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La Ciudad |LA VOZ DE LA UNLP

Secretos de una “gran familia” que vive en el primer coro universitario del país

Este año festeja su 70 aniversario. La historia íntima de un orgullo platense

Secretos de una “gran familia” que vive en el primer coro universitario del país

El coro de la Universidad Nacional de La Plata cumple 70 años. Nació en 1942 y es el primer coro universitario del país. Luis Clemente ingresó como corista en 1968 y desde 1980 es su director

10 de Junio de 2012 | 00:00

“El coro me generó un sentido de pertenencia que jamás había tenido con nada”, asevera Gabriela Di Santo, quien a sus 24 años está a un paso de graduarse como licenciada en Biotecnología y Biología Molecular en la facultad de Ciencias Exactas. “Nada más alejado de la música”, sonríe la joven, y le da pie al director, Luis Clemente, para definir que “nuestro objetivo es cantar con la mayor excelencia posible, pero también hacemos muchas reuniones, porque lo cierto es que el rol social que cumple este grupo es muy, muy importante”. Es que, en el año de su 70° aniversario, se puede afirmar a pie juntillas que la riquísima historia y el gran prestigio que reúne el coro de la UNLP -el primer coro universitario del país- se forjaron y se mantienen por la comunión de distintas generaciones integradas por coristas provenientes de las facultades y ciudades más disímiles. “Una gran familia”, como lo definen en la sede de 10 entre 54 y 55, que se ha convertido en uno de los mayores orgullos de la Ciudad.

Aquel sentido de pertenencia trasciende edades y jerarquías. “Yo siento lo mismo que Gabriela, pero con 44 años en el coro”, confiesa Luis Clemente, corista desde 1968 y director desde 1980. “Es más, es lo que me hizo quedar en La Plata”, dice y explica que a fines de los ‘60, cuando llegó de Tandil, ingresó a Arquitectura y al coro al mismo tiempo. “Eran tiempo difíciles, las materias troncales prácticamente no se dictaban, hasta que en un momento tuvo la maleta en mis manos. Pero me quedé porque aquí encontraba contención”, rememora.

Entre esas historias personales que lo fueron forjando, y que no aparecen en escena cada vez que el coro se sube a un escenario nacional o internacional, la de Florencia Gallardón y Ernesto Portella es emblemática. Ella se sumó en 1975 y él lo hizo 5 años más tarde; ambos a los 28 años. Allí se conocieron, luego se casaron y tuvieron a Lucía e Ignacio. Hoy, los cuatro son coristas. “Es una experiencia que nos atravesó toda la vida, ¿qué otra cosa podemos decir?”, preguntan quienes hoy ostentan el “galardón” de ser los más antiguos de una formación musical que nació en 1942 (ver aparte).

CUENTA LA LEYENDA

Luis Clemente enciende otro cigarrillo y, como un narrador de historias, dice: “La leyenda cuenta que en 1941 actuó en el Teatro Argentino un coro de la Universidad de Yale (Estados Unidos), y que entre el público había chicos del centro de estudiantes de Ingeniería que desde hacía tiempo querían hacer alguna actividad artística. Esa noche se decidieron y comenzaron a ensayar. Tras los primeros intentos comprobaron que necesitaban un director, y contrataron a Rodolfo Kubik, un inmigrante del este europeo con una importante formación musical”.

Un año después, tras un rápido crecimiento en cuanto a número de integrantes, el coro salió de la órbita de Ingeniería y se transformó en el de la Universidad. “Ya había nacido, y contaba con unas cien personas, aunque se toma como fecha fundacional el 19 de septiembre porque ese día actuó por vez primera en el Argentino”, señala Clemente.

Nació como un coro de hombres, algo de lo que dan fe varias fotos colgadas en las paredes de la casa de calle 10. Ya en 1944, se le sumó el de señoritas del Liceo Víctor Mercante. “Esa fue la primera camada de mujeres con que contó”, dice el director, y señala que durante mucho tiempo fue una entidad civil, con socios protectores. “Recién en el ‘73 pasó a depender directamente de la Universidad”, que hoy le paga el sueldo a Clemente y a dos asistentes. Los múltiples viajes que realizó, salvo alguna excepción, sus integrantes los costearon “peso por peso, con rifas y kermesses incluidas”.

EPOCAS DE ORO Y NO TANTO

Tras un largo peregrinaje por un inmueble de 4 y diagonal 73, el Nacional, el Liceo, la Anexa y la facultad de Bellas Artes, en 1982 se adquirió la casona donde en la actualidad funcionan los tres coros, el central, el juvenil y el de cámara que dirige Roberto Ruiz, director de la formación principal “durante dos décadas -resalta su sucesor-, tras un pequeño lapso de dos años”.

El coro vivió tiempos muy difíciles y épocas de esplendor. “Durante la dictadura había problemas de seguridad. Ensayábamos en la Anexa y salíamos a las diez de la noche. No había una gota de luz. Fue un momento en el que muchos abandonaron”, recuerda Florencia Gallardón. “El coro estuvo a punto de disolverse, lisa y llanamente. Cuando pasamos a Bellas Artes, apenas llegábamos a juntarnos veinte coristas”, apunta Clemente, para contar que “el entonces director Roberto Ruiz organizó un concierto sinfónico coral con orquesta, buscando una renovación que permitiese rescatar a gente que había quedado en el camino. Dio bastante resultado, y sobrevinieron buenos años”, destacó.

En un trayecto con pocos altibajos -salvo el de los años duros-, el director opina que hubo dos picos en la historia del coro universitario. “Uno, sin dudas, fue el de los primeros años. La sociedad y La Plata eran muy distintas a lo que son ahora, y cada concierto era un gran acontecimiento social. Otro punto alto se dio entre el ‘65 y el ‘70. La formación que viajó a Italia en 1970 era muy buena, de gran calidad”, enfatiza y resalta que en ese tiempo estaban todos los miembros de Opus 4. “Bueno, los años 80 no fueron malos, acordate que las puertas del Salón Dorado de la Municipalidad tenían que abrirse porque no entraba todo el público”, le recuerda Florencia.

POR EL MUNDO

Múltiples viajes al interior y varios al extranjero escriben una página aparte en la historia del coro. “Viajar es muy importante. Se necesita de otros públicos y, además, es fundamental para el grupo en el aspecto social”, remarcan. En 1965 volaron a Estados Unidos para cantar en los festejos por la inauguración del Lincoln Center. “Era tan grande el coro, que 45 fuimos al exterior, otro tanto o más a un festival en Tucumán, y quedó gente afuera. Hoy somos 46, pero hay que tener en cuenta que en La Plata ya existen más de cien coros”, hacen notar en la casona de 10.

Entre viaje y viaje y un variado repertorio que incluye piezas académicas y chacareras, tangos y negro spirituals, surge la anécdota que Luis Clemente más recuerda. “En el 2006 nos invitaron a Córdoba a tocar con el coro de la facultad de Arquitectura de allá. Con el director somos muy amigos, e igual de obsesivos y puntillosos, de manera que estuvimos todos los días previos intercambiando mails para que todo saliese a la perfección. Con un error... No coordinamos la fecha, y nosotros viajamos una semana antes. Por suerte pudieron organizar las cosas para que el evento se realizara el día siguiente”.

VOCES DEL FUTURO

¿Y qué significa cantar en el coro de la Universidad, sobre todo para un joven como Gonzalo Acevedo (22), novio y compañero de estudio de Gabriela en la carrera de Biotecnología? “Además de un gusto, siento que es un cable a tierra mientras uno sigue una disciplina que exige tanto a nivel mental”, comenta el joven, y acota que “por su historia, por el peso de la ‘marca’, es una gran responsabilidad. Nadie espera poco de este coro. Pero esa responsabilidad se asume con gusto por todo lo que recibís a cambio. Esto es comunión, arte, aprendizaje, hasta familia”, enumera. El coro, a 70 años de su nacimiento, quedará en buenas manos (o voces).

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