La vida después de un secuestro

Distintos especialistas señalan que ansiedad fóbica, obsesión, depresión, gastritis, dolores de cabeza, insomnio y paranoia son algunas de las secuelas que deja el cautiverio. Después de la alegría viene otro drama

Hasta no hace mucho, Antonio Echarri era de los que disfrutaban de ese mate intransferible, que tomaba en soledad, despacio, mientras veía pasar la mañana de Avellaneda desde el mostrador de su puesto de diarios. El secuestro que sufrió le hizo cambiar horarios, costumbres y rutinas. Y lo peor de esa transformación es que no se detuvo en las formas sino que caló profundo en su interior. A Echarri, como a la mayoría de las personas que fueron secuestradas y liberadas, todavía le rondan los fantasmas de una experiencia, considerada por los especialistas -junto con la violación-, como la más traumática que puede vivirse en el largo y ancho mundo de la inseguridad.

¿Cómo sigue la vida después de un secuestro? Del testimonio casi coincidente de especialistas e incluso de las propias víctimas y sus familias, se desprende que aún cuando el cautivo recupera la libertad sano y salvo, su calvario continúa bajo otras formas de angustia.

Ese padecimiento en cuotas y a largo plazo ha elevado, durante el último año, el nivel de las consultas psiquiátricas, según un dato reciente hecho público por la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires. De acuerdo con ese informe, muchas de las consultas a causa de fobias, depresiones o insomnio no fueron, sin embargo, hechas directamente por quienes padecieron los secuestros sino por familiares, amigos e incluso vecinos de los secuestrados.

TODO CAMBIA

Durante el último Simposio sobre Intervención en Secuestro y Terrorismo, celebrado en Granada, la psicóloga colombiana Diana Agudelo Vélez, con reconocida experiencia en el tratamiento de víctimas de secuestros en su país, trazó un impresionante diagnóstico sobre el tema.

Entre otras consideraciones, Agudelo Vélez hizo notar que buena parte de las sociedades amenazadas por la industria del secuestro es conciente de que el peligro no reconoce fronteras económicas ni sociales. "No es necesario ser rico para ser una víctima potencial", señala, en referencia a los llamados secuestros express.

En el informe, se explica que la vida después de un secuestro implica muchísimas modificaciones de la conducta cotidiana. Desde tener que informar dónde se está y a dónde se va hasta cambiar rutas y nunca viajar solo.

Entre las recomendaciones de la especialista se indica que "la familia del secuestrado debe poner en marcha mecanismos que permitan una reincorporación inmediata al núcleo familiar. Esto requiere asistencia ante las fobias, el insomnio y otros síntomas típicos del llamado síndrome del sobreviviente como fuertes dolores de cabeza, pesadillas y depresión".

Y también se recomienda una "desdramatización del episodio apelando a la naturaleza humana de ser contadores de historias; con el esfuerzo de contarlo le vamos quitando tragedia y organizando una resignificación de la historia".

Pero no siempre el secuestrado puede recorrer esos caminos de salida. En su declaración en el juicio oral contra sus secuestradores, el joven Ariel Strajman estremeció a la audiencia al afirmar que sus captores, más allá de haberlo mutilado (le cortaron un dedo para enviarlo a la familia como elemento de presión) le habían "arruinado la vida...me cortaron el corazón", dijo. Allegados a Strajman contaron que el muchacho está bajo tratamiento psicológico y que su estado es, en ese sentido, "delicado".

"UN TRAUMA CRONICO"

En su ensayo "Aspectos Criminológicos del Delito de Secuestro", el investigador colombiano Alfredo Díaz del Castillo define cómo sigue la historia del liberado: "Regresa a casa con alegría, con la felicidad de sentirse resucitado, pero al poco tiempo sentirá el Síndrome del Sobreviviente, el efecto más común en estos casos. En adelante, cualquier persona que lo mire fijamente o que le pida fuego en la calle lo llenará de terror".

El especialista colombiano sostiene que, a diferencia de otros delitos, el secuestro puede provocar "un trauma crónico, no sólo porque se prolonga en el tiempo que dure el cautiverio sino además porque persiste con gran intensidad después de haber regresado a la libertad".

El miedo a sufrir un nuevo secuestro es, según Díaz del Castillo, la pesadilla recurrente. "Se llega a casa con alegría, con la felicidad de haberse sentido muerto y saber que se ha resucitado, pero el gran temor a la reincidencia traumática es uno de los aspectos psicológicos que más se observan en quienes han vivido estas experiencias catastróficas; se tienen recuerdos momentáneos e inesperados del secuestro (Flash Back) y evidentes evasiones sobre el tema. Se presenta también un estado ansioso generalizado, gran irritabilidad, despersonalización, desorientación temporo-espacial y ansiedad demostrada con manifestaciones somáticas, se presenta en algunos casos el llamado "Síndrome del Sobreviviente", la tríada típica compuesta por cefaleas frecuentes, pesadillas recurrentes y estados de tristeza más o menos periódicos".

Según estudios realizados y citados en el trabajo del autor colombiano, "son las personas más jóvenes, los menores de cuarenta, quienes presentan mayores reacciones somáticas funcionales después de la liberación. Los de mayor edad, cincuenta años o más, tienden a presentarlos en bajas proporciones".

Las familias y los círculos de amistades se anotan, en tanto, en la lista de los damnificados por los secuestros. En muchos casos, según se asegura, es el propio ex secuestrado quien elige dejar de frecuentarlos como consecuencia de un estado de paranoia de la seguridad que los afecta.

RAMARO, GARNIL, NINE Y MACRI

Cuentan que después de su liberación Cristian Ramaro cambió, en pocas semanas, hasta tres veces de gimnasio y que cada visita a la cancha de River obliga a familiares y amigos a toda una movilización que incluye sincronización de horarios y de llamadas.

Recientemente, la madre de Nicolás Garnil, otro chico secuestrado en el Conurbano norte, contó que su hijo ha conseguido volver a su vida normal, a pesar de los temores. "El día en que lo secuestraron estaba conmigo", reflexiona, para darse ánimo en la difícil decisión de permitir que el chico continúe con las salidas y los hábitos que tenía antes del rapto. Sin embargo, la mujer reconoce que "todo cambió" y que muchas cosas de la vida cotidiana no son iguales.

Durante una reciente aparición en el programa de TV que conduce Mariano Grondona, Mauricio Macri contó que después del secuestro que sufrió en los '90 estuvo casi dos años peleando contra los trastornos que le provocó esa experiencia. "Tuve muchas dificultades para adaptarme a la vida normal, padecí consecuencias severas como, por ejemplo, estar durante casi un año sin poder dormir más de dos horas seguidas".

La realidad más reciente demuestra que la vida después de un secuestro tampoco es la misma para aquellas personas que, sin ser familiares o allegados directos, tienen alguna relación con el ex secuestrado. Así, por ejemplo, las empleadas del shopping de la familia Nine viven por estos días una forma de estrés post traumático luego de esos 25 días de angustia que compartieron con sus empleadores. "Cuando lo ves en la televisión se piensa en el peligro, pero cuando le pasa a alguien cercano te cambia todo y el miedo es en serio. Sentimos que volvimos a la normalidad, pero no es así. Se percibe que algo cambió", explicó Laura Contreras, empleada del bazar que la madre de Patricia posee en el shoping.

Según se supo, una de las cuestiones que más angustian a las empleadas del comercio es haber tomado conciencia de que las personas que secuestraron a Patricia probablemente hayan entrado más de una vez al negocio fingiendo ser clientes con la intención de hacer inteligencia sobre quién sería su víctima.

Marcado a fuego por la experiencia de haber sufrido hace tiempo un intento de secuestro, Mariano Nine vivió el rapto de su hermana como un calvario "privado" cuyas secuelas se traducen en el miedo que le producen algunas conclusiones que saca: "se llevaron a mi hermana pensando que era mi esposa, pero después se dieron cuenta del error, y ya para ellos era lo mismo".

Mariano reveló que después del reencuentro sólo hubo abrazos y besos pero que el tema del secuestro quedó flotando como una sombra. "Ahora empieza otra etapa, la vida no queda igual que antes. Ahora uno se involucra en estos temas y vamos a contribuir y hacer lo que se pueda. Nosotros tuvimos el apoyo y las visitas de las familias de Cristian Ramaro, Nicolás Garnil y de Juan Carlos Blumberg, y con lo que nos pasó vimos la calidad de gente que está cerca de uno y por qué está cada uno", aseguró.

Esa misma cadena de afecto y apoyo entre ex secuestrados le permitió a Susana Chaia de Garnil sobrellevar el rapto de su hijo Nicolás. "Se hace una especie de cadena de ex víctimas con las actuales. Tratamos de darle apoyo. Cristian Ramaro, por ejemplo, me contó que a él lo habían tratado bien y a mí ese relato me permitió imaginar a mi hijo en una situación mejor. Ahora hay que regresar a la normalidad, si no se corre el peligro de ponerse posesiva, miedosa. Yo trato de que no sea así. Rescatamos lo positivo de lo que pasó, la solidaridad de la gente, lo que es capaz de hacer un argentino por otro. Lo negativo ya pasó y sin secuelas. Nico está bárbaro, igual que cuando se fue. Es independiente, sale con sus amigos. Tratamos de tener el mismo nivel de permisos y libertades que antes. Además, esto le pasó conmigo al lado. Ese día estuve a punto de ir a misa a la mañana sola; por suerte al final decidí ir con él. No me hubiera perdonado que estuviese solo".

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