A los 83 años, murió en nuestra ciudad el doctor Carlos Alconada Aramburú

Ligado históricamente a la Unión Cívica Radical, forjó una destacada trayectoria política y también en los ámbitos académico y profesional. Fue tres veces ministro de la Nación: ocupó la cartera de Interior durante el gobierno de Pedro Eugenio Aramburú y la de Educación y Justicia en las presidencias de Arturo Illia y Raúl Alfonsín. También fue Fiscal de Estado en la Provincia (1955) y senador nacional. Pero más allá de los cargos, fue un hombre de profundas convicciones y de fuerte compromiso cívico.

Integrante de una tradicional familia platense, se casó con Balbina María Magliano y tuvieron nueve hijos. Siempre estuvo vinculado a la Universidad Nacional de La Plata, de la que llegó a ser profesor emérito y, en los últimos años, su Guardasellos; un cargo vitalicio de fuerte contenido simbólico que la casa de altos estudios reserva a sus hombres más relevantes.

En el ámbito de su profesión de abogado, se especializó en Derecho Comercial y fue, en esa materia, un referente nacional. Cuando apenas tenía 29 años, escribió un Código de Comercio comentado que durante años fue imprescindible en las cátedras de todas las universidades. Y fue autor de otras reconocidas obras jurídicas sobre esta especialidad.

En una entrevista con EL DIA, en 1990, definió a la docencia como una de las grandes pasiones de su vida. Y fueron su vocación y compromiso con la educación pública las que lo llevaron, en distintas etapas históricas, a ocupar el ministerio de Educación de la Nación.

En el seno del radicalismo, donde militó "desde que nací" -según graficó en aquella entrevista-, también desempeñó distintos cargos partidarios. Y a lo largo de su extensa y polifacética trayectoria, cosechó un profundo respeto, aún entre sus adversarios, por sus condiciones políticas e intelectuales.

El doctor Alconada Aramburú supo combinar la pasión partidaria con el rigor académico. Y eso lo convirtió, sin duda, en un hombre de consulta permanente, llamado además a cumplir tareas de alta responsabilidad institucional en circunstancias históricas de singular complejidad.

En los últimos años, ya retirado de la actividad política, se mantuvo como un lúcido y apasionado observador de la realidad nacional. Y fue, hasta el final, un estudioso de la historia argentina, además un agudo analista.

Siempre defendió sus ideas y convicciones con profundo fervor. Pero era, a la vez, un hombre respetuoso de las discrepancias y un aguerrido defensor de la convivencia democrática. Perteneció a una generación de dirigentes que hacían de la ética republicana un valor fundamental e irrenunciable.

Había heredado de su padre -que fue diputado nacional en la época de la Reforma Universitaria- la pasión por la cosa pública y el compromiso con la política. Por eso, desde muy joven, puso empeño y dedicación en el estudio de cuestiones vinculadas al Estado, la economía y los procesos institucionales, al mismo tiempo que perfilaba su vocación dirigencial.

El doctor Carlos Alconada Aramburú fue, sin lugar a dudas, un protagonista de su tiempo y deja una huella profunda en la Unión Cívica Radical.

Sus restos eran velados anoche en su domicilio de City Bell y serán inhumados hoy a las 10:30 en el cementerio Parque del Campanario.