Ante la crisis, la clase media tira el “achique”

Orfilia Guimaraes es una bisabuela de más de 90 años que vive en un edificio cercano al parque Saavedra. Aunque se desplaza por sus propios medios, debido a su avanzada edad requiere de acompañantes que le resuelvan trámites y compras. Viuda, recibe una pensión por su esposo, cuyo monto no aumenta hace rato, y una jubilación modesta como ama de casa.

Hasta mediados del año pasado, solventaba con esos ingresos una mutual prepaga y a sus “cuidadoras”. Pero la escalada inflacionaria obligó a su familia a poner las barbas en remojo. “Nos reunimos hijos y nietos, y se llegó a plantear que canceláramos la obra social y la abuela quedara sólo con PAMI y alguna buena emergencia” relata Celia, una de sus nietas: “pero era una locura recortarle eso justamente a esta altura de su vida. Al final, acordamos hacer una ‘vaquita’, mientras podamos, para compensar lo que falte”.

Dilemas como el precedente, relacionados principalmente con la salud y la educación, están sobre la mesa de los platenses en estos días y noches en que todo recomienza o se renueva: la escuela, el club, los cursos con profesores particulares, los chequeos de aptitud física anuales para chicos y grandes, y un largo etcétera.

En materia sanitaria, las estrategias principales del “achique” son “bajarse” de plan en la misma prepaga, y en última instancia, cambiar a otra entidad menos “premium”. En el tren educativo privado, se busca optimizar tiempos y distancias de viaje, agrupar hermanos, cancelar adicionales -como los servicios de comedor- y si no queda otra, cambiar de institución a una que sea también de gestión comercial, pero con impronta parroquial. El traspaso a la educación pública es, para muchos padres, una opción “in extremis”.

datos y relatos

Se trata de temas atravesados por tabúes, prejuicios y tensiones políticas y sociales; no es grato para las familias admitir que, aunque sea momentáneamente, no les alcanza para sostener el estilo de vida elegido. Por añadidura, escasean, como en casi todos los rubros, las estadísticas oficiales, o se elaboran tarde y con cuentagotas.

Una promotora de salud, de una firma principalmente identificada con el rubro alimenticio, revela que en los últimos meses recibió numerosas consultas de afiliados platenses a una de las obras sociales consideradas de alta gama del mercado. “Hubo algunos traspasos” confía, “pero pocos sobre el total de averiguaciones; principalmente, hay temor a quedarse ‘en banda’ y la gente quiere tener de donde agarrarse si la cosa no camina”.

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Es que el impacto en el bolsillo de los sucesivos tarifazos de las obras sociales no es para desdeñar. Un empleado en relación de dependencia, con un sueldo entre bajo y promedio, y un hijo preadolescente a cargo, pagó en diciembre $38.500 por el mejor plan de una prepaga del “top ten” en su rubro. En enero, pasó a pagar $45.800; en febrero, desembolsó $66.800; y en marzo, $84.800. Para más datos, el cuádruple que hace un año.

Otra de las manifestaciones de la crisis que complica a los beneficiarios de algunas prepagas, con problemas en las prestaciones y la provisión de medicamentos, especialistas “en rebeldía” e imposición de copagos cada vez más abultados, es el incremento de la demanda en los hospitales provinciales y municipales. Allí creen que se trata de personas que tenían alguna cobertura, pero ahora buscan atención gratuita en el sistema público, y estiman esa afluencia extra en un 30 por ciento.

saquen la calculadora

En las últimas décadas, la educación privada vivió un sostenido proceso de crecimiento de la matrícula, con pausas y alguna leve caída en los periódicos tiempos de vacas flacas que padece el país. Los más recientes, hace unos cinco años y en la actualidad.

Para atajar una eventual sangría, muchas instituciones locales comenzaron a plantear como alternativa una versión reducida en horas de clases o servicios adicionales -por ejemplo el de comedor- para achicar la boleta de familias con dificultades para cubrir el servicio “full”.

Sin embargo, desde Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (Adeepra) se señaló, en la previa al inicio de clases que “por ahora no hay una migración contundente entre privados ni pedidos de pase para las públicas”. Así lo expresó Perpetuo Lentijo, secretario general de la entidad: “tenemos un alto nivel de morosidad del año pasado, y cierta demora en el ritmo de inscripción generó el temor del cambio de gestión por parte de las familias. Pero no se verificó un gran pedido de pases. Desde ya, sabemos que la situación para las familias y escuelas está muy complicada”.

Esa situación desafiante se desprende de los relatos de las madres y los padres de la Ciudad. Con dos hijos, uno en edad de primaria y el otro que acaba de iniciar su paso por la secundaria, para la familia de Marisol Ferrero el verano fue tiempo de definiciones. “Había que decidir dónde arrancaba el más grande, y sabíamos que todos los colegios iban a aumentar” cuenta la vecina de Hernández: “al final, lo anotamos en uno que cuesta un 40 por ciento menos que el anterior, al que sigue yendo el hermano. Pero no tiene doble escolaridad ni comedor. Si no, era imposible de sostener; las dos cuotas se duplicaron desde octubre a hoy”.

En la Ciudad, las mensualidades de las instituciones “top”, en su mayoría situadas en la zona norte del partido, rondan los 200 mil pesos; en general no tienen subsidios, ofrecen doble escolaridad, comedor -que puede agregar un 20 a 25% a ese precio final- y otros extras. En un segundo escalón, están las de simple escolaridad, que cuestan menos de cien mil pesos, y están subsidiadas por el Estado.

Por ahora, coinciden en la mayoría de las familias consultadas, no hay un éxodo masivo hacia la escuela pública, pero sí movimientos entre las privadas de diferentes rangos. “Mi hija arrancó tercer grado, y a varios de los compañeros del año pasado no los encontró porque se cambiaron, en su mayoría por dificultades económicas” señala Mónica, empleada de una entidad financiera y vecina del sector de City Bell aledaño con el barrio Santa Ana.

En las escuelas privadas admiten que a la hora de elegir los canales de difusión y publicidad toman muy en cuenta las chances de llegar con el mensaje a la tercera edad. Lejos de ser un contrasentido, responde a un fenómeno mucho más usual de lo que se piensa: el de los abuelos que pagan las cuotas de sus nietos, o colaboran con montos sustanciales para garantizarles una formación que suponen de excelencia y menos sujeta a las turbulencias gremiales que la estatal.

simplificar para ahorrar

En la Ciudad hay 412 establecimientos educativos públicos, que se distribuyen en 320 edificios. Con todo, las disyuntivas del ámbito privado suenan muy ajenas a los padres y madres de las escuelas estatales. Pero hay otras. Este año se percibe un fuerte movimiento de alumnos en busca de pases que les permitan acortar las distancias hacia el hogar, o unificar turnos y destinos con hermanos, todas acciones que traen aparejadas simplificaciones en horarios y costos.

“Nos acabamos de mudar a un barrio cerca del Aeropuerto, y teníamos a uno de nuestros hijos en una escuela cerca del Bosque, y al otro casi en Los Hornos” cuenta Fabiana, empleada administrativa en una dependencia pública del centro platense: “encima, estaban en turnos diferentes. Eran mil viajes en auto, micros, remises, y las clases se suspendían cada dos por tres; con todo el dolor del mundo por su grupo de amigos, al más grande lo pasamos a la escuela del menor”.

En la Provincia está la mitad de las escuelas privadas del país: son unas 6.300, de las que 4.400 tienen subvención oficial y por lo tanto para aumentar las cuotas deben pedir autorización. Martín Zurita, Secretario Ejecutivo de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la Provincia de Buenos Aires (AIEPBA), traduce en porcentajes su influencia: “la educación privada representa un 30% de toda la matrícula argentina, y un 35% en particular en la Provincia de Buenos Aires”, enfatiza.

Entre fines de 2023 y el presente, el ajuste en esos institutos de enseñanza fue severo. El gobierno bonaerense los autorizó a agregar un 30 por ciento por encima de las subas de diciembre de 2023, lo que llevó a los colegios que reciben aporte estatal a totalizar un 50 por ciento entre el final de un ciclo lectivo y el comienzo del otro. Fuentes de las cámaras que nuclean a estos establecimientos observan que “hasta fines del año pasado, vimos un aumento de la matrícula en escuelas privadas de cuotas más económicas”, pero aclaran que “es prematuro hablar de una tendencia”.

“Acordamos entre los nietos hacer una ‘vaquita’ para paliar la suba de la prepaga de nuestra abuela”

No hay un éxodo a la escuela pública, pero sí movimientos entre las privadas de diferentes rangos