Los pueblos de la región y la pelea para sobrevivir

Pipinas, Magdalena y Jeppener sufrieron el cierre total o parcial de industrias. Ahora luchan por salir adelante, mientras sus jóvenes emigran. La contracara de Brandsen

La empresa Loma Negra anunció la reducción al mínimo de su personal en Pipinas el 4 de mayo. Semanas antes la fábrica Nestlé despidió en Magdalena a 40 operarios y la planta de premoldeados Shap otros 24. Y en noviembre último, la Peugeot Citroen Argentina hizo lo propio con unos 100 operarios en Jeppener. La crisis económica terminó por radicarse en los pueblos de la región.
Entre los motivos citados por las empresas figuran los elevados costos fijos, la distancia con los principales centros de consumo, la competencia desleal de fábricas que evaden impuestos y trabajan en negro, las posibilidades que ofrece Brasil para radicarse, algunas controversias judiciales multimillonarias y la caída pronunciada de las ventas.

Todas pagaron las indemnizaciones correspondientes y, en algún caso, hasta superaron lo exigido por la ley. Pero los pueblos cayeron derrotados. Ahora los jóvenes no encuentran empleo y aunque no piensen estudiar una carrera universitaria, al egresar del Polimodal se siente forzados a emigrar. Al igual que muchos adultos de entre 30 y 50 años que quedaron en la calle, con muchas preguntas, pero sin respuestas.
Pipinas, el último caso
"Ante la situación de inviabilidad económica y competitiva que afecta a Planta Pipinas desde hace varios años, Loma Negra se ha visto en la necesidad de cesar la fabricación de cal en la planta", decía el comunicado de prensa enviado por la compañía al confirmar la reducción de personal. "En los últimos años y como resultado de la globalización, las empresas deben actuar en un escenario competitivo cada vez más complejo y exigente".

Pipinas tiene una población cercana a los 1.200 habitantes. En su época de apogeo, la fábrica llegó a ocupar a 300 operarios, pero con el paso del tiempo redujo el personal hasta que ocupó a menos de 40. Como testimonio de mejores tiempos, alrededor de las instalaciones quedó un barrio "fantasma" con 65 casas de las que sólo un puñado siguen ocupadas. El resto muestra el abandono en sus techos caídos y autos abandonados.
"Esto era una mina de oro. Yo tenía nueve empleadas y a mi familia trabajando conmigo", recuerda Haydeé Larsen, una comerciante platense de 67 años que se radicó en el pueblo hace algo más de dos décadas. "La fábrica tenía mucho personal y pagaba muy bien. Si trabajaba muchísimo y cuando entraba un nuevo operario casi de inmediato construía su casita".
En el comercio de Larsen ahora trabajan una hija y una empleada -"y mis nietos cuando tienen ganas", aclara-. Pero tampoco desea mudarse: "Por lo menos acá vivimos tranquilos. Las puertas de los negocios están abiertas hasta las 10 de la noche y uno camina sin problemas por la calle. Prefiero quedarme".
Carlos y Lilita Pietrantuono nacieron, se criaron y se desarrollaron en Pipinas. Forman un matrimonio y una sociedad comercial dueña del principal supermercado, además de otros locales y terrenos, uno de los cuales ofrecen donar si alguna empresa quiere radicarse en el pueblo. "Tiene salida a dos calles, pavimento y está a metros de la ruta 36", dice Carlos. Y se ofrece a mostrar el terreno a quien quiera verlo.

"Este pueblo entre 1952 y 1991 tuvo sus altibajos, pero mostró un crecimiento espectacular", afirma. "Pero con las sucesivas reducciones se marchó mucha gente a La Plata y sólo se quedaron los que podían jubilarse. Además, por más que paguen los retiros como corresponde, acá sin fuentes de trabajo se muere el pueblo. Si los chicos no tienen dónde emplearse".
Pipinas recibió varios golpes en los últimos años. A la reducción de personal en Loma Negra se sumó la debacle de la chanchería Guereño -que tras su convocatoria de acreedores ahora inició su quiebra-, y la merma vehicular de la ruta 36. La ampliación y mejora de la ruta 2 disminuyó el tránsito que pasa por la entrada del pueblo, al punto que la estación de servicio Eg3 se desprendió de 65 empleados que trabajaban en distintos turnos.
También sobre la ruta 36 trabaja la parrilla de Pedro Acosta. A los 40 años, recuerda que de sus 35 compañeros de promoción de la secundaria "sólo deben quedar 5 en el pueblo". El también trabajó en la fábrica de Loma Negra, al igual que su padre, pero se marchó antes de que comenzaran los recortes.
"El pueblo creció a la par de la fábrica, pero la 36 también ayudaba. La inauguraron en 1979 o 1980 y pasaba mucha gente, pero con la concesión de la ruta 2 y el abandono de esta, muchos turistas dejaron de pasar por acá. Tenemos necesidad de que arreglen este camino, que lo reasfalten. Sólo así se reabrirá la cadena de empleos. Mientras tanto, a mi me duele pero si los chicos de la escuela no consiguen un puesto municipal se tendrán que ir".
Para llegar a la fábrica de Loma Negra desde la ruta 36 hay que atravesar Pipinas. Una chimenea gigantesca sirve de referencia. Pero sólo de una actividad que ya es pasado.

"El primer culpable es el sindicato", dice Acosta, "en su momento no defendió al obrero como debió y cuando quisieron acordar era demasiado tarde. Y luego está la indiferencia de los políticos. Desde que anunciaron el cierre de la planta no vino ningún concejal, ni el delegado, y el intendente sólo promete alternativas sin sentido".
Para una mujer que trabajó en la planta como contratista -y que prefiere no dar su nombre, pese a tenerlo escrito en la solapa de su uniforme-, la culpa no es de Loma Negra, sino del intendente de Punta Indio, con quien EL DIA intentó comunicarse sin suerte. "Hace unos 4 o 5 años, hubo una reunión en el Club Juventud en la que Luis Colabianchi dijo que no le importaba si cerraba la fábrica, porque aseguró que tenía trabajo para todo el mundo". Indignada, pregunta: "Bueno, ¿dónde están los empleos?".

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