El mejillón dorado, una especie invasora convertida en amenaza

Cuando los primeros ejemplares de mejillones dorados fueron detectados por científicos platenses en las aguas del Río de la Plata a la altura de la playa Bagliardi de Berisso, se contabilizó un promedio de entre 4 y 5 individuos por metro cuadrado. Diez años después, las más recientes mediciones encuentran sectores con una densidad poblacional de la especie que alcanza a franjas de 150.000 ejemplares por metro cuadrado. Los especialistas hablan de una expansión vertiginosa y además, de una amenaza no sólo ambiental sino también económica: afirman que el mejillón dorado ya desplazó a especies nativas y que pone en riesgo a las tomas de agua de industrias, centrales energéticas y plantas potabilizadoras.
Así lo indican estudiosos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata encargados de investigar el fenómeno, quienes afirman que desde que la especie invasora -llegada desde el sudeste asiático- fue detectada, se produjeron distintos episodios de taponamiento de caños y filtros de tomas de agua de plantas potabilizadoras, industrias y centrales energéticas en las zonas afectadas.

Los especialistas del Museo platense -que es centro de referencia en la materia y brindó asesoramiento en el tema a empresas del país y del exterior- dan cifras: afirman que desde 1994 hasta hoy, el número de consultas por taponamientos de tomas de agua provocados por mejillones dorados se incrementó sensiblemente y que existe constancia de que al menos 6 plantas potabilizadoras de la cuenca del Plata -entre ellas la de La Plata, en 1994-, 11 industrias de la cuenca del Paraná y una central hidroeléctrica se vieron afectadas por taponamientos.
Gustavo Darrigran, titular del equipo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata que recientemente obtuvo un premio del Mercosur por la investigación del fenómeno, lo asimila al de la expansión del llamado "mejillón cebra" en lagos de América del Norte: allí, la especie causaba en 1996 pérdidas a razón de 500 millones de dólares anuales por el taponamiento de cañerías, sobre todo de industrias.
El fenómeno se enmarca en una problemática mundial, favorecida por la globalización: la de la contaminación por especies. Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas, más de 3.000 especies por año son transportadas desde su lugar de origen a puertos extraños a través del agua de lastre de los barcos mercantes. Convertidas en especies invasoras, muchas de ellas alteran el medio con consecuencias perniciosas tanto en lo ambiental como lo económico.
Esta situación llamó la atención del mundo fundamentalmente a través de dos casos: la expansión de un alga tóxica originaria de Japón que provocó marea roja en Australia en la década del '80. Y el caso del mejillón cebra, antes mencionado.
Según indica Gustavo Darrigran, el mejillón dorado -cuyo nombre científico es Limnoperna Fortunei- es una de las pocas especies de mejillones cuya fisiología les permite vivir en agua dulce.

"La gran capacidad adaptativa de la especie, sumada al hecho de que -a diferencia de lo que sucede en el sudeste asiático- en los ríos de la región no tiene depredadores, determinó que en los años que lleva en el Río de La Plata, el mejillón dorado haya desplazado a tres especies autóctonas de moluscos y haya desarrollado una tendencia a la homogeneización biológica de los sectores donde se asienta", explicó el especialista.
Pero más allá de la cuestión ambiental, los especialistas destacan la amenaza económica que representa este tipo de vivalbo, que se ubica en superficies sumergidas y encuentra en las tomas de agua de industrias, sistemas contra incendios, plantas potabilizadoras y centrales energéticas "ambientes propicios para su instalación".
"En una central hidroeléctrica de la cuenca del plata llegamos a detectar recientemente densidades del orden de los 243.000 individuos de esta especie por metro cuadrado", explica Darrigran, quien destaca que además de los mencionados taponamientos, los bivalvos favorecen el incremento de la corrosión de las cañerías y generan obstrucciones menores que obligan a aumentar la energía con la que operan los sistemas, incrementando en consecuencia los costos operativos.
Para ilustrar la amenaza económica que representan los bivalbos, los especialistas mencionan un dato: la parada no programada de una unidad generadora de energía como Itaipú generaría una pérdida del orden de los 450.000 dólares. Y la limpieza de las cañerías de mejillones no demandaría menos de tres días.