

El platense que inventó el stent, introduciendo un cambio radical en la cardiología, permitiendo salvar millones de vidas alrededor del planeta con un procedimiento sencillo y no invasivo, reivindica con toda su fuerza a la Universidad de La Plata

Julio Palmaz, una de las mayores celebridades médicas del mundo

Julio Palmaz, una eminencia médica, que siempre destacó la importancia de la UNLP

2 de Marzo de 2023 | 03:52
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“Yo soy un producto de la Argentina, no hay dudas. Argentina me dio todas las armas para triunfar. Fui a la primaria, a la secundaria y a la universidad en La Plata. Soy 100 por ciento Universidad de La Plata, y cuando fui a Estados Unidos yo estaba muy bien preparado. Casi sin estudiar pasé todos los exámenes de equivalencias”. El Dr. Julio César Palmaz, de ese modo rotundo y hace algunos años, definió, con orgullo máximo pero con sencillez, no a sí mismo sino a nuestro país y a la UNLP, en una publicación de la Sociedad Argentina de Cardiología.

Al mismo tiempo sostuvo que “la cardiología argentina es excelente, de nivel mundial, como lo era en esa época (cuando él estudió en nuestra ciudad), tanto a nivel de enseñanza como clínico. Lo que no existe es la parte de investigación básica, que requiere mucho dinero en infraestructura”. Y hay que escucharlo porque su voz es una de las más autorizadas.

Cuando este platense de pura cepa, nacido el 13 de diciembre de 1945, dice que él es “100 por ciento Universidad de La Plata” es porque cursó la primaria en la Escuela Graduada Joaquín V. González, el secundario en el Colegio Nacional Rafael Hernández y se graduó en la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata en 1971.

Muchos trazan paralelismos difíciles de soslayar entre Favaloro y Palmaz: ambos nacieron en La Plata en el seno de familias de trabajadores; los dos estudiaron en nuestra facultad de Medicina; los hermanó su pasión tripera; y más que nada, el primero con el by pass coronario y el segundo mediante el stent, revolucionaron radicalmente la cardiología creando procedimientos que se comenzaron a practicar rápidamente en el mundo entero salvando millones de vidas.

Otro dato común es que, insólita e inexplicablemente, pese a sus notables logros que salvaron y salvan vidas de millones de personas anualmente, ninguno de ellos recibió el Premio Nobel de Medicina.

SU VIDA EN LA PLATA

La vida de Palmaz se desarrolló con la apacible normalidad de aquellos tiempos. Su padre, un conductor de colectivos de la por entonces Línea 8 (actual 508), sabiendo que el idioma inglés le abriría puertas en el futuro, a partir de 1955 lo obligó a Julio a comenzar a estudiar en el tradicional Instituto Británico de calle 12, a donde el futuro cardiólogo al principio iba a regañadientes, aunque con los años completó todos los ciclos que brindaba la institución. Sin que en ese tiempo lo supiera, estaba dando pasos importantes para su futura carrera.

Cuando terminó el secundario, sabía que tenía que seguir estudios universitarios en cualquier facultad porque su familia se lo imponía, dejando a su elección la carrera a seguir: “La verdad es que no tenía pensado estudiar Medicina en particular, algunos amigos decidieron estudiar eso y yo los seguí. Podría haber sido ingeniero también porque me gustaban las cosas manuales”, contó una vez.

Como siempre fue un alumno sumamente inteligente y aplicado, en la facultad de Medicina cursó los seis años de la carrera de grado rindiendo año por año todas las materias en tiempo y con excelentes calificaciones y a los 26 años, en 1971, se recibió de médico.

LA CARDIOLOGÍA

Ya con su diploma universitario, Palmaz tenía profundas dudas sobre a qué rama de la medicina se iba a inclinar, como él mismo lo reconoció: “Me llevó mucho tiempo decidir en qué especialidad me anotaba. Cursé la carrera sin tener una orientación específica. Mi interés empezó con un tema que tuvo que ver con Favaloro y la operación de bypass. Era por 1971, mi suegro tenía una enfermedad coronaria severa. Favaloro le ofreció una operación complicada, que era una cirugía de quíntuple bypass. Para hacer corta una historia larga, él se murió en la operación. Hoy no se hubiera hecho, porque a mi suegro no le quedaba ventrículo para revascularizar, pero en esa época no se sabía cuáles eran los límites de esa nueva técnica que era el bypass. Como yo estuve muy relacionado con la parte estratégica de la operación, tuve una muy buena visión de lo que era en ese momento una operación de bypass. Por empezar, el costo era astronómico. Segundo, empezaba a entender lo que era la dimensión de la enfermedad cardiovascular, que era la primera causa de muerte en el mundo occidental. Entonces, mi primer encuentro con esta realidad me hizo preguntarme cómo diablos vamos a curar esta enfermedad tan masiva con una tecnología tan cara. La operación me pareció, por lo tanto, una tecnología extraordinaria, pero el costo y la forma de hacerla me pareció una cosa que no podía ser”.

“En ese momento me decidí a emprender una especialidad. No sabía cómo lo iba a encarar, pero el tema mío iba a ser el cardiovascular. La naturaleza epidémica de la enfermedad aterosclerótica, la influencia del estilo de vida, el cigarrillo y la diabetes, me hicieron tomar conciencia de que era la enfermedad más importante y que era lo que yo iba a hacer”, reveló con el tiempo.

LOS PRIMEROS PASOS

Palmaz comenzó a especializarse en cardiología, específicamente en la rama de angiografía, en los hospitales General San Martín e Italiano, ambos de La Plata, y posteriormente pasó al Rawson de la ciudad de Buenos Aires, en donde, como reconoció, “me inspiré mucho con el trabajo de Gloria Díaz y de Julio Salvidea. Yo iba todos los días y aprendí la tecnología de trans-catéter con ellos”.

Trabajando en el Hospital Rawson, sabiendo que en Estados Unidos se destinaba mucho dinero a la investigación, Palmaz había viajado a ese país para ver cómo se investigaba en Washington y Michigan, y rápidamente regresó a Argentina.

Sobre esa etapa de su vida una vez contó que “nunca pensé en quedarme en Estados Unidos. Yo quería implantar algo semejante a lo que ellos hacían en la Argentina. Tuve la oportunidad de establecer un laboratorio en el Hospital San Martín de La Plata. Empecé a hacer la parte clínica y quise comenzar con lo experimental, pero me di cuenta de que no había infraestructura. Definitivamente, no lo iba a poder hacer en la Argentina. Entonces, en 1976 me decidí a ir a Estados Unidos a hacer un fellowship (una suerte de pasantía), que terminó siendo una residencia en Radiología en la Universidad de California en Davies, que era lo que estaba más cercano en ese momento a la investigación de punta en tecnología trans-catéter”.

EL STENT

Después de un año en la universidad californiana, Palmaz, “buscando el trabajo ideal”, se fue a la Universidad de San Antonio (Texas), donde tuvo un laboratorio grande y ayudantes.

En 1978 se le ocurrió la idea del stent cuando escuchó en un congreso en Nueva Orleans una conferencia del Dr. Andreas Gruentzig, el padre de la angioplastia coronaria.

Cuenta que después de eso, “al volver todos los días de la residencia, empecé a trabajar en el garage de mi casa con materiales que compraba en Radio Shack (soldadores, lupas, alambres). Así hice mi pequeño laboratorio en casa”.

Durante el desarrollo del invento, Palmaz consiguió financiamiento del empresario gastronómico Phil Romano, quien también asoció al Dr. Richard Schatz, un cardiólogo del Brooke Army Medical Center.

Los tres socios, autodenominados “The Expandable Graft Partnership” (“La Sociedad del Injerto Expandible”), patentó esta tecnología en 1985; con financiamiento adicional de Johnson & Johnson, el stent desarrollado por Palmaz fue aprobado para su uso en arterias periféricas en 1991 y en arterias coronarias en 1994.

DISTINCIONES

El Dr. Palmaz ha sido declarado Ciudadano Ilustre de La Plata, Profesor Honorario de la Universidad de la UNP y Maestro de la Cardiología Platense.

En Estados Unidos, en 2006 ingresó al Hall de la Fama de los Inventores de ese país y ha sido reconocido como Científico Distinguido de la American Heart Association. Y ha recibido más de 30 premios de excelencia médica.

Por dos años consecutivos, su stent vascular expandible con balón fue reconocido como uno de las “Diez patentes que cambiaron el Mundo”, por la publicación de la revista Intelectual Property International. Los artefactos utilizados en sus investigaciones iniciales forman parte de la colección Médica del Instituto Smithsoniano de los Estados Unidos.

Su empresa, Palmaz Scientific, tiene más de 500 patentes entre aprobadas y por aprobar en Estados Unidos, Canadá y Europa.

Es autor de 40 libros y varios centenares de artículos en revistas científicas; y es miembro del comité editorial de la Revista Circulation, y revisor para numerosas otras publicaciones científicas.

Mientras prosigue buscando innovaciones científicas, se enorgullece de su viñedo, el más grande del Valle de Napa, de California, que es dirigido por su hijo; y se dedica a su otra pasión, la de los autos antiguos.

Julio César Palmaz está considerado como una de las celebridades médicas vivientes más importantes de la historia de la medicina mundial; es platense; es “100 por ciento Universidad de La Plata” y es un orgullo enorme para nuestra ciudad.

Un joven Palmaz (izquierda) durante una intervenció

 

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