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Policiales |INSEGURIDAD EN LA PERIFERIA DE LA PLATA

Un barrio armado contra el delito; El Peligro: “Esto es una guerra”

En 25 vehículos, familias de quinteros patrullan “cuando la policía duerme”, dicen. Crónica de una noche con ellos

DIEGO DIPIERRO

25 de Abril de 2015 | 02:26

No queremos estar acá. La situación nos llevó a hacer esto y vamos a seguir hasta que paren un poco los robos”. Osmar Alvarez (58) encabeza un grupo de personas que no titubean. Son capaces de dormir con un arma al lado de la cama o directamente pasar la noche en vigilia, metiéndose por los vericuetos en la mitad de un monte, con tal de perseguir y capturar ladrones.

Se quejan de que desde hace un mes el panorama empeoró y denuncian que no reciben de la policía todo el apoyo que les deberían dar. Por eso son ellos los que, haciendo equilibrio en el borde de la ilegalidad, se suben a su auto o su camioneta, se internan en los caminos de tierra y esperan. Si todo va bien, les esperará una madrugada sin sobresaltos. Y si no, les tocará disfrazarse de caza-delincuentes.

Al principio de una madrugada de día de semana, la ruta 36 es un gusano oscuro, al que sólo lo acompaña un cielo despejado que titila, un horizonte negro de árboles y algún que otro camionero.

Los accesos a El Peligro –que por estos días tiene un nombre premonitorio– apenas se distinguen

Cualquiera que esté de paso jamás podría darse cuenta de que, allá entre los invernaderos, todo un pueblo descansa. O hace el intento, porque a medida que uno se interna por las calles poceadas se van descubriendo las luces –lejanas, rojas o blancas- de vehículos encallados en el medio de la nada.

Cada uno está montando una suerte de puesto de control. Como la extensión de esa localidad de Abasto es enorme, puede haber 5 o 6 kilómetros de separación entre uno y otro. La manera de sortear la lejanía sigue siendo el teléfono.

Al volante de una Renault Master, Osmar es una suerte de coordinador. Les consulta cómo va todo, si no vieron nada raro por su zona, y les anticipa que está yendo para su lugar. “Me gusta ir y charlarle un rato a cada uno, saber cómo están”, dice Osmar.

La flota es improvisada y a la canasta. Cada cual se sube a su auto o camioneta, siempre con un arma cerca de la palanca de cambios, y se lanza a su particular manera de vigilar el barrio. En su mayoría son quinteros que viven del trabajo de la tierra constante, sin descanso y, en general, no están bancarizados. En otras palabras, el efectivo lo tienen encima.

El cordón de las afueras de La Plata es de los más grandes en cuanto a la producción de verduras y ellos “manejan su economía casi siempre en negro. Los chorros saben eso, y tienen a alguien que les dice quién tiene plata o levantó una cosecha: van y lo ‘acuestan’”, explica Osmar.

Esa es la manera que él y su compañero Roberto González, titular de un foro de seguridad de Villa Elisa, encuentran para entender por qué los delincuentes se ensañan con esa localidad.

“SIEMPRE LES VAMOS A TIRAR”

A esa aparente mina de oro que las bandas intentan exprimir se le suma el factor geográfico, también determinante. “Esto está completamente oscuro. No anda nadie. Te pueden agarrar y violarte 24 horas seguidas. Mirá lo que es para allá”, dice Roberto, y señala un grupo de invernaderos que apenas se adivinan entre la penumbra.

El silencio también es cerrado porque esta noche no andan ni los grillos, y la niebla empieza a bajar. El escenario de un thriller se va armando de a poco. Sólo se oyen los motores sigilosos.

Sobre la calle 448, al final de un camino largo, una familia de quinteros bolivianos nos recibe al lado de su 4x4. Sueltan el hacha, la faca y la escopeta y nos dan la mano.

Aunque posan para la foto, ninguno quiere dar su nombre, y apenas se limitan a decir que son “parientes” entre ellos. Dos días atrás se despertaron sobresaltados cuando se dieron cuenta de que les entraban a robar, a pesar de que a pocos metros una camioneta de las que usan para vigilar intentaba actuar como disuasión: “Salimos a correrlos pero se escaparon en la mitad del monte. Y les tiramos, pero no les dimos”, cuentan en esa casa. Un pitbull enfurecido ladra sin parar y Osmar aporta un anticipo: “A los ladrones siempre les vamos a tirar. Esto va a ser una guerra”.

De Florencio Varela o de las localidades platenses de los alrededores, la banda de asaltantes que acecha la zona parece estar regida por la lógica de un líder que los conduce: “En general son pibes de 20 años, mandados por alguien más grande que les marca el lugar para ir a robar. Y como son cuatreros de por acá, conocen todos los caminos internos como la palma de su mano”, señala Roberto.

Aunque es de Villa Elisa, decidió sumarse a esta especie de patrulla casera. “Invertimos mucho tiempo de nuestra vida en esto. ¿Te pensás que nos gusta estar acá? Esto lo tendría que hacer la policía. Pero ellos duermen de noche, que es cuando salen a dar vueltas los ladrones”, protesta.

El único puesto policial de control que hay en los alrededores está montado en la ruta 36 a la altura de calle 409, cerca del Mercado de Flores. Ese retén se suspende a la 1 de la madrugada, y a partir de ahí El Peligro queda librado a su suerte.

“Los chorros saben perfectamente que nosotros andamos dando vueltas por acá”, coinciden los dos. Su itinerario se extiende cada noche entre la 1 y las 5.

Pero aunque son las 0.30 del viernes, a lo lejos ya se escucha el estampido de un tiro. ¿Fue al aire? ¿Quién lo disparó? Nadie lo pudo contestar. En una quinta que está a unos 400 metros de las balizas policiales que brillan sobre la ruta, nos recibe un hombre que también vive con la escopeta siempre a mano. Mientras le sacaban una de las fotos que incluyó esta nota, un fogonazo aturde hasta a los cuises. Fue Osmar, que disparó al cielo no se sabe bien para qué: “¿Se asustaron?”, pregunta entre carcajadas.

A este vecino que posa para el flash le intentaron robar hace poco. El también apuntó al aire con su doble caño y gatilló: pudo ahuyentar a los ladrones, aunque no se sabe por cuánto tiempo.

Para agregarle más oscuridad al asunto, muchos de los que salen a vigilar el barrio ponen el foco en que “la policía sabe quiénes son y por dónde andan... ¿Cómo puede ser que no los encuentren y nosotros sí?”.

Su ejemplo más cercano ocurrió el jueves a la tarde temprano, cuando detectaron a unos sospechosos y salieron a correrlos de a varios autos. No alcanzaron a atrapar a ninguno porque se escabulleron entre una arboleda y luego en un asentamiento, “un aguantadero en la mitad de un lugar inaccesible”.

Para los próximos días volverán en El Peligro las reuniones con la policía y otras autoridades para planear de qué forma parar la ola delictiva que “desde hace un mes se puso terrible”, según la queja de los productores, Mientras esperan una solución más convencional seguirán con las armas preparadas.

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