Rosencrantz y Guildenstern: ¿Quién es quién?

Por IRENE BIANCHI "Rosencrantz y Guildenstern han muerto", de Tom Stoppard, por el Grupo "Cara y Seca". Elenco: Enrique Dumont, Pablo Cabral, Damián García, Beto Cragno, Griselda González. Voz en Off: Omar Porto. Realización de escenografía: Julián García. Diagramación musical: Damián Gambarotta. Diseño gráfico: Nogma Diseño. Asistente de dirección: Patricia Franco. Dirección general: Carla Gambarotta. Teatro La Nonna, 3 y 47, viernes 21 hs. "Rosencrantz" y "Guildenstern" son dos personajes secundarios de "Hamlet", una de las grandes tragedias escritas por William Shakespeare. El dramaturgo inglés contemporáneo Tom Stoppard los toma prestados y les otorga protagonismo en su comedia, relegando al dubitativo y meditabundo Príncipe de Dinamarca a un segundísimo plano. Estos dos "amigos" de Hamlet, a quienes el Rey Claudio ordena conducir a su sobrino a Inglaterra para que allí lo ejecuten, se asemejan a "Vladimir" y "Estragon", las dos entrañables criaturas de "Esperando a Godot", de Samuel Beckett, autor paradigmático del Teatro del Absurdo. Stoppard (a la par de Ionesco, Pinter, Pirandello) también adhiere a esta corriente, cuyas características más salientes son: jugar con las palabras, su ambigüedad y sus múltiples significados, dudar de la posibilidad de comunicarse a través del lenguaje; crear personajes librados a la buena de Dios, peones en un gigantesco tablero de ajedrez, sin libre albedrío, juguetes del destino; cuestionar el por qué y para qué de la existencia: si -en definitiva- todos nos vamos a morir tarde o temprano, ¿qué sentido tiene la vida? Los personajes del Teatro del Absurdo carecen de identidad definida, no saben quiénes son. De ahí que en esta obra ni el espectador ni los propios protagonistas saben quién es Rosencrantz y quién Guildenstern. Sus identidades son intercambiables. Son dos payasos grotescos, sin horizonte de orientación, carentes de memoria y de brújula, a merced de las circunstancias, esperando inútilmente que algo o alguien les dé una pista, los ubique en tiempo y espacio, les indique qué hacer. Pero esa guía nunca llega. Otros personajes que Stoppard toma prestados de "Hamlet", son la Compañía de Actores que el Príncipe contrata para que ofrezcan en la Corte una representación de "El Crimen de Gonzago", tragedia cuyo argumento apunta a acusar abiertamente al Rey Claudio del asesinato de su hermano, el padre de Hamlet. La función de los actores, y del arte en general, es poner orden en un mundo caótico, darle significado y sentido a la vida de los personajes que encarnan. Los integrantes de la Compañía "Cara y Seca" ofrecen una muy fidedigna versión de la obra de Stoppard, con interpretaciones sólidas y cuidadas. Tal vez sería saludable "peinar" un poco el texto, ya que el hecho de que el espectáculo dure casi dos horas resulta un tanto fatigoso para el espectador, sobre todo teniendo en cuenta que casi todo se apoya en las palabras, en detrimento de las acciones, y es preciso prestar mucha atención de principio a fin. Subrayar más ostensiblemente el humor intrínseco de la pieza, también redundaría en beneficio de una mayor efectividad. Rosencrantz y Guildenstern: dos burladores burlados.

Por IRENE BIANCHI

"Rosencrantz y Guildenstern han muerto", de Tom Stoppard, por el Grupo "Cara y Seca". Elenco: Enrique Dumont, Pablo Cabral, Damián García, Beto Cragno, Griselda González. Voz en Off: Omar Porto. Realización de escenografía: Julián García. Diagramación musical: Damián Gambarotta. Diseño gráfico: Nogma Diseño. Asistente de dirección: Patricia Franco. Dirección general: Carla Gambarotta. Teatro La Nonna, 3 y 47, viernes 21 hs.

"Rosencrantz" y "Guildenstern" son dos personajes secundarios de "Hamlet", una de las grandes tragedias escritas por William Shakespeare. El dramaturgo inglés contemporáneo Tom Stoppard los toma prestados y les otorga protagonismo en su comedia, relegando al dubitativo y meditabundo Príncipe de Dinamarca a un segundísimo plano.

Estos dos "amigos" de Hamlet, a quienes el Rey Claudio ordena conducir a su sobrino a Inglaterra para que allí lo ejecuten, se asemejan a "Vladimir" y "Estragon", las dos entrañables criaturas de "Esperando a Godot", de Samuel Beckett, autor paradigmático del Teatro del Absurdo. Stoppard (a la par de Ionesco, Pinter, Pirandello) también adhiere a esta corriente, cuyas características más salientes son: jugar con las palabras, su ambigüedad y sus múltiples significados, dudar de la posibilidad de comunicarse a través del lenguaje; crear personajes librados a la buena de Dios, peones en un gigantesco tablero de ajedrez, sin libre albedrío, juguetes del destino; cuestionar el por qué y para qué de la existencia: si -en definitiva- todos nos vamos a morir tarde o temprano, ¿qué sentido tiene la vida?

Los personajes del Teatro del Absurdo carecen de identidad definida, no saben quiénes son. De ahí que en esta obra ni el espectador ni los propios protagonistas saben quién es Rosencrantz y quién Guildenstern. Sus identidades son intercambiables. Son dos payasos grotescos, sin horizonte de orientación, carentes de memoria y de brújula, a merced de las circunstancias, esperando inútilmente que algo o alguien les dé una pista, los ubique en tiempo y espacio, les indique qué hacer. Pero esa guía nunca llega.

Otros personajes que Stoppard toma prestados de "Hamlet", son la Compañía de Actores que el Príncipe contrata para que ofrezcan en la Corte una representación de "El Crimen de Gonzago", tragedia cuyo argumento apunta a acusar abiertamente al Rey Claudio del asesinato de su hermano, el padre de Hamlet. La función de los actores, y del arte en general, es poner orden en un mundo caótico, darle significado y sentido a la vida de los personajes que encarnan.

Los integrantes de la Compañía "Cara y Seca" ofrecen una muy fidedigna versión de la obra de Stoppard, con interpretaciones sólidas y cuidadas. Tal vez sería saludable "peinar" un poco el texto, ya que el hecho de que el espectáculo dure casi dos horas resulta un tanto fatigoso para el espectador, sobre todo teniendo en cuenta que casi todo se apoya en las palabras, en detrimento de las acciones, y es preciso prestar mucha atención de principio a fin. Subrayar más ostensiblemente el humor intrínseco de la pieza, también redundaría en beneficio de una mayor efectividad.

Rosencrantz y Guildenstern: dos burladores burlados.

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